«Acudió a mi mente una de esas viñetas que describen la Españaza de todos los días: Un político acude a la consulta del médico quejándose del cuello. El doctor le comenta que tiene tortícolis de mirar para otro lado»
En un intento desesperado de dar por finalizado el día caminaba con prisa de vuelta a casa por la Calle Rosario. Entre el Babilonia y Los Espumeros, dos de los más estimados «abrevaderos» de Cimata, escuché una risotada a la que siguió un breve y brillante discurso y al momento decidí sentarme en la terraza para poner la oreja como un viejo espía forjado en la Stasi.
Dos amigos, o eso me pareció, hablaban de la clase política y el papel de los medios de comunicación. Consideraban que eran, éramos, medios de propaganda. El más parlachín decía: «¿Tú sabes quién es Tomás Díaz Ayuso, escuchaste, viste o leíste alguna entrevista al hermano de la presidenta de Ayusolandia?». Se reían con ganas, bebiendo cerveza, nombrando «al comisionista campechano que seguía escondido en Abu Dabi». Hicieron un completo repaso de las intervenciones tuiteras y televisivas de Barbón a vueltas con la prudencia y las mascarillas. Analizaron con precisión de cirujano el papel de una alcaldesa prisionera en su soberbia.
«Están endiosados, no saben encajar una crítica, pueden hacer lo que les de la gana». «Agujereamos la ciudad para el futuro metrotren, el cascayu se queda, el cascayu se va y aquí no pasa nada». «Fíjate en el barrio: Tabacalera sigue sin entrañas, hueca, vacía, cadavérica. Cortando el paso en aceras con verjas de obra, venga». «¿Y si quitamos una papelera en Honesto Batalón y no ponemos otra?, venga». «¿Y si asfaltamos y luego levantamos el asfalto en el Tránsito de las Ballenas?, venga». «Chupito, chupito y más chupitos, ya se terminará un día la faena, o no». Lo escuché entre el Babilonia y Los Espumeros, entre la cirrosis y la sobredosis que entonaba Sabina cuando era cantante. Lo escuché entre el PRI asturiano y el PRI renovado, amigos de mantener esa inercia, tan de la tierra, de miedo al cambio, de entrada no. Como el referendo de la OTAN y sus posteriores guerras Disney. Con buenos y malos.
Me levanté, pagué la birra, abandoné la escucha y saqué las llaves del hogar. El llavero se daba un aire a los personajes del gran Forges y acudió a mi mente una de esas viñetas que describen la Españaza de todos los días: Un político acude a la consulta del médico quejándose del cuello. El doctor le comenta que tiene tortícolis de mirar para otro lado. Me pregunto cuál será el lado bueno o si merece la pena apostar ciegamente por la trinchera, la que toca o la repartida. Ya lo dijo Brey, el pensador gallego, y volveré a recordarlo en el madrugón de mañana mientras pongo la cafetera al fuego: «Todo es mentira, salvo algunas cosas».
Excelente reflexión.