Elisardo de la Torre, 3.000 metros obstáculos en Atlanta 96
«En Asturias solo hay dinero para proyectos faraónicos, pero el mundo del deporte, sobre todo el minoritario, se está olvidando y está cayendo»
“Empecé en 1990 de casualidad en el atletismo porque practicaba balonmano. Iba a fichar por el equipo junior del Teucro para después dar el salto a la Liga Asobal, pero decidí ir a correr con mis hermanos”
Elisardo de la Torre (Marín, 1971) empezó a correr casi de manera accidental. No entraba en sus planes ya que se dedicaba al balonmano. Sin embargo, decidió apostar y acabó compitiendo en los Juegos Olímpicos de Atlanta en 3.000 metros obstáculos. Lo más curioso es que lo hizo junto a su hermano Carlos (este en 1.000 metros’), algo que nadie ha conseguido repetir. Posteriormente aterrizó en Asturias para estudiar fisioterapia y hasta hoy. Echa en falta una mejor gestión del deporte y lamenta que los políticos solo estén para la foto.
26 años de su participación en la cita de Atlanta. ¿Todavía lo recuerda?
Cómo olvidarlo… Además últimamente recibo muchas llamadas y se ha hecho un libro de los olímpicos de aquella época. Parece que lo estamos recordando constantemente y eso que fue el siglo pasado, pero son momentos que no se borran de la cabeza.
1996 fue su año.
Quedé campeón de España en Málaga, hice la mínima olímpica que me permitió disfrutar de unos Juegos… Fue un año muy bueno. Lo recuerdo con mucho cariño, no solo por la Olimpiada, sino porque asistí a otros eventos y lo disfruté mucho. Además, aunque no era de lesionarme mucho, ese año el físico me respetó. En definitiva, un año muy bonito.
No es habitual competir junto a un hermano en una cita olímpica…
Hace poco lo comentaba con él: somos los únicos atletas hermanos gallegos olímpicos de atletismo de la historia. Nunca se había producido un acontecimiento así, ni se ha vuelto a repetir. Fue un orgullo y estuvo muy bien, pero cuando estás inmerso en esa dinámica no se vive igual. Las cosas se disfrutan más cuando vuelves y pasa el tiempo. Igual que hubo un intento de atentado en Atlanta y los atletas ni nos dimos cuenta.
Barcelona 92 fue, quizá, más especial para usted. Su hermano competía…
Sí. Se juntan varias cosas: tu país, mi hermano en la pista, yo acababa de empezar y ni siquiera me había planteado los logros que después conseguí. Era algo muy especial porque además fue una olimpiada que la gente recuerda con mucha alegría. Así como en Atlanta la gente competía y se iba rápidamente, no había un ambiente festivo después de la competición, en Barcelona mi hermano me contaba que hubo mucha alegría, mucho compañerismo… Las demás olimpiadas fueron diferentes. En Atlanta la gente no estaba tan animada. Después viví muchas olimpiadas universitarias también y había otro ambiente, pero Barcelona fue especial para los que la disputaron y los que la disfrutamos desde casa.
¿Diría que Atlanta fue una cita descafeinada?
Sí, porque ese año se correspondía con el centenario de la Olimpiada y tendría que haber sido en Grecia. Fue un poco ‘robada’ por el capitalismo, el dinero, la Coca-Cola (risas). La gente decía que el centenario tenía que haberse celebrado en Atenas y los americanos, aunque lo hacen todo a lo grande, no consiguieron eses ambiente olímpico y deportivo necesario. Por ejemplo, en Sídney sí lo hubo y fue especial por ser en Australia, otro continente.
Cuando veía en Barcelona a su hermano, ¿soñaba con ser partícipe de unos Juegos cuatro años después?
No, de hecho ni me lo había planteado. Empecé en 1990 de casualidad en el atletismo porque practicaba balonmano. Iba a fichar por el equipo junior del Teucro para después dar el salto a la Liga Asobal. Lo que sucedió es que estaba en un equipo de Marín y en ese momento decidí ir a correr con mis hermanos, aguanté el ritmo y Carlos Landín -el único entrenador que tuve- me dijo: ‘Tú vales para esto’. Me metí, pero fue todo espontáneamente, año a año, y me encontré con la Olimpiada sin quererlo. Hice la marca, pero no la buscaba ni me la planteaba porque me parecía algo inalcanzable. Mi hermano había ido en 3.000 obstáculos, algo que era mucho más difícil, sobre todo, por el dominio de los keniatas porque sólo van 36 atletas y las mínimas son duras. Fue una experiencia única, igual que el campeonato de Europa en 1994 de Helsinki. Me prestó muchísimo porque allí sí era solo atletismo, fue bestial, pero nunca me había planteado una Olimpiada ni un Mundial.
“Me da mucha pena ver cómo los gestores están ahí casi siempre para la foto y en deportes minoritarios, como atletismo o piragüismo, no entiendo por qué no hay más apoyo igual que hacen países como Italia”
¿Podía haber llegado a Sídney?
