DACAL, BRONCE DE BOXEO EN MÚNICH 1972
“Durante el Mundial de Cuba en 1974 le dije al presidente de la Federación Española que si no me ayudaban a entrar en Ensidesa me volvía para Asturias”
“La ELA es el peor combate de mi vida, pero lo estoy llevando bastante bien. Solo deseo vivir tranquilo el tiempo que me queda y que esto termine bien”
Enrique Rodríguez Cal ‘Dacal II’ (Candás, 1951) es una de las figuras más ilustres de Avilés. Todo el mundo conoce y saluda a ‘Dacalín’ que siempre responde con una sonrisa. ‘Dacal II’ es sinónimo de uno de los grandes deportistas que ha dado Asturias, un nombre escrito con letras mayúsculas en la historia del olimpismo asturiano y que ahora también lo lleva en la piel con los aros olímpicos y el lugar de la gesta: Múnich. “Siempre me quejaba de la gente que se hacía tatuajes y mira ahora”, asegura con una carcajada. Le gustaría que Asturias tuviera un Museo Olímpico y para ello pone su granito de arena. Claro y directo, todavía tiene fuerza para lanzar mensajes concisos a quien los quiera escuchar.
Medalla de bronce en Múnich 72. El único español que obtuvo metal…
Sí y el más bajito de los 190 deportistas españoles que componíamos la expedición (risas). Sólo se consiguió mi medalla, algo que dejaba ver cómo estaba el deporte español.
Ha pasado medio siglo de aquel primer metal del boxeo español en la historia. Usted se abrió paso en el único deporte que en aquel momento competía con el fútbol.
De hecho, en los años 70, era el segundo deporte con más seguidores. El boxeo llenaba polideportivos y palacios de deportes con Carrasco, Legrá, Urtain, Velázquez… Había muy buenos boxeadores, pero eso fue cambiando hasta hoy donde las televisiones lo tienen prohibido, TVE no quiere saber nada del boxeo.
20 años tenía cuando viajó con la expedición española a los Juegos. ¿Se pellizcaba para ver que era una realidad y no un sueño?
Miraba para los famosos de España en aquella época, porque a mí me conocían en casa, y veía a Clifford Luyk, Buscató y pensaba: ‘¿A dónde voy yo a lado de esta gente, figuras del deporte español?’. La verdad que llegamos a Múnich, empezamos a competir y llegó un momento donde solo quedaba en pie Enrique Rodríguez (risas).
Quizá consiguió algo en lo que la gente no sé si tenía mucha confianza: colarse en una cita olímpica. José Legrá y Pedro Carrasco apostaron por usted.
En la concentración en Torrelodones había otro boxeador que era muy bueno: Sánchez Escudero. Había muchas dudas entre él y yo, aunque lo había ganado tres meses antes en Santander. Hasta unos días antes de viajar a Múnich todavía había dudas de quién iba a ir en el peso mosca ligero. El seleccionador nos puso a hacer guantes y llamaron de invitados a Carrasco y Legrápara que vieran y ayudaran a elegir. Aquel día entrenando en Torrelodones decidieron que el que tenía que ir era yo.
¿Qué felicitación le sorprendió más, alguna que no esperaba?
Tenía 20 años y no sabía lo que una medalla olímpica me iba a cambiar la vida porque me la cambió. Vine a Oviedo de Madrid en tren y lo que no esperaba era que al llegar a la estación hubiera 70 personas esperándome, casi todos de la Atlética Avilesina con banderas y un gaitero. Me había dado cuenta de que esa medalla algo supondría en el aeropuerto de Madrid. La llevaba en la maleta y me dijo el presidente que la sacara y me la pusiera al cuello porque la gente ya preguntaba y quería hacerse alguna foto conmigo.
¿El triunfo ante el cubano Rafael Carbonell es un combate inolvidable?
Fue el mejor combate que hice en mi vida en el campo amateur. De los cinco jueces, tres me dieron ganador a mí y dos a él. Cuando terminó el combate sabía que había ganado, pero muy justo. Los cubanos en aquella época y en la actualidad están considerados los mejores boxeadores amateurs del mundo.
