Protegido como Bien de Interés Integral, el inmueble lleva décadas sin uso estable y acaba de volver a la agenda pública gracias a Apadrina un Edificio

El palacete modernista que se encuentra junto al Museo Nicanor Piñole vuelve a ganar protagonismo en el debate patrimonial local tras la intervención de la asociación Apadrina un Edificio. La situación de este inmueble, de gran valor arquitectónico y en situación de clara incertidumbre, ha sido reactivada tras recientes noticias que ponen en jaque el futuro del museo contiguo.
Este palacete, obra de Manuel del Busto (1907), destaca por su tejado multicolor a cuatro aguas, fachadas ornamentadas con ricos detalles de forja y un interior que conserva buena parte de su fastuosidad modernista. Aunque no está completamente abandonado—sus propietarios efectúan trabajos de mantenimiento, incluso en la cubierta—lleva años sin uso estable y muestra un deterioro creciente. Además, ha protagonizado incidentes como el suceso de octubre de 2024, cuando varias personas accedieron al interior sin autorización, alterando mobiliario y generando alarma sobre su fragilidad estructural y patrimonial.
En el plano administrativo, el edificio se puso en venta por aproximadamente dos millones de euros, sin que fructificase la operación, al estar protegido como Bien de Protección Integral, lo cual limita cualquier reforma importante y reduce su atractivo inversor.
El entorno patrimonial se complica ahora aún más con la situación del Museo Nicanor Piñole. Se ha anunciado el cierre indefinido del museo para convertirlo en sede de la Oficina de Igualdad, mientras se prepara el traslado de su colección al complejo cultural de Tabacalera, cuya apertura podría demorarse hasta tres años. Esta iniciativa ha provocado una fuerte contestación política: la oposición ha denunciado lo que consideran el “desmantelamiento” de un museo público y ha presentado una moción en el Pleno municipal para impedir su clausura hasta que la nueva sede esté operativa.
El repentino cierre y traslado de fondos del museo —que mantiene un compromiso histórico con la viuda del pintor en cuanto a su carácter monográfico y espacio “noble”— han encendido alarmas sobre la posible ruptura de dichos acuerdos y sobre la protección de la colección.
Este escenario ha llevado a que el palacete, anexo al museo, se convierta en un símbolo de la situación patrimonial de Gijón: a su lado, el museo se enfrenta a incertidumbre institucional y política; mientras tanto, el palacete continúa sin proyecto, sin uso claro, y con su valor arquitectónico en riesgo de diluirse en el tiempo.