Veterana del oficio de adecuación de fachadas, esta gijonesa reflexiona con MIGIJÓN sobre su dilatada trayectoria profesional, sus logros y sus quehaceres pendientes


Elena García López se ha encargado de restaurar buena parte de la fachada y piedra de los edificios históricos de Gijón. Su última obra la ciudad fue la iglesia de Somió.
¿Y eso cómo es?
Hago moldes y reproducciones de escultura y de pintura.
¿Dónde lo estudió? ¿Aquí?
Lo estudié en la escuela de arte de Oviedo, hice artes aplicadas a la escultura y a la piedra. No trabajo el lienzo.
Pero luego eso cómo se gestiona… Quiero decir ¿Cómo llegan a usted?
Después de acabar los estudios, hice prácticas en una empresa gijonesa, y me quedé siete años.
Y acabó siendo encargada.
Eso es. Tuve un inpasse al quedarme embarazada, pero de muy poco tiempo, porque me sentía muy ágil.
Ya, hasta que en la mutua le obligaron a parar. ¿Cómo se llaman ‘esos’ impasses?
Lourdes y Jaime.
El mundo en el que se mueve por su profesión es más masculino, creo yo. Tiene hombres a su cargo a parte de Daniel, su marido.
Ahora no, pero los tuve y sin ningún problema.
¿Cómo llegan las obras a sus manos?
Trabajo para un par de constructoras y con particulares.
Por el boca a boca…
Sí. Luego… ¡Claro! Es que llevo muchos años ya, entonces el sector me conoce.
¿Cuántos años?
Desde el 1998.
¡Anda! Desde el siglo pasado.
(Se ríe). Ya llovió.
Oiga y me dicen que ya trasteaba con su padre (es carpintero) en las obras que él tenía.
Con siete años, ya me pinté mi habitación.
Es una ‘manitas’.
Yo que sé… Me llamaba la atención ver a mi padre trabajar.
Y él la dejaba.
Sí, sí, siempre, y cuando descubrí la escuela de Arte de Oviedo me metí allí como loca… Descubrí un mundo maravilloso.
Porque usted vivía en Pravia.
Soy de allí. Las carreras hace treinta años eran, digamos, sota, caballo y rey… ¿me entiende?
Y volviendo al ahora ¿cómo se gestiona su trabajo ya desde el comienzo?
Voy a ver la obra, miro las posibilidades y hago un presupuesto y el plazo de ejecución.
¡Vale! ya tiene aceptado el trabajo. ¿Cuál es el primer paso?
Limpiarla. A veces hay que consolidarla, restaurarla volumétricamente, reintegrarla y luego hidrofugarla.
¡No entendí nada!
No es la única, además, si puedo, lo hago yo sola, del tirón. Como el bocadillo en el andamio y cuando considero…me voy.
Y estamos hablando de la fachada de un edificio.
Sí claro. ¡Bueno! A veces me exigen un arquitecto, un arqueólogo. Entonces tengo que trabajar con ello, por supuesto.
Títulos.
Exactamente.
¡No quiero ni pensar las obras que ha hecho en su casa! Aunque supongo que en algún momento dormirá
Mire, no paro ni durmiendo.
Es un culo inquieto… Así que, si por ejemplo, la llevo a mi casa…
Veré cosas.
¡Mi madre!
Hablo de imperfecciones. De hecho, cuando voy a casa de algunos amigos me dicen en plan risa “Me dejo que saques tachas”
Definitivamente, no la invito a mi casa.
¡Mujer! No soy tan crítica. Igual le puedo dar alguna idea para mejorar alguna estancia… (se ríe) A veces la gente no sabe el potencial de las cosas que tiene.
Hablando de potenciales. Usted tiene una pinta estupenda. Guapa, buena figura. ¿Eso no choca en un primer momento? Entiéndase que lo digo siempre pensando en su trabajo, a lo que se dedica…
A ver, si choca…yo soy consciente de oír “murmullos en la obra”
Ya como de pensar ¿esta moza que hace aquí?
¡Claro! primero porque llego con mis maletines de trabajo.
¡Ja! Cómo si llevara dosieres y un ordenador dentro…
Y lo que tengo dentro de esos maletines son espátulas muy pequeñas, cepillos… incluso hay quién se acerca para ofrecerme una espátula más grande.
¿Hay machismo en ese mundo?
No, hay babayos como puede haber en un bar, nada más.
Me gusta esa puntualización. Cambiando de asunto ¿qué le hubiera gustado restaurar?
Cualquier obra.
Lo más reciente.
Estuvimos en París cuando se quemó Notre Dame. No me lo podía creer. Una semana antes de la fecha que teníamos reservada…se quema. No podía parar de llorar.
Se hubiera puesto a trastear allí.
Vimos sacar infinidad de piezas…quería meterme yo también dentro…
¿Qué le gustaría restaurar?
No se ría de mí, pero cada obra que cojo, es la obra de mi vida.
Díganos entonces que edificios restauró en Gijón.
La última, la iglesia de Somió. Metimos un poquitín la mano a la pintura de todas las imágenes y a toda la piedra de dentro.
Más.
Acabo de entregar la fachada del Colegio de Notarios de Oviedo y ahora me quedan los artesonados de dentro. Hay que hacer moldes primero. Y luego en Gijón las fachadas del edificio del Varsovia, el Casino, Teatro Arango, de Marqués de San Esteban casi todas; Mango.
Para acabar cuéntenos una anécdota.
Pues la del último edificio que le nombro, Mango. En el equipo éramos tres mujeres y un japonés. Nada más y nada menos que el escultor Tadanori Yamaguchi.
Y allí llegaron.
Para desmontar toda la balaustrada. A él nunca supieron llamarlo por su nombre, así que acabaron por llamarlo Paco, cosa que le parecía fatal.
Elena, hay que despedirse. ¿Qué pintaría, por ejemplo, en mi habitación?
Sin duda, corazones.