“Esa medalla me dio la vida porque sabía lo que 310.000 pesetas iban a significar. Estaba recién casado, iba a ser padre y no tenía trabajo. Con el dinero compré un piso”
En el avión de ida se pellizcaba. En la vuelta siendo la única medalla no me lo quiero imaginar…
Una fiesta, ya no solamente por la medalla sino porque yo tenía 20 años, pero de la cabeza probablemente era un poco más mayor y sabía lo que 310.000 pesetas iban a significar para mí. Estaba recién casado, iba a ser padre, no tenía trabajo y pensaba que con ese dinero iba a hacer algo como comprar un piso. Además, sabía que me iban a dar probablemente una beca porque cuando fui a Múnich no la tenía. Me daban entre 8.000 y 10.000 pesetas al mes por estar concentrado y si no iba concentrado no me daban nada. A partir de ahí pasé a cobrar 45.000 pesetas al mes de beca y la tuve durante casi ocho años. Esa medalla me dio la vida porque fui un trabajador a turnos durante 40 años, no viví del boxeo, pero me ayudó muchísimo.
Si hay un Dacal II es porque hubo un primero. ¿Su hermano fue el ‘culpable’ de que se iniciara en el boxeo?
Sin lugar a dudas. Toda la familia somos de Candás, pero con siete años fuimos a vivir a Valliniello (Avilés) y coincidimos de vecinos con un señor que se llama Abel Martínez Sedeño, debe tener ahora cerca de 90 años, y era boxeador profesional. Él metió a mi hermano en el boxeo con 14 años y mi hermano me fue metiendo poco a poco a mí. Si los dos fuimos boxeadores es gracias a Abel Martínez Sedeño.
Su gran éxito llegó en el peso minimosca, pero ahí también hay una historia que igual muchos no conocen. Sus inicios fueron en el peso mosca.
Yo fui a dos campeonatos de España: en 1969 a Barcelona y en 1970 a Valencia. Los dos en el peso mosca, 51 kilos, y quedé eliminado antes llegar a disputar medalla. En 1971 el Campeonato de España se disputó en Bilbao y unos meses antes me llamó Roberto Prieto, entrenador y que luego sería mi mánager, para decirme que si quería quedar campeón de España bajara al peso minimosca. Me acuerdo de una frase suya: ‘Bajas a 48 kilos y eres campeón de España con la gorra’ y yo le decía: ‘¿De dónde voy a bajar tres kilos?’. Me quedé dos semanas en Oviedo con él entrenando. Subía todos los días hasta el Naranco corriendo y él me esperaba arriba con el coche, me metía en el asiento de atrás, estirado y tapado con mantas, entrenaba con plásticos en el gimnasio, saunas… Y llegué a los 48 kilos y en el Campeonato de España quedé campeón con la gorra. Tenía razón Roberto Prieto.
“Durante el Mundial de Cuba en 1974 le dije al presidente de la Federación Española que si no me ayudaban a entrar en Ensidesa me volvía para Asturias”
En 1974 mientras disputaba el Mundial en Cuba, en Avilés Ensidesa buscaba trabajadores, algo que supo por su esposa. ¿Le pidió a la selección que le arreglara el ingreso o se marchaba?
Sí, claro que sí. Ellos ya lo sabían porque no llevaba desde 1974 pidiéndoles que me metieran sino que había empezado en 1972. Me llamó mi mujer y me dijo que por el barrio y el economato se comentaba que iban a entrar 2.000 personas a trabajar en Ensidesa. A continuación, hablé con el presidente de la Federación Española y le dije que si no se ponían en contacto con Toso, presidente de la Atlética Avilesina y que trabajaba en oficinas centrales, que me dieran el pasaporte porque me iba para Asturias. Hablaron con Toso y le contestó al presidente: ‘Dile a Enrique que quede tranquilo, que lo de él está solucionado’. Efectivamente, así fue, pero tuve que hacer una pequeña amenaza para que me atendieran.
Otro dato para la historia: abanderado en Montreal 1976. ¿Cómo se enteró del nombramiento?
