«Manifestó a lo largo de su carrera personalidad, sentido del humor y valentía. Y supo plantar cara desde su plaza de veterano a esa lacra que hundió al club durante décadas: Los Fernández»
En los años dorados del Sporting, que no coincidían con los mejores del Oviedo, precisamente, la afición rojiblanca repetía con sorna un lema de hiriente rivalidad: «El Sporting a Turín y el Oviedo a Turón». Aquellos acérrimos sportinguistas y turoneses añadían: «Y si vamos a Turón , siempre con David».
Jorge David López Fernández jugaba muy bien al baloncesto y hubiese tenido un futuro prometedor como base, seguro. Más por azares de los días, se le cruzó el fútbol en la vida y siguió dirigiendo el juego desde su adolescencia en el campo de cualquier equipo. Le daba igual el Real Madrid juvenil, el Deportivo Gijón o el Sporting. El tipo mandaba en el centro del campo. Del parqué al césped. De la entrada a canasta al pase en largo o en corto, al hueco o al pie. David fue el primer futbolista que pasó de Mareo al Sporting. El canterano número uno en la larga lista de una escuela deportiva que haría historia en el fútbol español. En el filial era capitán general, tiraba faltas y penaltis, siendo titular indiscutible en «la sala de máquinas».
Manuel Vega-Arango estaba empeñado en fichar a Herbert Prohaska, figura del Austria de Viena, pero Miera frenó en seco la operación: «Presidente, tenemos uno que es mejor que el austriaco, juega en el Deportivo Gijón y se llama David». Debutó con el míster cántabro el 2 de septiembre de 1978. Y aunque fue discutido durante años por esos cerriles que cargan primero contra los de casa (mal endémico a orillas del Piles), demostró pronto que iba sobrado de calidad en la zona ancha. Era capaz de entenderse a las mil maravillas con Ciriaco, Mesa y Joaquín.
La mili y su cesión en el Zamora (81-82) cortaron la progresión de un jugador que había disputado los Juegos Olímpicos de Moscú enfundado en la zamarra roja de la selección. Boskov no fue un gran valedor ni para David ni para el guardameta Claudio, que recuerda divertido una anécdota del centrocampista con el balcánico: «Estábamos dando toques de balón, con la derecha, con la izquierda y de repente Vujadin cambió el ejercicio y decidió que hiciésemos conducciones de balón. David seguía tocando distraído y el entrenador le gritó: ‘David conduche, conduche balón’. El de Turón cogió la pelota con las dos manos e imaginó un volante de coche. ‘Tatiiii’, le gritaba Boskov a Valdés, ‘Tatiiii, este David está loco'». En el partidillo de los martes al de Mieres le tocaba jugar de lateral por el capricho del yugoslavo y el futbolista despejaba cada vez que le llegaba la pelota, embarcaba el cuero de punterazo a la vera de las vecinas vacas. Boskov se desesperaba: «David, busque, pase, toque» y el medio respondía: «Míster, un defensa despeja, no se complica la vida».
Manifestó a lo largo de su carrera personalidad, sentido del humor y valentía. Y supo plantar cara desde su plaza de veterano a esa lacra que hundió al club durante décadas: Los Fernández. David, calidad y osadía. David, mediocentro y de Turón.