Habitual del FICX pese a residir desde hace años en Londres, la cineasta lavianesa ha regresado al certamen para presentar en Sección Oficial ‘El cine, 5’, una crónica de la solidaridad minera en su Barredos natal
Buscar la inspiración en lo cercano, en las historias y lugares conocidos, en todo aquello ligado a lo familiar… A lo largo del tiempo, desde que en 1895 el cinematógrafo de los hermanos Lumière trajese al mundo el ‘séptimo arte’, miles de cineastas de todo el mundo han encontrado en esas realidades próximas, desconocidas para el gran público, el alimento con el que nutrir sus creaciones. Y hoy, casi 130 años después de aquel hito, Elisa Cepedal García (Barredos, 1982) puede considerarse una digna representante de esa forma tan afianzada, longeva e íntima de hacer cine. Hija de la Cuenca asturiana, el haber elegido Londres como su lugar de residencia desde 2005 no le ha impedido preservar su región de origen como escenario predilecto para su labor como cineasta experimental. La misma que en 2010, por su cortometraje ‘La playa’, la convirtió en ganadora del Primer Premio Nuevos Realizadores del Principado en el Festival Internacional de Cine de Gijón (FICX), y que en 2019 la hizo merecedora del Premio Especial del Jurado del mismo certamen por ‘El trabajo, o a quién le pertenece el mundo’, su primer largometraje, una crónica del final de la minería del carbón. Ahora, esta montadora y docente en la Universidad de Westminster regresa a ese FICX que la encumbró con la continuación de aquella primera película, ‘El cine, 5’, el relato en formato documental de los lazos de solidaridad creados en torno a la mina por los habitantes de su pueblo natal. Una auténtica inmersión en el pasado de su pueblo y en sus propias conexiones familiares que presenta en Sección Oficial, y sobre la que diserta con miGijón.
Su nombre ya se ha convertido en un habitual del FICX. ¿Con qué emociones encara esta 61º edición?
Sobre todo, llego con muchas ganas. Ganas de estar y de estrenar la película. Al final, la terminamos hace tres o cuatro semanas, apenas; con decir que la copia de proyección la completamos hace un par de semanas… Está siendo muy rápido terminar el proceso de postproducción y lanzarla al mundo, pero vale la pena. Es la primera vez que se verá en público, así que estoy con los nervios…
Tal como lo cuenta, parece una auténtica carrera contrarreloj… Y, aun así, ¿qué se encontrará el público? Sin spoilers, por favor.
Una historia de Barredos, el pueblo en el que me crié. Lo que es un pueblo minero de Laviana. Y en ‘El cine, 5’ cuento la historia de solidaridad, de organización vecinal y sindical, de ese pueblo durante los años del franquismo. Con un detalle muy importante: es un relato que se construye a partir del archivo fotográfico de mi abuelo, Corsino García Alonso, quien fue el fotógrafo local durante años.
¿Qué encontró al bucear en él?
Una historia fascinante. En Barredos la gente se movilizaba mucho, incluso en plena dictadura, aun a pesar de que las huelgas y las movilizaciones estaban prohibidas. Estamos hablando de finales de los 60 y principios de los 70; ya entonces protagonizaban muchas protestas: para pedir agua, para que la luz llegase al lugar… Y salía todo el pueblo. Pero también descubrí el archivo de mi abuelo en su dimensión más emocional. Yo sabía que él había sido fotógrafo, pero creía que lo había sido de bodas, comuniones, bautizos… Que hacía fotos y, luego, las vendía. A partir de la recuperación de este archivo, encontré una cantidad de fotos que no conocía. Cómo documentó aquellas protestas, los funerales mineros…
¿Y cree que esa solidaridad persiste a día de hoy? Tengamos en cuenta que es mucho lo que la minería ha soportado desde entonces…
Responderé con un ejemplo. Una de las historias que se cuenta en la película, aunque no llegué a profundizar en ella, es en el esfuerzo de un grupo de vecinos para recuperar una capilla que hay en lo alto de un monte cercano a Barredos. Era el clásico lugar en el siempre se hacían las fiestas del pueblo. Pues bien, este grupo de vecinos se juntó y empezó a recaudar fondos para restaurar el edificio, y todo el mundo, ya fuesen personas creyentes o no creyentes, se juntó y colaboró. Muestras de solidaridad como esa se han seguido viendo, así que… Diría que sí, sí.
«El hecho de ser de las Cuencas es lo que me hace tener conciencia política; no me sentiría cómoda yendo a rodar a otros lugares»
Dejando a un lado su obra, ¿ha tenido ocasión de tomarle la temperatura al cine de autor español? ¿En qué situación diría que se encuentra actualmente?
Realmente no lo sé. Vivo en Londres, y confieso que, a veces, pierdo un poco el hilo de lo que ocurre aquí. De hecho, me intereso más por lo que se muestra en festivales, y no tanto por lo que se proyecta en las salas. Ahora bien, en ese sentido sí estoy al tanto del trabajo de cineastas españoles, y puedo decir que ahora, verdaderamente, se está haciendo un cine increíble aquí, y que sí se puede llamar cine de autor con todas las de la ley. Estos días he visto obras de Celia Viada Caso, que estrena en la Sección oficial; de Ángel Santos, de Ramón Lluis Bande… Todos ellos aportan a un cine de autor que a mí me interesa mucho, y que demuestra que el nivel está alto.
