
Alcaldes, empresarios y famosos se sentaban en sus mesas hasta que en el año 2004 tienen que cambiar de ubicación, eso sí momentánea, porque derriban la casa donde está El Riscal

De Ceceda, en la parroquia de Collada del municipio de Tineo, llegó un buen día a Gijón, Guillermo Rodríguez Castaño. Era muy joven, pero quería salir del pueblo y buscar trabajo y si se terciaba fortuna. Lo primero le llevó al restaurante El Sitio donde recomendó a uno de sus hermanos, Ramón, el pequeño que acababa de llegar de la mili.
Poco tiempo después estos dos emprendedores, junto con otro de sus hermanos, Manolo, se hacían con los mandos de un restaurante situado en la calle Salustio Regueral, en el número 9. Lo llamaron El Riscal. Transcurrían entonces los años 70. Poco tiempo después y debido al éxito de sus fogones, con los cocineros Quique y Fernando a los mandos, pudieron comprar el bajo. El negocio ya era suyo.
“Les patatines con tiñosu”, los potajes, los excelentes pescados y unas fabas con almejas que hoy todavía recuerdan los paladares más exigentes, llenaban a diario tanto el comedor como el bar, este con gran capacidad. Alcaldes, empresarios y famosos se sentaban en sus mesas hasta que en el año 2004 tienen que cambiar de ubicación, eso sí momentánea, porque derriban la casa donde está El Riscal.
No fue problema porque no se alejaron mucho del barrio del Carmen, concretamente a la calle Trinidad, que hasta entonces había sido dominio de otro clásico gijonés, el restaurante Casa Calixto. Pero una enfermedad casi fulminante, dejó a la familia del Riscal sin “Ramonín” que fallece el 21 de agosto de 2008 sin ver acabado el nuevo edificio del barrio del Carmen. Él, que fue el único de los hermanos que se casó, dejó viuda a Marta Pérez y huérfana a su única hija, Sara, que es enfermera del Hospital Cruz Roja Española aquí en Gijón. Así y todo y aunque él no pudo cumplir el sueño de ver en funcionamiento su Riscal, Marta sí que lo hizo realidad.
Acompañada de los hermanos de su marido, incluido Conrado, que nunca trabajó en el negocio familiar y apoyada en su encargado, el exfutbolista y hostelero César Suárez, volvió al antiguo emplazamiento, con un local renovado, fresco y muy moderno, acorde con los tiempos. Las crisis, la subida de los precios y también el cansancio de tener que llevar sola el negocio, la hizo tomar la decisión de cerrar el 1 de diciembre del 2014.