«¿Se acordará Antonio Tajani de volver algún día a Gijón aprovechando que ya tenemos conexión aérea entre Asturias e Italia?»
“¿Vamos a mantener la calle de Antonio Tajani?”. La pregunta escuchada se argumenta en el marco de una conversación surgida tras conocer hace unos días que el que fuera flotador momentáneo para los trabajadores de la desaparecida Tenneco es ya de facto vicepresidente primero y ministro de asuntos exteriores del gobierno italiano que preside la ultraderechista Giorgia Meloni.
Para quien no conozca la historia, Antonio Tajani era en 2013 era vicepresidente de la Comisión Europea y Comisario de Industria y Empleo de la Comisión Europea, con un asturiano, el ovetense Diego Canga, como jefe de su gabinete y persona determinante en la batalla en favor de los trabajadores de la factoría gijonesa de amortiguadores en Porceyo. La influencia de Canga decidió una intervención que acabó con una reducción de plantilla, dejándola en 118 trabajadores y prejubilando al resto en el verano de 2014. Luego Tenneco vendió la fábrica, que pasó a denominarse Vauste Spain y todos los trabajadores acabaron en la calle en sucesivos EREs en 2020 y 2021, año este último en el que la empresa quebró.
El éxito de Tajani fue una efímera conquista para los trabajadores que, no obstante, agradecieron su labor. Con la aquiescencia del ayuntamiento y el respaldo del Gobierno regional, el nombre de Tajani está en una de las calles de acceso al Poblado de San Bárbara. Y aquel 17 de abril de 2015, Tajani visitó las termas romanas, comió en el Club de Regatas, se marchó con una camiseta del Sporting con el dorsal 221, el número de trabajadores que tenía la fábrica cuando cerró, e incluso logró fotografiarse con Quini en el Molinón. Hoy ya no hay fábrica, los trabajadores están en la calle y Tajani sigue en una placa que ahora algunos cuestionan ante las nuevas responsabilidades políticas del que llegó incluso a presidir el Parlamento Europeo.
Por eso es siempre tan importante conocer la historia. Cuando Tajani fue homenajeado en Gijón ya militaba en Forza Italia, el partido liderado por Silvio Berlusconi, con lo que si ahora se cuestiona su ideología política nada ha cambiado respecto a hace siete años cuando se decidió poner su nombre a una calle.
Me parece una estéril y repetida polémica el tiempo que se pierde en este absurdo debate sobre el nombre de las calles. Porque de la misma manera que Tajani tiene una calle, alguien me preguntaba por qué Rosario de Acuña, de cuyo fallecimiento se cumplirá el próximo año un siglo, no dispone del mismo reconocimiento, sin duda más que merecido para una mujer que comprometió su vida en el derecho de las libertades, de la igualdad y de la democracia. La librepensadora tiene una escuela taller en la que fue casa gijonesa de la Providencia; da nombre a un instituto y también al paseo del Cervigón. Su nombre también destacará en la futura estación intermodal de Gijón.
¿Estará apenado el rey emérito porque ya no tiene calle en Gijón? ¿Se removerá en la tumba Rosario de Acuña si su nombre no estuviera destacado en algún de la ciudad en la que vivió los últimos años de su vida? ¿Se acordará Antonio Tajani de volver algún día a Gijón aprovechando que ya tenemos conexión aérea entre Asturias e Italia?
Sinceramente, tenemos problemas mucho más acuciantes, necesidades más imperiosas en esta y en cualquier otra ciudad que discutir sobre quién merece o no el nombre de una calle. Las calles necesitan asfalta, acercas, carriles bici, comercios… lo del nombre, sinceramente, es lo de menos.