Los propietarios de algunos establecimientos gijoneses y sus clientes verían con buenos ojos la implantación de restricciones al tabaco en exteriores: «Nos acabaríamos acostumbrando como pasó cuando se fumaba dentro, ahora ya ni te lo planteas»
Mónica, Marcela y Aída comparten café y tertulia durante una mañana de viernes y mucho sol en una terraza en el parque del Gas de Gijón. Al lado de Aída se encuentra el carrito de su hija, quien, con chupete en boca, se mueve bien dicharachera sentada en su silla. Frente a ella, la amiga de su madre se está encendiendo el cigarro que acaba de liarse. Ella es la única fumadora que hay en la mesa, pero hace unos años en este grupo de amigas había tres.
Mónica lo dejó hace un par de años y volvió a fumar. Tiene 33 años y empezó desde los 16 por lo de siempre, «por seguir la moda» entre tus amigos. Le pilla de sorpresa que los primeros coqueteos de los jóvenes hoy día con el tabaco se produzcan a edades aún más tempranas que la suya, concretamente a los 14,1 años según datos de la Consejería de Salud del Principado, porque antes, razona ella, “tú empezabas a probarlo porque podías fumar dentro de los bares y veías a todo el mundo hacerlo a tu alrededor”. Sin embargo, la edad de inicio para los chavales asturianos no baja desde 2016 y se estima además que entre el 80% y el 90% de los actuales fumadores adultos inician su hábito en la adolescencia.
El propósito de proteger a la juventud de la exposición a ambientes que inciten al tabaquismo constituye uno de las razones que motivan el nuevo Plan Integral de Prevención y Control del Tabaquismo (PIT) 2024-2027 aprobado por el Ministerio de Sanidad y que encontró el apoyo de la Consejería de Salud del Principado. Asturias se ha sumado al plan y aunque ello no implique la puesta en marcha inmediata de las medidas más restrictivas, sí que reabre el eterno debate ciudadano sobre si debería prohibirse fumar en las terrazas de bares y restaurantes. Este diálogo de calle se terminó convirtiendo en un grupo de trabajo formado, de momento, por la patronal hostelera (OTEA) y la Consejería y en el que ya se tantearon posturas sobre el aterrizaje de esa hipotética medida en los establecimientos de la región durante una primera reunión el pasado miércoles. Todavía queda mucho diálogo por delante, pero desde Hostelería y Turismo en Asturias mostraron sus reticencias ante una prohibición total y plantearon otras opciones intermedias.
Lo que de un modo u otro determina el Plan, a fin de cuentas, es la previsión de ampliar los espacios en los que se prohibirá fumar y vapear (aunque aún no se haya decidido cuáles serán), aumentar los impuestos al tabaco y demás productos, crear un empaquetado más genérico y equiparar los dispositivos electrónicos al tabaco convencional en materia de promoción y publicidad. En cualquier caso, todo está en el aire junto con el humo de cigarros y ‘vapers’ en las terrazas de ciudades como Gijón. Y lo sorprendente es que mientras estas voces de la prohibición planean sobre estas mesas extra al aire libre de los hosteleros gijoneses, aquellos consultados por este periódico parecen estar bastante a favor de la medida.
La encargada de la cafetería del barrio de La Arena en la que se encuentran el trío de amigas se muestra mucho más a favor que sus clientas de dejar las 15 mesas de su terraza libres de humo. Y tiene mucho más que perder, porque por ejemplo, en pleno invierno, admite que su terraza “sigue llena” por aquellos que se resisten al frío para poder fumar. “Quizá sí que nos bajarían algo las ventas al principio, pero se terminaría acostumbrando todo el mundo otra vez con el tiempo», reflexiona. Como persona a la que no le gusta compartir ambiente con aquellos que están con el cigarrillo en la mano, esta propietaria confiesa que aplaudiría la medida y que además, las administraciones «deberían haber aprovechado la oportunidad de la pandemia para avanzar en estas restricciones».
En el Coral Beach, frente a la escalera 13 de la playa San Lorenzo, su dueña Carmen Rodríguez también se declara una acérrima anti-tabaco tras haber vivido los estragos de la nicotina para la salud en su familia. Las 40 mesas a las puertas del local constituyen sin embargo una de las terrazas más grandes que pueden encontrarse en el paseo de El Muro, por lo menos hasta el Piles, además de servir como ‘oasis’ fugaz para muchos fumadores que aprovechan una pausa en el trabajo para echarse su cigarro con un café o para los que se quedan fuera en invierno. Rodríguez considera que el impacto para su sector de esta prohibición se reflejaría en la caja durante los primeros meses, pero admite que: «Nos acabaríamos adaptando a la situación, como pasó cuando se fumaba dentro, ahora la gente ya no se lo plantea».
Sí que defiende que debe existir un lugar que cumpla con la figura de la terraza como espacio al aire libre donde las personas puedan fumar si quieren y en el que «no molesten a nadie», y que por tanto habría que buscar el encaje de este reducto a los establecimientos de hostelería, quizá con terrazas separadas o dejando la decisión a elección del hostelero. En cualquier caso, aplaude que se busque «consensuar las actuaciones con las empresas del sector» y cree que lo único preocupante de nuevas leyes encaminadas hacia las restricciones sería que «no fuesen igual para todos» o que hubiese alguno «que no la aplicase». A su lado tiene a dos clientes, Ana y Fernando, marido y mujer y exfumadores desde hace 20 años.