Sí. Fue una pequeña frustración porque quería ir por lo que significaba Sídney: el medio ambiente, conocer Australia, todo lo que había oído hablar de ese país. Me quedé un poco frustrado porque estaba en un buen estado de forma y no lo conseguí. En el año 2000 hice además la mejor marca y en Barcelona quedé quinto, pero no lo logré. Me quedó la espinita clavada, igual que la de bajar de 08:20:00. Cuando lo logré, podía haber hecho 08:14.00 u 08:15:00, pero no hay marcha atrás, son circunstancias y creo que bastante corrí. A mí no me gustaba (risas) y llegué a una olimpiada, mundiales… El atletismo creó el hombre que soy ahora y la disciplina que tuve después para estudiar y para la vida, me marcó mucho.
¿Por qué decide retirarse?
Es un tema un poco conflictivo porque a pesar de que entrenaba y estaba haciendo mis mejores marcas, las clasificaciones eran peores. Había un boom del dopaje en el mundo del atletismo, dedicaba mucho tiempo a entrenar, el dinero empezaba a bajar y decidí que para quitar tiempo a la familia, al ocio o a los estudios había que tomar una decisión: dejarlo o empezar a formar parte de la ‘feria’ en la que se estaba convirtiendo en aquellos momentos el deporte, es decir, doparme y comenzar a tomar productos prohibidos para estar al mismo nivel. Decidí dar un paso atrás y seguir corriendo, pero a nivel nacional o regional, en este caso en Asturias.
¿Acabó decepcionado con el deporte o con sus gestores?
Con los gestores más bien. Sigo relacionado con el mundo del deporte y los deportistas, salvo excepciones, son magníficos. Me da mucha pena ver cómo los gestores están ahí casi siempre para la foto y en deportes minoritarios, como atletismo o piragüismo, no entiendo por qué no hay más apoyo igual que hacen países como Italia. La gente tiene que dedicar muchísimo tiempo a entrenar e intentar conseguir medallas y no hay un apoyo. Los gestores siempre dicen que van a apoyar, pero todo se queda en agua de borrajas. Es impresionante ver cómo han pasado los años y siguen actuando exactamente igual que antes. Ahora está de moda apoyar el fútbol femenino, el deporte femenino, pero no es realmente algo que traiga detrás una base para que el deporte en España siga sacando muy buenos profesionales. Hay que tener en cuenta que es asombroso la cantidad de deportistas de alto nivel que tenemos con lo pequeñito que es nuestro país si se compara con Alemania o Inglaterra. Por ejemplo, los ingleses casi no tienen baloncesto y aquí somos unos máquinas, ahora campeones de Europa. Tenemos tenistas, atletas, jugadores del balonmano… Es increíble cómo no hay un mayor apoyo al deporte.
Su carrera se desarrolla ahora en el mundo de la fisioterapia. ¿Es más gratificante?
Durante 16 años he tratado a muchos deportistas. Eso siempre te recuerda, te hace estar aún en ese mundo y vivirlo. Es gratificante cuando has recuperado lesiones porque es el momento en el cual el deportista se viene abajo, pierde su ilusión y todo es negro. Estar ayudándole y ver cómo se ilusiona de nuevo, comprobar cómo puede volver a intentar conseguir sus objetivos es muy gratificante porque, evidentemente, estás ayudando a las personas a ser felices y a volver a competir. Eso es muy bonito.
¿Cuándo uno cuelga las zapatillas nota la soledad?
Lo que se nota es lo rápido que la gente se olvida absolutamente de todo. Al final siempre queda la familia, los amigos, los recuerdos y la gente que estuvo, sobre todo, en este deporte que es el atletismo. ¿Soledad? En mi caso soy bastante social y no lo noto, pero es verdad que hay ejemplos muy claros de gente que, una vez pasado al mundo ‘laboral’, no lo han llevado bien y se han suicidado porque han sentido que estaban totalmente abandonados. Personas que se han volcado con su deporte y no entienden cómo de repente la gente se olvida de ellos. Yo me he volcado al 100% en los entrenamientos, en la competición, pero no simplemente en mi deporte. He hecho otras cosas porque siempre me ha gustado estudiar, trabajar y he tenido diversos factores en los cuales me he sentido apoyado y nunca solo.
«¿Consejería de Deportes en Asturias? No comprendo cómo no se ve la proyección que puede tener el deporte. Al final es siempre lo mismo: quienes lo gestionan no tienen mucha idea»
Gallego de nacimiento, pero ‘asturiano’ de adopción’.
