Entrevista al bailarín y coreógrafo chileno
Actúa este viernes en el Antiguo Instituto con ‘Lota, las mujeres del carbón’, dentro del programa Danza Xixón
Damián Fernández
Pedro Fernández Embrujo es uno de los bailarines más consolidados del panorama nacional. A los cuatro años descubrió el flamenco y decidió que quería ser artista. La pasión y la disciplina le han alzado a los puestos de honor de en la danza española, reconocido con los más prestigiosos premios y el aplauso de un público que le adora. Chileno de nacimiento, son sus orígenes los que le han otorgado una mirada diferente y renovadora de un arte que, para él, vivirá durante muchos siglos. Esta noche, a las 20:30 en el Antiguo Instituto, tiene una cita con los gijoneses dentro del programa Danza Xixón, donde su compañía representará sobre las tablas del centro cultural su obra «Lota. Las mujeres del carbón«. Una historia sobre el cierre de la mina en un pequeño pueblo al sur de Chile que guarda grandes paralelismos con la de nuestras cuencas.
Tras tantos meses con los teatros cerrados, ¿cómo ha sido el regreso tras la pandemia?
Volvemos físicamente, pero nosotros hemos estado presentes con ‘Lota’. Ha estado en plataforma digital y en varios festivales digitales en los momentos más duros de la pandemia, cuando todo el mundo estaba confinado. En cuanto abrieron un poquito los aforos y empezaron a funcionar algunas salas, ya empezamos a tener funciones. En cierta manera hemos estado bendecidos, porque no hemos parado totalmente como otras compañías y otros compañeros
Sin embargo, volver con aforo completo siempre es especial.
Por supuesto. La semana pasada estuve con otro espectáculo, ‘Cantando a Violeta’, y con el aforo completo. Fue mágico. Primero porque el teatro estaba lleno. Volver verlo de esa manera y sentir la calidez del público en sus aplausos, fue fenomenal.
Tras tanto tiempo sin acudir a los patios de butacas, ¿sentís al público con más ganas de aplaudir?
Los vi, al menos, totalmente extasiados por la obra, extasiados por poder estar ahí todos juntos. Se quedaron mucho rato después conversando en la salida del teatro…
‘Lota. Las mujeres del carbón’ cuenta la historia de un pueblo minero al que le arrebatan su forma de vida. Una historia que en Asturias conocemos muy bien por ser una comunidad eminentemente minera.
Lota es un pueblo al sur de Chile. El clima allí es muy frío. A pesar de que fue un pequeño pueblo minero, sentían que le daban la energía para mover el país, los ferrocarriles, etc… Pese a eso, a la importancia que tuvo en su momento, Lota es un pueblo muy precario y vive en la pobreza. Las condiciones salariales y las condiciones de vida que le daba la mina obligaban a las personas vivir en casas de 50 metros cuadrados, donde tenían que vivir con cinco hijos. Ni siquiera tenían una cocina, algo para calentarse. Solamente tenían un horno comunitario donde las mujeres se juntaban para hacer el pan. Esa situación se mantuvo durante décadas. Estamos hablando de padres mineros, de abuelos mineros, de bisabuelos mineros… Cuando un hombre nacía era obvio que iba a ser minero y la mujer se iba a dedicar a cuidar la casa. Todo ese día a día lo plasmo en la primera escena.
¿Lota sigue viviendo de la mina?
La mina existe, el recurso está presente. Pero cuando cerraron la mina el político de turno dijo que era inviable mantener ese proyecto. Habían nacido nuevos sistemas de energía que eran mucho mejores. Sin embargo fue un cierre improcedente, de manera maulosa engañaron al pueblo. Echaron a 400 trabajadores, luego a otros 1.200 más. Y así hasta que se cerró la mina. Por eso hay una deuda histórica con esa gente, que no vio ningún tipo de indemnización. Yo me centro en Lota en ese momento, el momento del cierre de la mina. Al momento donde las mujeres se juntaron en familia, junto a sus hombres, para hacer la primera marcha que hicieron en democracia.
Me recuerda mucho a lo que vivimos en Asturias, tiene muchos paralelismos. Incluido el hacer marchas a zonas más relevantes para el país, aunque aquí sigan existiendo aún minas.