Por la Federación Española. Lo hablábamos entre los que estábamos concentrados en Torrelodones y cuando llegó no me pilló por sorpresa. Era algo que más o menos se sabía porque era el único deportista que había ganado una medalla en la última Olimpiada y eso iba por méritos. Ahora tienen que mirar mucho quién va a ser el abanderado porque hay muchos deportistas que ganan medallas.
“En Múnich no cabía nadie más en el vestuario y en Montreal solo estuvo conmigo Ladislao Kubala. Ahí te das cuenta de lo que es el deporte, el paso de ganar a perder”
¿Qué sintió cuando portaba la bandera?
Puedo explicarlo, pero hay que vivirlo. Entrar a un estadio con 80.000 personas, con la bandera, con más de 200 deportistas españoles detrás de ti, un evento que se transmite para el mundo entero y queda para la historia. Lo tengo grabado en el teléfono y lo suelo ver todavía… Impresionante, para el que es deportista tiene que vivirlo, sobre todo, verte entrar en el estadio con 80.000 personas, eso son palabras mayores.
¿En Montreal sintió la soledad del deportista ante la derrota?
Sí. Me acuerdo de que en Múnich no cabía nadie más en el vestuario: uno quería quitarme las botas, otro los guantes, había personas de la Federación Española, Consejo Superior de Deportes…Todo el mundo quería participar de esos momentos y resulta que en el vestuario de Montreal estaba solo yo y Ladislao Kubala. Me preguntaba que pintaba allí porque era el seleccionador de fútbol. Del mundo del boxeo no había nadie y ahí es donde te das cuenta de lo que es el deporte, el paso de ganar a perder. Empecé a tener problemas con la beca, tardaban mucho en pagar. La diferencia del vencedor al vencido.
Cuando Rafa Nadal recibe la bandera antes de la cita de Londres por parte de los abanderados españoles, hay dos asturianos: usted y el palista Herminio Menéndez…
Una de las cosas mejores y más importantes que me pasó en la vida deportiva fue haber conocido a Rafa Nadal, el mejor deportista español de la historia, sin lugar a dudas y con diferencia. La pena fue que en la única foto que hice con él me pillaron desprevenido y le estoy dando la mano, se me de perfil. Después de hablar con él un minuto, porque es un hombre muy ocupado y no tiene tiempo para todo el mundo, me di cuenta. Pensé: ‘Tengo que hacerme una foto curiosa, de frente porque a este hombre seguramente no lo vea más’. Fui a hablar con el presidente del Comité Olímpico Español Alejandro Blanco para que hablara con Rafa, pero ya se había marchado del evento. Aunque tengo una imagen que el que me conoce sabe que soy yo, me hubiera gustado haber hecho una fotografía con ese señor.
“Barcelona 92 lo viví desde casa, pero no se sufre más que en un ring o en un vestuario. En el sofá ni te dan hostias ni te rompen las cejas”
Se retira del boxeo en 1985 y siete años después llega la cita olímpica de Barcelona. ¿Sufría más en el sofá que viendo combates?
No, se sufre bastante más en el ring. Eso es algo que se dice mucho, pero en el sofá no te dan hostias ni te rompen las cejas. Donde se sufre es en el ring y mucho en el vestuario. Ese momento en el que te vendan las manos, el esparadrapo y oyes el murmullo del público porque a lo mejor eres el último en salir. Por muy veterano que seas, el nudo en el estómago no te lo quita nadie, hay nervios y preocupación porque no sabes lo que puede pasar.
Una olimpiada que supuso una nueva medalla para el boxeo, la de Faustino Reyes. 20 años después, su metal tenía relevo.
Amigo mío, un chico de Almería que lo hacía de maravilla. Lo conocí personalmente en Barcelona el día que nos invitaron al acto del 25 aniversario a los deportistas españoles que tenemos medalla. Coincidimos los tres que teníamos en aquel momento una: Faustino Reyes, Rafael Lozano, que tiene una plata y un bronce y yo.
Lo cierto es que después de colgar los guantes le dio por las carreras.
