«Los que pelearon por cada balón como si fuera lo último que iban a hacer en su vida, se abrazaban como hermanos; el defensa cuyo objetivo era que no pasara el atacante con el balón, y el delantero que le sorteaba cuantas veces podía, se felicitaban entre sí por lo acontecido en los 90 minutos…»
Queridos lectores…
Hoy quiero, en mi primer artículo de este año, desearles un feliz 2025. En segundo lugar, a los que tuvieron la gentileza de leer mi anterior columna (y los que no, pueden hacerlo en este enlace) les pedía su opinión. Hoy no. Hoy quiero abordar directamente el derbi que disputaron el sábado 11 de enero el Oviedo y el Sporting de Gijón. ¡Ojo! No voy a hablar del partido (para eso están mis admirados Frichu Yustas y Monchi Álvarez), sino de lo que sucedió después; para ser más concretos, desde que el árbitro pitó el final del encuentro.
A partir de ese momento aconteció algo insólito: los jugadores de ambos equipos comenzaron a saludarse unos a otros, a hablar cordialmente, incluso a darse palmadas de cariño. Así, los que pelearon por cada balón como si fuera lo último que iban a hacer en su vida, se abrazaban como hermanos; el defensa cuyo objetivo era que no pasara el atacante con el balón, y el delantero que le sorteaba cuantas veces podía, se felicitaban entre sí por lo acontecido en los 90 minutos… Para este humilde gacetillero fue especialmente emotivo ver a Haissem Hassan, todavía con la camiseta azul puesta, abrazar a sus excompañeros rojiblancos. Que, por supuesto, respondieron con igual efusividad. No sé si los que vieron el partido por tv se dieron cuenta, pero el realizador prolongó varios minutos las imágenes de los futbolistas antes de dar paso a las entrevistas a pie de campo. ¡Qué guapo fue ver a unos y otros comportarse en después del partido como lo que son; rivales, pero de ninguna manera enemigos! Y, tras los abrazos, ambos equipos se fueron a los vestuarios en un ambiente de cordialidad. En mi opinión, lo que se vivió en el Carlos Tartiere sobrepasa la deportividad: Fue un acto de enorme elegancia.
Porque ser elegante supone mucho más que una forma de vestir; es una actitud ante la vida. Elegantes son quienes, después de conversar (o incluso de discutir, algo perfectamente válido) estrechan sus manos y reconocen o admiten los argumentos de su(s) oponente(s). Permítanme que cite a una de las personas más elegantes -y relevantes- de la historia de España: el Dr. Gregorio Marañón, médico internista y padre de la Endocrinología en España. Pensaba el galeno -y así lo dejó escrito- que “ser liberal es estar dispuesto a entenderse con el que piensa de otro modo y no admitir jamás que el fin justifica los medios, sino que, por el contrario, son los medios los que justifican el fin”. Opiniones políticas al margen, ese llamamiento a entenderse es pura elegancia. Y esa predisposición a conversar es extrapolable al Ayuntamiento de Gijón.
Porque, estimados ediles, vuelvo a rogarles que dialoguen o discutan, pero escuchándose los unos a los otros. Ya lo comenté en el artículo dedicado a la despedida de Ángeles Fernández-Ahúja como concejal del consistorio gijonés (https://migijon.com/angeles/), en la que todos ustedes (repito: TODOS) destacaron su capacidad de colaborar en todos los proyectos beneficiosos para nuestra ciudad: “Compromiso inquebrantable”, “talante, respeto institucional y espíritu de colaboración”, “empatía”… Palabras que dijeron NO sus afines, sino sus OPOSITORES. A todos elogié y pedí que siguieran por el camino de la cooperación.
Iluso de mí: En el pleno del 18 de diciembre 2024, ante una iniciativa presentada por Vox, volvieron unos y otros a las frases gruesas, a descalificar al contrario, incluso a las faltas de respeto hacia los que no comparten la opinión de los suyos. Léanse ustedes mismos: “ Vienen aquí a escupir su odio”, “una visión de la vida reduccionista y reaccionaria”, “no el derecho a vivir, sino la obligación de parir”, “valores que recuerdan los que se fundamentaba el régimen de Franco”. ¿Dónde está aquí el “respeto institucional”, la “empatía”, el “espíritu de colaboración”? La única propuesta constructiva fue la del edil popular Guzmán Pendás: “Facilitar a todas las mujeres que quieran ser madres apoyo e información sobre los recursos que tienen a su disposición para dar vida en plena libertad”. Desde esta perspectiva se podía haber dialogado para encontrar una iniciativa útil, pero ni se pararon a considerarla.
Porque, ilustrísimos ediles, desde hace tiempo tengo la impresión de que vienen de sus sedes con la lección bien aprendida para soltarla en el Pleno sin pararse a considerar las propuestas de las demás formaciones. Miren; si no vienen a debatir, les hago una propuesta con la que podemos ahorrarnos dinero y tiempo: manden por internet sus propuestas; estas se reenvían a cada partido para que defina su posición; que se lean por el secretario municipal (o quien corresponda) ante los periodistas; Y acto seguido, que se voten por vía telemática. Y que en el Ayuntamiento estén solo los concejales que tengan asignada una función de gobierno. Los demás, desde su casa, la sede del partido o donde quieran. Por supuesto sin acudir al consistorio, no vaya a ser que reclamen dietas “por desgaste de suela de zapatos”.
Les parece mal, ¿Verdad? A mí también. Pero aún me parece peor que no escuchen a sus oponentes, que no valoren sus propuestas, que no estén dispuestos a dialogar, que se enroquen en lugar de buscar puntos de consenso para que esas iniciativas lleguen a buen puerto y beneficien a nuestro amado Gijón… De nuevo les pido, les ruego, DIÁLOGO. Esta vez, estimados ediles, los futbolistas del Oviedo y del Sporting les han dado una lección de elegancia y saber estar. Ojalá me escuchen. Y a todos ustedes, si me han leído hasta aquí, muchas gracias.
Les espero.