Allí la mina está cerrada. Intentaron hacer cosas, como ofrecer cursos de conducción, de peluquería… pero es un pueblo tan pequeño que la gente no va a gastar dinero en la peluquería y esas cosas. Mucha gente se vio obligada a emigrar. De hecho, yo me inspiré en una lotina, una mujer de Lota, que se había venido a Madrid. Fue ella quien me comentó como fue el proceso del cierre de la mina, cómo en una semana llegaron a la conclusión de que tenían que hacer una marcha desde Lota a Concepción, una provincia importante en Chile, para intentar revertir la situación. Pese a todos los esfuerzos de las familias y los sindicatos no fueron escuchados y se cerró la mina para siempre en el año 1997.
Orígenes
Imagino que ya se lo habrán preguntado mucho, pero ¿cómo acaba un chileno bailando flamenco?
En general en Chile, por haber sido colonizados por España, tenemos bastantes lazos con lo que nosotros llamamos la «madre patria». Muchos chilenos tenemos ascendentes españoles. También la cultura española llegó allí muy fuerte en la televisión, la música… Llegaron entonces a Chile de gira los Pellicer, Carmen Amaya, Antonio Ruiz Soler y muchos de los bailarines de esas compañías se quedaron en la región y fundaron escuelas. Te estoy hablando de antes incluso de nacer yo. Mi tía estudió en una y me llevaron a ver un espectáculo de flamenco y danza española y me enamoré de esto. Con cuatro años ya decidí que quería ser artista de mayor.
¿Cuál es la receta para convertirse en un bailarín y coreógrafo con una trayectoria tan consolidada?
Solamente disciplina y pasión. Son los ingredientes principales. La perseverancia y la constancia están presentes, pero hay que tener la disciplina y la pasión porque hay muchas caídas, y de esas caídas hay que saber levantarse y seguir peleando por el sueño que uno quiere cumplir.
Es además una profesión muy exigente, tanto en el plano físico como en el mental.
Exacto. Y es ingrata, porque la dejas dos meses y es como volver a empezar. La gente no comprende, a la hora de los honorarios, el caché de los artistas. Te dicen «pero si vas a actuar diez minutos». Pero para esos diez minutos has entrenado hasta que la pieza salga como un acto reflejo, como si fuera respirar. Así tienen que salir esos diez minutos, eso es lo que se cobra. Además de la juventud, porque el bailarín tiene un ciclo de vida.
Como los futbolistas, que tienen carreras muy cortas.
Sobre todo para la gente de ballet, que tiene un gran compromiso físico. El flamenco te permite seguir hasta una edad mayor, pero el ballet te deriva a contemporáneo, pero no como bailarín clásico por la exigencia física.
Hablando de la danza española y el flamenco, parece que vuelve a crear tendencia a nivel internacional.
Sí. El flamenco, por ejemplo, ha tenido varios momentazos y por eso se vive mucho más en países extranjeros que en España. Allí la gente lo cuida mucho más, intenta que el purismo esté presente. La danza española, sin embargo, está más baja porque se necesita mucha más técnica, compromiso y disciplina a la hora de ejecutarla y, por decirlo de alguna forma, ha bajado su rating. Pero el flamenco va a seguir vivo por muchos siglos.
Usted es un bailarín muy técnico, o así te defines, pero mantienes una mirada propia sobre el flamenco en tus obras, con un punto de innovación o actualización del género.
Más bien que querer tender a hacer eso es por querer hablar desde mi propia identidad, desde mis propios movimientos. Fui criado en Chile, con música chilena, música española… Creo que sé más de bailes regionales españoles que chilenos, pero también los hice. Todo eso sin querer crea un identidad y eso, a la hora de coreografiar mis espectáculos deja una mirada totalmente distinta. Mis maestros venían de compañías antiguas. Cuando los primeros bailaores flamencos volvieron a Chile después de mucho tiempo, en los años 90, decían que en Chile había una especie de cápsula del tiempo. Aquí estaba Antonio Canales haciendo fusiones, mientras que allí estaba totalmente como hacía décadas. No existía Youtube, no estábamos conectados. Cuando tenía algún vídeo lo cuidaba como hueso santo. Tampoco te podías actualizar mucho viajando a otros países a los que sí les llegaba un poquito más rápido todo , como Argentina, porque había una barrera natural, que son Los Andes, que costaba mucho dinero cruzar. Todo eso marcó al final un sello en mí que creo que gusta mucho a la gente y al público. Tanto ‘Cantando a Violeta’ como ‘Lota’ son espectáculos que la gente aplaude mucho.
Me encanta ☺️
👏👏👏👏