No. Las carreras ya las hacía mucho antes de retirarme del boxeo. A mí me faltaba pegada, no era un nombre muy agresivo, pero tenía otras cualidades. Era muy técnico, muy inteligente y sobre todo tenía una preparación física que en España podría haber deportistas que me igualaran, pero que me superaran no lo creo. Entre 1973 y 1975 hacía carreras de 21 y 30 kilómetros por Asturias. Me dedicaba a correr mucho antes de dejar el boxeo. De hecho, fue el deporte que más me gustó después de boxear.
El polideportivo de La Toba va a llevar su nombre. ¿Es un sueño hecho realidad?
Sí, aunque estoy convencido que esto tenía que estar hecho hace muchos años. No se puede esperar 50 años a que un deportista que llegó a ganar 11 medallas, que llevó el nombre de la Atlética Avilesina de Avilés y de Asturias por el mundo, tenga un reconocimiento. Ojo, que está aprobado, pero no está hecho. Espero y confío en que sí, pero creo que me tuvieron muy poco aprecio.
“Sería importante que Asturias tuviera un Museo Olímpico. Yo les cedo mi medalla de Múnich 72”
Su nombre también figura en los murales que hay en las entradas de Candás, la Villa de Olímpicos. ¿Es bonito verse en el lugar que te vio nacer?
A lo mejor soy narcisista, pero me encanta entrar en Candás, el lugar donde vine al mundo, y verme al lado de los nueve olímpicos candasinos, me encanta. Formo parte de estos deportistas que nacieron en Candás y esto queda para la historia.
La Familia Olímpica del Principado va a renovar ahora su directiva. ¿Será la definitiva para poder construir un Museo Olímpico?
La entrada de gente joven puede ayudar. Con la experiencia que tienen personas como Agustín Antuña y la cantidad de deportistas olímpicos que tenemos con medallas sería importantísimo que tuviéramos el museo. De hecho, si quieren tienen mi medalla para exponerla allí.
Hablando de su medalla, usted ya la había cedido al museo de Avilés y no parece que hubo mucho entusiasmo. ¿Duele?
Muchísimo. Un día me encontré con la concejala de Deportes delante del ayuntamiento y como la conocía le comenté que me gustaría donar la medalla olímpica para el Museo de Avilés y así la pudieran contemplar los avilesinos y los visitantes. Después de un tiempo, alguien de la Atlética Avilesina me dijo que le había dicho el director del museo que la medalla olímpica no tenía cabida en un museo. Pensé: ‘Si no tiene cabida, pues nada. Me dijeron que no’.
“El Ayuntamiento de Avilés me ha tenido muy poco aprecio, no la gente. Si hubiera estado afiliado a un partido, mi nombre ya estaría en un polideportivo”
¿Siente que los políticos asturianos han dado de lado al olimpismo?
No se preocupan mucho de los deportistas. Me siento orgullosísimo de la gente de Avilés porque me lo han demostrado muchísimas veces y últimamente más. Me han hecho ver me quieren, cuando hablan de ‘Dacalín’ lo hacen con mucho cariño y respeto hacia mi persona, pero estoy muy desilusionado con mi Ayuntamiento. Me estuvieron aparcando, es como si no mereciera nada por ser de un deporte como el boxeo. Sí me siento un poco despreciado y me atrevo a decirlo antes de que pongan el polideportivo.
¿El deporte no vende políticamente?
Estoy convencidísimo de que si hubiera estado afiliado a un partido político, probablemente mi nombre ya estaría puesto en un polideportivo.
Hace poco anunciaba que padecía ELA. ¿Está peleando en el combate de su vida?
Sí, y este es el peor. No obstante, lo estoy llevando bastante bien. Me estoy dando cuenta de las hijas que tengo y del apoyo de los vecinos del barrio de Llaranes, del barrio de La Luz donde viví hasta hace unos días, ahora vivo con una de mis hijas y de la gente de Avilés cuando camino por sus calles. Me siento muy orgulloso del cariño que me tienen, pero muy orgulloso. Ahora solo deseo que esto termine bien, ver el nombre del polideportivo y vivir tranquilo el tiempo que me queda. No sé si será un año, tres o cuatro, pero voy a intentar llevarlo lo mejor posible.
Grande ,que eres muy grande ,CAMPEON..