El colegio, referente de multiculturalidad en la ciudad, inaugura el curso escolar con su alumnado elevado a 115 niños de veintitrés países, y con la perspectiva de lograr la ansiada rehabilitación integral del complejo
La pequeña Varvara está lejos, muy lejos, de su hogar. Casi 4.000 kilómetros la separan de su San Petersburgo natal, del ruso que ha escuchado y aprendido en sus seis años de vida, de lo conocido hasta la fecha… Sin embargo, en su forma de contemplar ayer la imponente estructura del colegio público Los Campos, y de relacionarse con los que serán sus compañeros de clase en 2º de Primaria durante el próximo curso, no había desconcierto o temor. Todo lo contrario. Emocionada y con ganas palpables, a la niña le costaba permanecer al lado de su madre, Yulia Kontorova, y de su hermana, Kseniia, matriculada en 6º. Y no es para menos; más allá de la ilusión desbocada propia de la niñez, esta familia, que llegó a España desde la ‘ciudad de los zares’ hace apenas un año, eligió el centro gijonés motivada no sólo por la disponibilidad de plazas, sino también por las buenas valoraciones que el colegio acumula en materia de calidad educativa, trato al alumnado y, sobre todo, integración cultural. Veintitrés nacionalidades distintas, cuatro continentes, 115 estudiantes… Las cifras marean.
«Nos hemos convertido en un crisol de culturas», reía en la mañana de este lunes Antoni Medina, director del Los Campos por segundo año consecutivo, mientras observaba, atento, las filas de niños dispuestas en el patio, preparadas para acceder a las aulas en su primer día del curso. Con las canciones de la banda británica Queen sonando en la megafonía para dar la bienvenida a los pequeños, desde la cercana calle Alarcón decenas de padres y madres, como la propia Yulia, despedían y fotografiaban a sus hijos… Que, todo sea dicho, poco caso hacían a sus progenitores, más ocupados en reencontrarse con compañeros y en hacer nuevos amigos. Españoles, colombianos, keniatas, estadounidenses, ucranianos, paraguayos, rumanos, mexicanos… Nada de todo eso importa, discrimina o limita. Ni siquiera, por la diferencia de idioma.
Para Medina lo vivido ayer, en la inauguración del curso 2023-24, es la confirmación de la condición del colegio como referente de multiculturalidad. No en vano, el Los Campos encara el momento con «expectativas muy positivas», habiendo multiplicado el número de matriculaciones, «algo difícil de decir en estos tiempos de baja natalidad», y avanzando en el lavado de imagen del complejo. Atrás parecen haber quedado los tiempos en que ese crisol de orígenes, extracciones sociales, tradiciones y demás matices eran foco de prejuicios y críticas. ¿El secreto? «Lo enfocamos como una oportunidad de aprendizaje, de conocer otras culturas, y la AMPA y las familias están encantadas; de las que vienen, ninguna se quiere ir», aclara el director. La filosofía que subyace bajo su estrategia es simple: «el éxito escolar no se basa sólo en lo académico, sino también en lo social y emocional».
«Aquí los niños tienen una ventanita al mundo en la propia escuela», celebran los padres
Por supuesto, lograr algo así no es sencillo, y no sólo por los distintos orígenes geográficos, o por la ocasional barrera del idioma. «Tenemos familias en situación de vulnerabilidad, que vienen de experiencias muy difíciles; es un porcentaje considerable, y hay que cuidarlo mucho», concreta Medina. Algo que se ha notado, particularmente, con los alumnos procedentes de Ucrania, a menudo exiliados con sus padres para huir de la guerra. «Por suerte, contamos con ratios bajas, que nos permiten dar una atención individualizada y tener dos profesores en una misma aula; eso nos ayuda mucho, como también el refuerzo especializado en los alumnos con necesidades particulares», añade. Todo un logro para un cuadro docente formado por dieciséis profesores, que «combina veteranía y gente joven con nuevas ideas, y que empuja».
Esa capacidad de iniciativa es una de las razones que ha convencido a la paraguaya Ilda González, madre del pequeño Bryan Ezequiel, de que su hijo debe continuar en el Los Campos, en el que ya acumula siete años de docencia. «Los niños deberían venir aquí para conocer cómo se vive en otras parte del mundo, y todo lo que nos une», reflexiona, contenta porque «los profesores son buena gente, la educación es de calidad, los compañeros se portan… No tengo queja». Una opinión compartida por Andra Mogoanta, que hace dieciocho años abandonó Rumanía y que, este lunes, vio a su hija Sofía, de seis años, comenzar Primaria. «Todas las vacaciones no paraba de decir que cuándo empezaba el cole», recuerda, encantada de que «no haya color, ni nacionalidad. Sólo alumnos y compañeros, y es mejor así; muchos otros centros deberían aprender de este». Del mismo modo se expresa el mexicano Esteban Alcaraz, padre de Romina, y para el cual la multiculturalidad «eso «suma bastante a la percepción que tienen del planeta en el que viven. Están en contacto con diferentes culturas, personalidades, estilos de gastronomía… Tienen una ventanita al mundo en la propia escuela».
Pero no todo es miel sobre hojuelas. Como casi todos los centros educativos, el Los Campos tiene ciertas asignaturas pendiente; dos, en concreto. La primera, para nada desconocida en el sector educativo público, un refuerzo humano. No en materia educativa, pero sí «de orientación; tenemos asignada una orientadora, pero sus horas no son suficientes. Bastaría conque se las ampliasen». Por otro lado, el colegio está a expensas de que el Ayuntamiento apruebe su proyecto ‘Un cole, un mundo’, centrado en divulgar entre los estudiantes músicas, juegos y culturas del mundo. Y, sobremanera, Medina y su equipo esperan como agua de mayo que se conceda la rehabilitación integral del complejo que, confían, se hará realidad a lo largo de este curso recién iniciado. Tres peticiones enfocadas a apuntalar un éxito al que se pretende dar continuidad durante los próximos meses. «Potenciaremos lo que funcionó, y mejoraremos lo que haya que mejorar», concluye el director, visiblemente satisfecho. «Hemos conseguido lavar la imagen del colegio, y ese es el camino que deseamos seguir. Y que las familias nos sigan viendo como un referente. Con eso, estaremos más que satisfechos».