De todos modos, a la vista de que reside en Reino Unido la mayor parte del tiempo, ¿percibe que los británicos valoren más y mejor esa forma de cine?
¡Al contrario! Creo que es cuando vengo a España, cuando visito festivales de aquí y hablo con compañeros cineastas, cuando siento una conexión mayor. En Reino Unido hay gente que hace trabajos experimentales pero, en general, hay una preocupación mucho más grande con la industria, una mayor apuesta por formas más convencionales de contar historias. Allí suele tenderse a fórmulas ya conocidas, con menos cambios. Diría que los españoles somos más experimentales que los británicos.
¿Y qué supone regresar a casa para rodar aquí, en Asturias? Porque el Principado parece haberse convertido en su plató predilecto…
Mira, el hecho de que sea de las Cuencas es lo que me hace tener conciencia política. Y, con el trabajo que hago, intento entender mi posición en el mundo. Esa conciencia me hace tener un compromiso con lo que filmo, e intento rehuir de un cine turista. No me sentiría cómoda yendo a otros lugares, donde me percibiría a mí misma como foránea, y rodar allí.
Hay otro aspecto del que es difícil abstraerse: usted es mujer, y se ha consagrado en una industria que, de un tiempo a esta parte, se ha convertido en uno de los banderines de enganche en la lucha por la plena igualdad de ambos sexos. A lo largo de estos años, ¿ha detectado dificultades de alguna clase por el hecho de ser mujer? Acceso a recursos, presencia en certámenes…
Si he de ser sincera, no lo sé. Creo que no, porque desde que yo quise empezar a hacer películas las hice. No fácilmente, eso es verdad, porque es difícil conseguir los medios y el tiempo cuando, al mismo tiempo una trabaja en otra cosa, pero no tengo la sensación de haberme topado con obstáculos por ser mujer. Si que, igual, a veces me he encontrado en festivales con figuras de hombres más propias de otros tiempos, un tanto… Paternalistas, diría. Muy condescendientes contigo por el hecho de ser mujer. Pero no es la regla.
¿Le han llegado relatos de compañeras del oficio que se hayan visto en situaciones diferentes a la suya?
Sí hay una especie de roles de género dentro de la industria muy definidos. El trabajo de cámara, de técnico de sonido, de foquista… Son oficios que, aunque cada vez se da menos, suelen estar copados por hombres. Pero insisto, y esto importante: se ven más y más mujeres desempeñando esas tareas. Y, al contrario, tradicionalmente el vestuario, el arte o el montaje han sido vistos como algo más propio de las mujeres. También ahí noto ese cambio… A la inversa, por supuesto.
Tras ‘El trabajo, o a quién le pertenece el mundo’ y, ahora, ‘El cine, 5’, se habla en los corrillos cinematográficos de que ha abonado el terreno para crear una auténtica ‘trilogía del carbón’. ¿Es cierto? ¿Veremos más entregas de esta suerte de saga dedicada a la minería asturiana?
Aún me quedan muchas cosas por explorar, muchas historias que contar. Eso es un hecho. Pero hasta que no pasen unos meses y ‘El cine, 5’ eche a andar, no me pondré con la siguiente idea. Todavía es pronto.
«Este año en el FICX hay mucha diversidad, y eso tiene una implicación importante: da a conocer al público muchas maneras distintas de hacer cine»
¿No se plantea tratar otros temas, aun siendo reivindicativos? Las luchas en el sector naval, la siderurgia, el ferrocarril… Asturias es rica en ejemplos.
Por ahora, la minería es lo que quiero seguir explorando. Quizá porque los conflictos en el naval y otros similares los conozco mucho menos, Así que continuaré haciendo trabajos e investigación en las Cuencas.
¿Y el cine comercial? ¿Le seduce?
He trabajado como montadora en producciones comerciales, pero reconozco que son formas narrativas que no me interesan mucho.
El suyo es un nombre ya consolidado en el FICX. ¿Qué impresión le suscita la cita de este año?
Creo que en esta edición, y digo esto sin haber estudiado a fondo el programa, se puede seguir viendo esa línea editorial que el FICX tiene desde que están a su frente personas como Alejandro Díaz Castaño, que ahora es el director, pero antes fue programador, o como el aún programador Fran Gallo. Se nota mucho la impronta de Fran con la sección ‘Tierras en Trance’, que incluye puramente el cine que a él le gusta. Son pinceladas que me llevan a sentir que este año el FICX sigue conservando ese espíritu de mostrar el mejor cine de autor que se puede proyectar.
¿De modo que conserva todo su potencial?
¡Por supuesto! Sólo hay que abrir el catálogo de este año para ver cuánto cine se muestra, y lo variado que puede llegar a ser… Creo que hay mucha diversidad, y eso tiene una implicación importante: da a conocer al público muchas maneras distintas de hacer cine.