«Fue muy grande Eloy en los terrenos de juego a pesar de su corta estatura o quizás por eso mismo. Los pequeñitos compensan sus cortas piernas con una rapidez mental envidiable»
Cada vez que entro en casa me saluda un trasgu de escayola que lleva acompañando a mi familia hace ya cuatro mudanzas. Son setenta centímetros de gorro naranja, casaca verde y calzas rojiblancas. Su pícara sonrisa me recuerda a la de Eloy Olaya. A los 15 años Olaya ya era futbolista, debutó con el primer equipo en un partido de Copa contra el Turón, marcando un gol. Pasó del agreste campo del Inmaculada a «los verdes» terrenos del fútbol profesional. Novoa decidió poner a un crío en 1979, y en 1982, Vujadin Boskov le dio cinco minutos ante Osasuna en El Molinón. Tres años después se enfundó por vez primera la elástica roja de la selección en Zaragoza. En un España-Austria sin goles. Fue protagonista absoluto con Ablanedo, otro sportinguista, en el triunfo de España en la Eurocopa sub 21. Con el gol que marcó en la prórroga de la semifinal frente a Hungría se plantaron en una final que acabarían ganando a Italia, gracias al Gatu parapenaltis.
México conoció la mejor cara de Eloy y también una losa que le acompañó toda su carrera. Desde el gol a Argelia y el partidazo de «El Buitre» y el pequeño gijonés ante los daneses, que cayeron con estrépito por 1-5 frente a una desatada selección hasta el recordado penalti que detuvo Jean Marie Pfaff, fallado por el trasgu prodigioso. Olaya siempre comenta lo injusto de ese sambenito: «Zubi no paró ni una sola pena máxima y se fue de rositas». Aquel fue un Mundial improvisado ante la renuncia de Colombia. Mal organizado en los despachos y bien jugado en los estadios. Bilardo se pasó el partido España-Bélgica encerrado en una habitación, rezando, y sintió un alivio inmenso al saber que los belgas se convertían en oponentes de los argentinos en semifinales. Fue muy grande Eloy en los terrenos de juego a pesar de su corta estatura o quizás por eso mismo. Los pequeñitos compensan sus cortas piernas con una rapidez mental envidiable, el último pase era la especialidad de la casa sin desdeñar a la habilidad para controlar, desbordar y apuntillar a defensas y porteros con la picardía por bandera. La que tienen los listos, aquellos que se hacen dueños de la pelota en calles, parques, descampados y patios.
Formó duplas estupendas: con Pardeza en la Sub-21, Butragueño en México, Lucho Flores en el Sporting, Lubo Penev en el Valencia… El club «Che» fichó al delantero gijonés en el verano de 1988, el mexicano Flores también sería de la partida aunque ya no encontrarían la mágica chispa de aquel 0-4 al FC Barcelona de Venables, el 28 de febrero de 1987, con gol del mexicano, doblete de Eloy y el último para Luismi. Narró el partido en la radio con su energía habitual el gran Gaspar Rosety y lo calificó como «algo increíble pero absolutamente cierto».
Habría más etapas de Eloy en el Sporting. Discurridas siete temporadas en el Valencia regresó al club rojiblanco en la temporada 95-96 y en El Molinón volvió a compartir buenos momentos con Julio Salinas «Bota de oro Salinas», igual que en México, diez años atrás. Firmaría su último contrato profesional como futbolista en el CD Badajoz, le convenció el míster del equipo pacense: Antonio Maceda. En 1998 colgaba las botas en tierras extremeñas. La última de sus etapas en el Sporting (por el momento), transcurrió entre los años 2001 y 2006, suya fue la arriesgada apuesta de colocar a Marcelino García Toral como entrenador del equipo. Los años le dieron la razón. Es Eloy José Olaya Prendes un ser humano cercano, buen comunicador y un tipo de palabra, así lo demuestra en los micros de mi radio: RPA, comentando los partidos del Sporting. Así me lo demostró en unas cuantas presentaciones del libro «Yo soy de Quini». Del Brujo aprendió que vale más ser auténtico y sincero que el mejor de los goleadores.