Me siento agradecida a todas esas mujeres veterinarias que fueron abriendo camino, y consiguieron que para las actuales todo esté más normalizado. Imagino que tuvo que ser una auténtica travesía por el desierto
Soy veterinaria, por convicción y por vocación.
Desde que María Cerrato finalizara sus estudios en 1925 y se convirtiera en la primera veterinaria de España, ha cambiado mucho el cuento. Para matricularse, tuvo que pedir un permiso especial al Ministerio de Instrucción Pública, pues la veterinaria era una carrera prohibida a las mujeres.
A partir de los 60, comienza a aumentar ligeramente el número de mujeres matriculadas en las facultades españolas, pero es a finales de los 70 cuando el incremento comienza a ser significativo. Cuando estudié en León, a mediados de los 90, más de la mitad del aula ya la conformábamos mujeres, y este número se ha ido incrementado hasta el momento actual, donde supera el 60%.
Profesionalmente, me reconozco afortunada. Nunca me ha faltado trabajo ni he dejado de disfrutar de lo que hago. Siempre me he sentido respetada, valorada y ayudada por el sector ganadero, y particularmente, y salvo honrosas excepciones, por los ganaderos, al igual que por los compañeros veterinarios. Y me refiero a “ellos” porque no concibo la lucha por la igualdad especialmente sin ellos. Igual que no concibo la maternidad, que ejerzo como puedo, sin la corresponsabilidad de mi pareja.
Me siento agradecida a todas esas mujeres veterinarias que fueron abriendo camino, y consiguieron que para las actuales todo esté más normalizado. Imagino que tuvo que ser una auténtica travesía por el desierto. Admiro su valentía y su valía, porque seguro que la tuvieron que demostrar tantas veces como las mismas que las pusieron en duda.
Las mujeres estamos presentes en todas las facetas profesionales de la Veterinaria: clínicas, docencia, salud pública, ganadería, veterinaria militar, investigación, departamentos de calidad, industria farmacéutica, … pero los puestos de máxima responsabilidad siguen siendo un capítulo pendiente. Así que aún hay que mucho que hacer y pensar para buscar las claves y las causas de por qué esto sigue siendo así. Y me atrevería a decir que mi profesión, en este sentido, no es más que un reflejo del resto de la sociedad.
No puedo terminar esta reflexión sin pensar en la importancia de tener referentes. En mi caso, mi abuela Pilar, una mujer valiente e inteligente, que no pudo estudiar “porque en casa sólo podían dar estudios superiores al varón de la familia”. Pero mujer que fue empresaria, emprendedora, que conducía, que formó una familia, que se ganó el cariño de todos y que me enseñó EL VALOR DE SER MUJER.
Elena Cebada Ramos es directora Gerente I.G.P. Ternera Asturiana