Fue un guiño a Guipúzcoa, la tierra de su abuelo, copiando el escudo de la Real Sociedad de San Sebastián y que fue diseñado por Alfonso Sena

La historia oficial del Sporting nos dice que la primera de las camisetas rojiblancas que llevaron escudo fue la de 1922, con aquel precioso emblema que lucía a Pelayo acompañado de los colores de la ciudad, pero lo cierto es que hubo una zamarra anterior. Todo empezó con la llegada a la presidencia de Enrique Guisasola. Enrique Guisasola Martínez nació en Oviedo en el año 1880. Era hijo de un empleado del ferrocarril, Ciriaco Guisasola Torre, y de una ama de casa, Ceferina Martínez González (tía a su vez de uno de los precursores del equipo de fútbol Unión Escolar Ovetense, Antonio González Uría).
Ciriaco Guisasola fue trasladado a Gijón y nombrado jefe de estación de esta localidad, por lo que de bien niño Enrique Guisasola residió en esta ciudad. La familia vivía en la plaza Mayor, en el edificio en el que hoy se ubica una conocida sidrería. Allí se asentaron el matrimonio y sus seis hijos. Enrique era el mayor. Pronto mostró su pasión por el deporte y fue, aunque no como «equipier», como se les denominaba en la época, una de las personas claves en los primeros tiempos del Sporting. La razón por la que no formaba parte como jugador era porque tenía mucha más edad que los adolescentes que fundaron el club y que pegaban patadas al balón. Aun así, echó una mano en cuestiones organizativas desde el primer momento. Su implicación llegó a tal punto que de su propio bolsillo sufragó, en 1915, la construcción de los primeros vestuarios de El Molinón y el vallado (él mismo participó en la obra) del terreno de juego.

En 1919 es nombrado presidente del Sporting por unanimidad de todos los socios presentes en la asamblea del club (vemos en la imagen un documento con su nombramiento, que tuve la suerte de encontrar en el Archivo Histórico Provincial de Oviedo). Como máximo mandatario rojiblanco sólo estuvo dos años, pero siguió vinculado muchos más a la entidad. En 1920 incorporó un nuevo escudo al Sporting. Fue un guiño a Guipúzcoa, la tierra de su abuelo, copiando el escudo de la Real Sociedad de San Sebastián y que fue diseñado por Alfonso Sena, quien fuera futbolista de la Real y del Athletic. El Sporting estrenó ese nuevo escudo para sus camisetas en una gira que haría por el País Vasco y Cantabria, disputando cuatro encuentros. Así, se estrenó en Bilbao en un encuentro contra el Athletic que finalizó con victoria asturiana por 0 a 2, el 11 de junio de 1920. Posteriormente jugaron nuevamente en Bilbao, en un partido finalizado con empate a uno; en San Sebastián, con derrota gijonesa por 4 a 2 y el último de los partidos se celebró en Santander con un enfrentamiento que finalizó con un nuevo empate a uno contra el Racing.
Ese escudo a imitación de la Real fue el que también se regaló al primer ídolo sportinguista, Fernando Villaverde, en su homenaje, en forma de insignia tras su forzada retirada. Pero Enrique Guisasola pasaría a la historia del Sporting por hechos mucho más relevantes que el de incorporar a la camiseta el escudo de la entidad, incluso después de haber dejado de ser el máximo mandatario. Valiéndose de su dominio de inglés y francés (había estudiado en ambos países y fue profesor de idiomas y director de la Escuela de Peritos de Gijón), fue el responsable de los primeros fichajes de técnicos extranjeros para el Sporting, gestiones que realizaba de forma personal. De su parte también quedan dos hitos para la historia rojiblanca. Suya fue la iniciativa para que el club comprara El Molinón, aunque no se llevaría a efecto hasta 1924, tiempo después de que hubiera dejado el cargo y con Ismael Figaredo como máximo mandatario de la entidad.
Casado con Adela Pírez Pendás tuvo seis hijos , tres hombres y tres mujeres. Las tres féminas fueron las primeras socias sportinguistas de la historia, en 1924, cuando a iniciativa del ya citado Ismael Figaredo se les permitió a las mujeres tener tal condición: Leonor, María Josefa y María Paz Guisasola Pírez. Evidentemente, hay otros nombres que también merecen reconocimiento porque fueron mecenas de este más que centenario club (el de Sacramento Lafuente, por ejemplo, que pagó de su bolsillo la primera tribuna de El Molinón), pero el suyo, indudablemente, debería estar escrito con letras de oro en la historia sportinguista.