
Con el abrigo empapado y los vaqueros húmedos teñidos en azul oscuro buscó entre su memoria un momento feliz en El Molinón y encontró con rapidez un partido épico. El 16 de enero de 1994: Sporting 7 Osasuna 1
Era tal la querencia de Emilio por el Sporting que buscaba ejemplos entre lo cotidiano para trasladarlos a una vivencia o a un buen recuerdo siguiendo al equipo de sus amores. Si se levantaba una mañana griposo se acordaba del «Non podo» de Gomes y después de un mal día citaba a Manolo Preciado con el inconfundible lema del cántabro bigotón: «Mañana saldrá el sol». La pasada tarde Emilio regresaba a su casa en Cimavilla, después de una jornada laboral sin concesiones. Escoltado por el frío, la lluvia y el viento se arrimaba a las paredes de las calles estrechas, huyendo de plazas y avenidas en su condición de peatón impenitente. Con el abrigo empapado y los vaqueros húmedos teñidos en azul oscuro buscó entre su memoria un momento feliz en El Molinón y encontró con rapidez un partido épico.
El 16 de enero de 1994: Sporting 7 Osasuna 1. El pitido inicial del árbitro vino acompañado de un espectacular granizo. Los navarros chapotearon en el barro con torpeza, quedando noqueados por un Sporting con un once arrollador: Emilio, Arturo, Abelardo, Muñiz, Pablo, Óscar, Castaño, Miner, Sabou, Stanic y Escaich. Stanic firmó un partidazo y Escaich consiguió cuatro chicharros como cuatro soles en la goleada del nubarrón, que descargó agua de manera inmisericorde al ritmo goleador de los rojiblancos. Al final del partido Emilio pudo animar a su tocayo, el guardameta de su equipo: «Eres grande Emilio, ojalá te quedes aquí muchos años». El cancerbero sonrió y le tiró sus embarrados guantes. Y Emilio «el playu» aún los conserva cual tesoro de bucanero. Emilio José Isierte Aguilar dejó el Club Deportivo Castellón para fichar por un Sporting que pagó 80 millones en concepto de traspaso. Firmó cuatro temporadas y jugó dos: la 91-92 y la 93-94. Con una cesión al Español en la campaña 92-93. La directiva periquita quiso hacerse con sus servicios pero no pudieron o no quisieron afrontar los 30 millones exigidos por el Sporting.
En Gijón cubrió con solvencia las ausencias de Ablanedo por lesión. Fue Emilio Imbatible Isierte durante siete partidos, siete partidos sin encajar un gol, siete partidos sumando un récord a su carrera, que sigue vigente en el club como portero sportinguista en Primera División, siete partidos consecutivos sin ver su puerta perforada. Ganándose a la afición, una «torcida» que ya empezaba a dudar entre «el gatu» Ablanedo y Emilio Isierte. Es imposible borrar de la memoria rojiblanca en «Europa», la inolvidable y sufrida eliminatoria contra el Partizan en la Copa de la UEFA en 1991. El Sporting partía, en teoría, con una cómoda ventaja. El 18 de septiembre, Monchu y Luhovy habían «vacunado» a los de Belgrado en El Molinón. Y se presentaron con dos a cero de ventaja en Estambul, ciudad que ejercía de local por culpa de una incipiente guerra en los Balcanes. Aquel 3 de octubre de 1991 el frío se convirtió en uno de los protagonistas del match, que terminó dando la victoria al Partizan por 2-0, igualando la eliminatoria.
En la tanda de penaltis el héroe fue Emilio. Marcaron Avelino, Joaquín, Arturo y falló Luhovy. Isierte «anestesió» el fallo del checo y detuvo los lanzamientos de Mijatovic y Novak, antes Gudelj había enviado el balón fuera de los tres palos. Gijón podía seguir paseando su nombre por Europa y el cancerbero recibió un alud de abrazos de todos sus compañeros. Cariño que nunca demostró la directiva, llegando a dejar fuera de la pretemporada, en su última campaña en el club, al bueno de Emilio. Fichó por el Lleida en el 94 y se retiró en el Castellón en el año 2000. No se pudo alejar del fútbol y es posible que jamás lo haga. Trabajó como segundo entrenador y preparador de porteros en el Castellón, Mallorca, Recre, Córdoba y Granada. Dicen los que conocen bien a Emilio que a veces se acerca a contemplar la mar en días de invierno. Y si está viene encabritada, recuerda con media sonrisa la playa de San Lorenzo, el Cantábrico y las tardes de frío, tempestad y gloria con el Sporting.