«En las terrazas no siempre se puede garantizar espacio suficiente como para no tragarte el humo del de al lado», afean clientes
Desde que abandonaron este vicio, a los dos les molesta que alguien fume a su lado y observan que «en las terrazas no siempre se puede garantizar espacio suficiente como para no tragarte el humo del de al lado». Intentan responder con honestidad que, si les hubiesen planteado este mismo dilema de la prohibición cuando aún se encendían cigarrillos, habrían pensado igual y habrían entendido que se restringiese. Para ellos la cuestión del tabaquismo, que llevaba años en retroceso, ahora parece más «estancada», con cifras más estables, y están convencidos de que todo depende «de la educación y la concienciación». Ponen de ejemplo a sus dos hijos de 25 y 28 años. Ninguno de los dos fuma ni ha tenido esa adicción nunca, pero echando la vista atrás, cuando ellos tenían su edad, «en nuestros grupos de amigos, de trece chavales, fumábamos todos».
Esperan que las normativas más contundentes para las terrazas vayan hacia adelante y también aluden a la pandemia como «el momento en el que se tenía que haber aprovechado» la coyuntura, pero piden que se preste atención a los errores cometidos entonces para regular ahora: «Que no se formen hileras de gente a dos metros de las mesas fumando de pie».
Tras la barra de la cervecería Tabor, antiguo Copas Rotas, se refugia otro exfumador «de cajetilla diaria» ahora abonado a las filas extremistas del antitabaquismo. Para Daniel Corral la lucha contra la nicotina no es para menos, ya que «estamos hablando de un tema de salud». En su local, en activo desde hace 11 años, cuenta con unas 13 mesas en la calle, una cifra casi equiparable al servicio que ofrece dentro a los clientes. Sus pulmones están libres de humo desde hace 7 años y sabe que muchas de las personas que disfrutan de su terraza «se apartan si ven a niños o alguien enfermo», pero está convencido de que las medias tintas regulativas para tratar este tema no son suficientes. Aunque claro, «el tabaco es una industria que da mucho dinero y beneficia a mucha gente». También muestra mucha seguridad al pensar que si llegase la prohibición total de fumar en las terrazas, «los bares y restaurantes sobreviviríamos».
La encargada del Robi, en la avenida de La Costa, llega a la misma conclusión que su compañero de profesión pero desde el otro lado, con el paquete de tabaco aún guardado en el bolsillo. Jennifer Suárez fuma, no tiene previsto dejarlo pronto y disfruta de tomar algo a la fresca echándose un cigarro, pero está segura de que no dejará de sentarse en ningún sitio si la medida va hacia adelante. Sabe además, que por alguna razón, la modesta terraza de su bar siempre está «a reventar», y no piensa que vaya dejar de estarlo «aunque caiga una bomba», bromea. Utiliza como ejemplo su experiencia como sportinguista de pro, cuando El Molinón prevaleció su prohibición de fumar en el estadio después de introducir la medida en postpandemia: «Yo sigo disfrutando como nunca de ir al estadio, y no me acuerdo de fumar para nada hasta el descanso». Con los bares ocurrirá lo mismo aunque eso sí, «no puede haber un policía en cada mesa», así que ve clave la manera en la que planeen aterrizar la hipotética norma. De momento, habrá que esperar al paquete legislativo para una verdadera transformación.
Es increíble, con los problemas que hay ,se empeñan en que dejemos de fumar pero ellos no dejan de recaudar . Otra subida del tabaco …vale.
Con ese dinero vayan a las colas del hambre.
Contraten médicos,enfermeros,bomberos y déjense de tanta corrupción. Con gente como ustedes llegaremos al extraperlo.
Ese dinero sirve para tratarla a usted de las innumerables enfermedades, la mayor parte de elllas mortales, provocadas por su vicio. Sus argumentos son una mezcla de falacias y demagogia barata. Piénselo la próxima vez que encienda un cigarrillo: Cáncer de pulmón, cáncer de boca, cáncer de laringe, Epoc y muchas mas enfermedades asociadas… ¡Suerte!
Yo que soy fumador lo que se debe de prohibir es de vender tabaco en toda España y cerrar los estancos o eso no le interesa al estado porque gana muchos impuestos pero joder ala jente en no fumar en los bares si menuda verguenza yo viajo a marruecos entro a un bar solo si huele a tabaco se que se puede fumar si no huele no se puede fumar cada bar de España debe tener la opción de liger si en su bar se fuma o no derecho ya que hos pagan impuestos y el fumador también paga sus impuestos
Los impuestos que paga un fumador cada vez que compra un paquete de tabaco, no cubren ni de lejos los tratamientos de epoc o cáncer de garganta, pulmón u otros que se derivan de su vicio.
Usted tiene libertad de fumar y otros cargaremos con sus tratamientos, pero no me obligue a mí a fumar su humo. Esa es la verdadera libertad, no la de hacer lo que le da la gana fastidiando la salud del prójimo.
Salud.
Supongo que usted vive en una cabaña en los Picos de Europa y, por supuesto, ni tiene ni se transporta en automóvil.
Porque yo fumo, no le echo mi humo a nadie, llevo un cenicero portátil y sólo me muevo en autobús y metro.
Buen día.
El que quiera que fume, pero a mí no me gusta tragarme el humo de los demas, el que sale del cigarro/peta o del interior del individuo me resulta asqueroso y también injusto, aire libre, lo más limpio y fresco a poder ser.