«En tiempos ya del tardofranquismo y, aunque el Sporting siempre fue un club política y socialmente trasversal, Gijón era una ciudad de marcada tendencia obrera e izquierdista, lo que se traducía en que parte de la afición asturiana no olvidaba que el Atlético de Madrid (antes, Atlético Aviación) había sido el equipo del ejército franquista»
Las relaciones entre el Atlético de Madrid y el Sporting en la década de los sesenta y setenta no fueron precisamente buenas. En tiempos ya del tardofranquismo y, aunque el Sporting siempre fue un club política y socialmente trasversal, Gijón era una ciudad de marcada tendencia obrera e izquierdista, lo que se traducía en que parte de la afición asturiana no olvidaba que el Atlético de Madrid (antes, Atlético Aviación) había sido el equipo del ejército franquista. Un equipo militar tal y como otras regímenes totalitarios han tenido a lo largo de la historia, el Steaua de Bucarest o el CSKA de Moscú son dos ejemplos evidentes de ello. No en vano hasta la llegada de Vicente Calderón todos los presidentes o habían sido jefes militares (la gran mayoría) o personalidades relevantes de Falange Española y de la J.O..N.S. Vicente Calderón fue nombrado presidente en 1964 y, aunque lógicamente era afín al régimen, rompe la tradición marcadamente militar y política del club.
En los primeros catorce años del régimen franquista el Atlético Aviación- Atlético de Madrid había logrado cuatro ligas, pero ninguna, por ejemplo, del otro equipo poderoso de la capital de España, el Real Madrid. A esto había que añadirle que el Atleti de esos periodos tenía una merecida fama de equipo duro, casi violento. La dureza del conjunto colchonero de la década de los setenta sólo puede ser comparada con la del Sevilla de los noventa o, un equipo coetáneo de aquel agresivo conjunto colchonero, el Granada, también de los setenta. Cuentan, que previo a un partido en Los Cármenes, cuando el autobús del rival de los rojiblancos pasaba por delante de la plaza de toros de la capital nazarí, el extremo del Barça, Rexach, dijo aquello de «qué suerte tienen los toreros», refiriéndose a lo que les esperaba al enfrentarse a los Aguirre Suárez, Pedro Fernández y compañía. Pues algo así pasaba con los colchoneros, sembraban en terror en su casa y -mediante «servicio de delivery»- allá donde iban.
Así, en la temporada 1975-76 el Atlético se presentó como líder en Gijón. Era un día lluvioso que dejó el césped de El Molinón embarrado y con un ambiente tan caldeado como solía ser habitual en los enfrentamientos entre ambos equipos. Panadero Díaz resultó expulsado en el tramo final de la primera parte por un agresión al interior andaluz Mesa. Al abandonar el césped, para mayor indignación del público asistente, escupió a unos aficionados que le increpaban cerca del túnel del vestuario. Llovía, además, sobre mojado. Unas semanas antes del encuentro fue cuando, estando ya en descenso (esa temporada el Sporting bajó como colista), Luis Aragonés dijo aquello de que «el Gijón está donde debe estar». Tal frase no sentó bien a la afición y se vivió un partido más que tenso. A su término se produjo un hecho insólito, dos futbolistas del Atleti fueron detenidos por la Policía: Capón y Panadero Díaz. El primero por tirar barro en la cara a una seguidora del Sporting y el segundo, por tratar de impedir su detención y agredir a un Policía. Un partido de fútbol que finalizó con dos futbolistas detenidos y centenares de seguidores del Sporting esperando a que salieran los jugadores del Atlético de El Molinón para llamarles de todo. Un escándalo mayúsculo.