Voy a cumplir 51 años y casi llevo más años en Asturias que en Galicia, desde 1998. Acabé en Asturias porque vine a estudiar fisioterapia después de que la universidad y, sobre todo, mi amigo Juan Puerta en paz descanse, me lo pidieran muchas veces. Él estaba empeñado en que viniera a entrenar, éramos muy amigos, como hermanos y dije: ‘Vamos a tirar, dar un paso adelante y me voy a Asturias. Al fin y al cabo esto es muy parecido a Galicia, ¿no?’. Estaba estudiando INEF, me gustaba fisioterapia y ya trabajaba de masajista. Vine, estudié, compartimos entrenamientos -desgraciadamente poco tiempo- y me establecí en Asturias cuando acabé la carrera. Empecé a trabajar con unos amigos, luego están las mujeres asturianas (risas)… Me sentí como en casa, aquí estoy y aquí me quedaré; no voy a volver a Galicia salvo de visita para ver a mi madre y mis hermanos. Me siento ya asturiano y soy un caso parecido a Carlos Pérez Rial, ese monstruo del piragüismo. Él nació en Cangas de Morrazo y yo en Marín, muy cerca y aquí estamos los dos (risas).
¿Cómo valoraría el trato que da el Gobierno asturiano al deporte?
No creo que haya mucho apoyo, por lo menos en el atletismo no hay becas. Ya ves que no salen atletas, no hay el nivel que había cuando estaba Bruno Toledo, Juan Puerta, incluso Iván Hierro que es de Santander, pero entrenaba en Asturias. Antes había mucho más apoyo al deporte que ahora. En la actualidad hay más apoyo al deporte espectáculo, pero el de base no veo que haya avanzado mucho y estamos comparándolo con mi época que era el siglo pasado. Este siglo no hemos avanzado sino que hemos retrocedido no solo a nivel de Asturias sino de España. Ahora las becas hay que ganarlas cada seis meses con unos resultados increíbles. Parece que hay que sacar medalla para todo, como si solo se compitiera en España y no hubiera otros países. El mundo es muy grande y pedir una medalla olímpica o en un mundial para tener una beca es no saber de la gestión del deporte. Asturias está en esa línea: solo hay dinero para proyectos faraónicos, pero el mundo del deporte, sobre todo el minoritario, se está olvidando y está cayendo.
Usted viene de Galicia, comunidad que se comporta de manera distinta con el deporte.
Por lo menos en mi época había bastante apoyo. El presidente Manuel Fraga mandaba cartas, estaba pendiente de los deportistas. Es verdad que últimamente bajó un poco, pero es una comunidad autónoma grande, con muchos deportistas de alto nivel y sí están un poco más pendientes. Hubo épocas en la que destinó más dinero, pero a nivel de deportivo sí prestan más atención a sus deportistas.
«El enorme mérito que tiene Asturias, con un millón de habitantes y bajando, es haber tenido tantos deportistas y profesionales en todos sus estamentos: entrenadores, jueces…»
¿Le entra en la cabeza que Asturias sea de las pocas comunidades autónomas que no tenga una consejería propia de Deportes?
No me había dado cuenta de que no la tiene, pero no lo entiendo. El deporte mueve muchísimas cosas en distintos ámbitos. No comprendo cómo no se ve la proyección que puede tener el deporte en todos los aspectos de la sociedad e incluso en lo económico. Al final es siempre lo mismo: quienes gestionan el deporte no tienen mucha idea, los asesores están más pendientes de la foto que de gestionar y así nos va. El deporte parece el gran olvidado de los políticos, deporte y cultura siempre tienen el presupuesto menor y no lo entiendo porque se podría hacer una gestión muy eficiente y con unos resultados espectaculares económicos, incluso para la región, porque esto atrae mucho. Gijón, por ejemplo, sí está volcada con el deporte. Tienen competiciones y eso redunda en hostelería, transporte… De eso tendrían que darse cuenta los políticos. Aparte de fomentar el deporte y lo que significa de ahorro en sanidad si la gente lo practicara, si se dieran cuenta tendrían una consejería propia porque se pueden hacer muchas más cosas.
La Familia Olímpica del Principado inicia una nueva andadura y uno de los proyectos es un Museo Olímpico para la región después de más de dos décadas peleándolo.
El enorme mérito que tiene Asturias, con un millón de habitantes y bajando, es haber tenido tantos deportistas y profesionales en todos sus estamentos: entrenadores, jueces… No hacer nada es no darle la importancia a la cantidad y calidad de las personas que viven en Asturias. El asturiano es un personaje tremendo y con un éxito impresionante porque es una región pequeña. Que no haya un museo con la cantidad de olímpicos que hay… Recuerdo la primera vez que fui a Candás y vi a la entrada el cartel que dice: ‘Villa de Olímpicos’. Cuando pregunté las razones del cartel y me explicaron que de allí habían salido unos cuantos deportistas olímpicos quedé asombrado, es decir, que haya olímpicos en Madrid, en Barcelona con la cantidad de gente que hay es algo normal, pero Asturias es muy pequeñita. Eso sucede a nivel gallego con Santiago. Llevan buscando un atleta olímpico toda la historia, nunca han tenido uno y es la capital de Galicia. Solo con ese ejemplo los asturianos tienen que estar orgullosos, tendría que haber un museo y más esplendor del movimiento olímpico.