Entrevista al arquitecto que lideró el proyecto europeo ‘InnovaConcrete’ para abordar el estado de la obra de Chillida
La limpieza de las pintadas comenzará en enero y precederá al proyecto de rehabilitación: «Actuar sobre el acero sin afectar la superficie genera una espiral de problemas. Hay que detener los procesos de deterioro, no curarlo»
La ‘piel’ del Elogio del Horizonte, uno de los símbolos de Gijón, muestra las arrugas fruto del paso del tiempo y la penetración de cloruros en el hormigón hasta sus hierros. A pesar de que la estructura de la obra de Eduardo Chillida «no corre riesgos» inminentes, es hora de que se aborde un proyecto de rehabilitación para «frenar este proceso de deterioro». Al menos, esas son las conclusiones a las que ha llegado el arquitecto Lorenzo Fernández-Ordóñez (Estudio Guadiana) mediante el recientemente terminado proyecto europeo ‘InnovaConcrete’ para conocer en profundidad el estado de la escultura con el apoyo de la Fundación Chillida-Belzunce.
Acaban de presentar las conclusiones del estudio. ¿En qué estado se encuentra el Elogio?
La escultura tiene un ataque de cloruros. Esas sales es normal que estén cerca del mar y también en sitios donde hay polución. Está en un sitio muy expuesto a la zona industrial y el mar.
¿Y cómo afectan a la escultura?
El problema surge cuando los cloruros penetran en el hormigón y entran en contacto con las barras de acero. Estas se corroen, se hinchan y rompen el acero que está entre el aire y ese acero. Se produce un aplacado. Se genera una placa que se agrieta o se cae.
En definitiva, el paso del tiempo y la química están mermando el hormigón.
Aunque nosotros tenemos una visión de que el hormigón es como una piedra, una construcción casi eterna, la realidad es que está hecho por el hombre. Es un producto químico y no es termodinámicamente estable. Su pH al intercambiarse con el aire va alterando el material. Son procesos muy lentos. Teníamos varias hipótesis de lo que le podía estar pasando al hormigón del Elogio. Cuando se enfrentaba a una obra de arte, Chillida quería que le sorprendiera y experimentar. Huía de lo técnico. Ir un poco más allá. Está muy bien como artista, pero técnicamente es otra cosa. Y con el paso del tiempo llegan los problemas.
¿Podrían quedarse desnudos estos hierros?
No es un problema de un día para otro. Los hierros no van a quedar en la superficie. Las que podrían generar problemas ya lo han hecho. Cuando se construyó el Elogio se plantearon unos recubrimientos bastante grandes porque estaba en un medio marino, pero en algún momento algunos hierros se desplazaron y son los que están dando problemas. Son los más expuestos, pero la mayoría tienen más de ocho centímetros de protección. Es margen suficiente.
¿Cómo se puede combatir este ataque?
Hay varios procedimientos. En la restauración de piedra se meten una especie de compresas con agua destinada para que se chupe el agua y arrastre la sal. Lo ideal sería desalarlo lo máximo posible y luego evitar que el proceso siga. Para evitar que los cloruros sigan atacando hay que hidrofugar con unos materiales que evitan que el agua entre la escultura y, por tanto, también las sales. Es una capa de protección. Las pruebas que hemos hechos tenían como objetivo ver si esta nueva ‘piel’ cambiaba el color o el tono de la escultura. No lo ha hecho y la familia Chillida ha comprobado que es correcto y aceptable para el aspecto de la obra.
«A nadie le entraría en la cabeza picar el David de Miguel Ángel… lo mismo ocurre con el Elogio»
¿Y qué pasa con las zonas ya dañadas de la escultura?
Lo importante es que ya sabemos lo que le pasa. En algunas zonas se ha roto ya la ‘carcasa’ de la escultura. Ahí hay que colocar un mortero para que vuelva a darle su forma original. Si tienes una obra antigua, el mortero nuevo es más rígido y dilata de forma diferente. Puede ser un problema porque con el tiempo se produce un mecanismo de separación de los materiales nuevos y viejos. Hemos hecho pruebas con unos que funcionan muy bien y llevan año y medio sin dar problemas en el Elogio. Hay otra cuestión. Es cuando se forman placas, pero aún no se han caído. Los detectamos con cámaras térmicas. Vemos que se está formando una piel. En esas zonas hay que hacer un procedimiento diferente con unas inyecciones de resina para fijarlas.
Al final, este trabajo no puede trastocar el espíritu de la obra.