Unos años después, parte del sportinguismo cambiaría su antipatía de los del Manzanares a los del Bernabéu, conjunto que, tras sus éxitos deportivos en Europa, buena parte de la afición les reprochaba haber sido usados como elemento propagandístico por el régimen del general Franco. El 25 de noviembre de 1979, el Madrid visitó al Sporting, al mejor Sporting de todos los tiempos. El partido tenía foco nacional y el presidente, Manuel Vega-Arango, negoció duramente durante toda la semana para que fuera considerado de interés general y pudiera televisarse. El mismo sábado, día del encuentro, se cerró el acuerdo: se vería por TV. Para el Sporting sería una buena noticia: cobró por ello seis millones de pesetas, más otros dos y medio de taquilla y uno más de publicidad estática. Por lo tanto. el partido fue, a priori, todo un éxito económico. No podemos decir lo mismo en cuanto a lo deportivo. En Gijón, el ambiente estaba muy caliente pese al frío invernal, con el termómetro marcando cero grados al inicio del encuentro. La rivalidad deportiva existente entonces con el Real Madrid era grande y ambos se disputaban el título de liga. El equipo más poderoso de España había encontrado un nuevo rival en un conjunto formado fundamentalmente por modestos futbolistas de la casa que se hicieron grandes en Gijón. A los Castro, Redondo, Cundi, Uría o Quini se unieron tres grandes jugadores argentinos: Doria, Rezza y Enzo Ferrero. Juntos formaron un enorme equipo que causaba admiración y respeto en todo el país.
El cargado ambiente explotó definitivamente a los 6:30 minutos del inicio del partido. Ferrero encaró a San José y se fue de él haciéndose un autopase. San José reaccionó lanzándole un tremendo codazo para impedirle el paso. Ferrero devolvió una agresión con otra, y le dio un empujón seguido de patada en la rodilla al defensa madridista. El vallisoletano Ausocúa Sanz pitó la clarísima falta contra el Real Madrid, pero expulsó únicamente al sportinguista Ferrero por más que el extremo argentino protestó y le mostró al árbitro la sangre de su labio partido. La lluvia de almohadillas fue tremenda y el encuentro tardó 6 minutos en reanudarse. Y allí nació el grito casi unánime de un Molinón indignado: «¡Así, así, así gana el Madrid!». El partido tuvo que interrumpirse durante muchos minutos. Ni siquiera la justa expulsión del central madridista Benito, calmó al público gijonés que vio como su equipo peleaba injustamente en inferioridad numérica durante buena parte del encuentro. Pese a todo, el Madrid no pudo ganar y el encuentro acabó con empate a un gol, ambos logrados por jugadores rojiblancos. Quini marcó el 0 a 1 en propia puerta y el definitivo tanto del empate lo logró Joaquín, con un precioso disparo cruzado contra el que nada pudo hacer el guardameta García Remón.
El tercer encuentro de esta particular lista negra sportinguista se corresponde con el que provocó la única clausura del estadio decano del fútbol español. En la temporada 2002-03 el Sporting transitaba sin pena ni gloria por la Segunda División y el 9 de febrero se enfrentó al Numancia en El Molinón. Fue un partido extraño, marcado por la dureza y las continuas pérdidas de tiempo de los visitantes ante la indignación del público local. El equipo soriano se llevó el partido por 0 a 2, pero para la historia pasará porque los incidentes habidos provocaron la clausura del estadio gijonés. El desencadenante de los mismos fue la expulsión, por una durísima entrada a Rubén Suárez, del defensa numantino Ojeda. Su salida del campo, provocó la virulenta reacción de parte del público asistente. Varias botellas de plástico y una barra del mismo material cayeron al campo. El guardameta Luis García trató de entregar la susodicha barra, probablemente el mástil de una bandera, al colegiado y el sportinguista Manel trató de impedirlo, originándose una tangana entre futbolistas de ambos equipos. En medio de la misma, el argentino Fagiani recogió una navaja del césped y la entregó al árbitro. Algunos de los jugadores rojiblancos sospecharon que la navaja había salido del banquillo numantino. En cualquier caso, en el acta del encuentro el colegiado Velasco Carballo señaló que había sido arrojada desde la grada. El Sporting fue sancionado con la clausura de su campo por un encuentro, que disputó en la vecina ciudad de León contra el Almería. Un punto negro en una historia más que centenaria.