En el hormigón hay mucha metodología para las obras. Si el Elogio fuera un puente, sería mucho más fácil. No es una obra de arte. Restituyes la piel y ya está. Pero si a nadie le entraría en la cabeza picar el David de Miguel Ángel… con el Elogio tampoco. El proyecto consiste en abordar cómo se debe actuar en estas obras. Es algo que no está escrito. Actuar sobre el acero sin afectar la superficie genera una espiral de problemas. Supone detener los procesos de deterioro, más que curarlo. Ya no se revierte.
Entonces, ¿no hay forma de darle la vuelta al proceso?
Hay productos nuevos que sí revierten, pero es demasiado pronto para aplicarlos porque, al ser tan novedosos, no podemos saber cómo afectarán a la estructura a largo plazo. Si los usásemos, quizás dentro de 15 años podrían generar problemas peores que el original. Es un riesgo que no se debe correr. Repito. No lo haríamos con el David de Miguel Ángel.
Hablaba antes de diagnóstico. Si el Elogio fuese un paciente, ¿cuál sería su estado?
El problema es el aspecto visual, de ‘piel’. Lo primero que hicimos en el proyecto es un análisis de la estructura. Y está bien. No hay ningún riesgo de que se desplace o caiga. Hay unas barras muy cerca de la superficie y eso hace que se formen placas y se caigan. Es como las arrugas de la cara. Con cierto tiempo te salen. El propio Chillida y muchas artistas han hablado de que el tiempo también pinta, pero sí que ha llegado el momento de que no tenga más arrugas para que no se convierta en una calavera. Si no hiciéramos nada, acabarían formándose más placas. Al cabo de 500 años se caerían muchas más piezas.
Otro problema es el de las pintadas.
La parte baja del Elogio, como dos metros, es una franja de otro color. Está provocado por la limpieza de los grafitis. Lo que ha hecho la limpieza ha sido erosionar, como si hubieran aplicado un papel de lija. Entonces la piel en esa zona ha cambiado. Tiene una textura diferente, más árida, mientras que la zona alta tiene más microorganismos. Es más lechada. Ahora hay que tomar la decisión de si dejar esa textura original de la parte interna de la escultura o si mimetizarlo con lo de arriba.
¿Han hablado con el Ayuntamiento o el Principado respecto a estas posibles actuaciones?
El Ayuntamiento quiere limpiar el Elogio. Durante el proyecto les pedimos que no lo hicieran hasta saber lo que ocurría en la parte de abajo. Ahora se va a limpiar esas pintadas y darle una capa de protección para poder retirar futuras pintadas sin erosionar. Tenemos ya un protocolo para la limpieza. Es lo primero que se va a hacer.
«En enero se van a limpiar las pintadas y se dará una capa de protección para poder retirar futuros garabatos sin erosionar la superficie»
¿Y sobre la restauración?
Al Ayuntamiento ya le hemos comunicado que lo prioritario es limpiar y proteger la zona de debajo de las pintadas. Lo vamos a acometer en enero o febrero, como muy tarde. La restauración necesitará un proyecto de más calado.
¿Cuánto puede costar? ¿Y cuánto tiempo puede llevar ejecutarlo?
Ahora mismo aún no manejamos unas cifras, darlas sería precipitado. No quiero aventurarme, pero podría no ser un gasto abultado. El principal problema es que habría que montar un andamio y una plataforma para llegar a todos los sitios del Elogio. Estos medios auxiliares se suman a una climatología que te dificulta trabajar. Una vez que se apruebe el proyecto de restauración, ya serían las autoridades las encargadas de lanzar la contratación. Solo puedo decir buenas palabras del Ayuntamiento. Nos han apoyado en todo el proceso y ha puesto muchísimas facilidades. Nos han escuchado y puesto interés. Y que estén los Chillida da mucha seguridad dentro del proyecto. Fue muy difícil para mí como técnico llegar y decir al Ayuntamiento que no sabía lo que le pasaba a la escultura y que necesitaba hacer un montón de pruebas. Ha sido una suerte inmensa, porque este estudio servirá para abordar la restauración de otras estructuras.
¿Han descubierto algo que no se esperaban?
Chillida para hacer una escultura en acero antes se pasaba a yeso. Y luego en forespan para el encofrado. Hemos escaneado la escultura y luego hemos escaneado el original. Y resulta que no casan exactamente. No casan porque Chillida iba tomando decisiones sobre la marcha. Me ha sorprendido. Claro, los planos responden a la pieza, pero luego el encofrado lo cambió y adaptó a lo que veía sobre la marcha. Eso lo hace más especial. Las piezas originales no son fieles a la escultura al cien por cien.