
«Es un círculo constante, como las olas de esta pandemia, como los videos de la alcaldesa, como las crisis del PP, todo es una sit com, una serie de televisión mala, sin ninguna puta gracia, que se ha quedado en nuestras vidas«
En este diario político y sentimental, también sufrimos la fatiga pandémica. Lo llaman fatiga. Es la caricia de la nada. Es una espesa nube, como esta nube que se posa sobre nosotros en esta tarde de domingo vacía o en este lunes por la mañana, que a penas deja que se cruce un rayo de sol. Todos estamos cansados. Usted está cansado, querido y desocupado lector. Yo estoy cansado. Hemos perdido hace tiempo el sabor de la vida. Vivimos de estas inercias extrañas que componen una siniestra rutina. Llevamos un enorme bloque de fatiga, arrastrada como un gigantesco iceberg a nuestras espaldas que nunca se derrite, incluso cuando va dejando tras de sí un reguero de agua.
Todo produce cansancio. Hasta los momentos de entusiasmo nacen de una falta de entusiasmo. No es tristeza, ni alegría, ni ilusión ni resentimiento ni dolor ni nada. Sólo un cansancio mineral. Esta pandemia es como Sísifo y la piedra. Pero los mitos resuelven mal nuestra vida. Nunca la terminan, nunca la definen. Es un círculo constante, como las olas de esta pandemia, como los videos de la alcaldesa, como las crisis del PP, todo es una sit com, una serie de televisión mala, sin ninguna puta gracia, que se ha quedado en nuestras vidas.
Se cumple casi un año desde que se declaró el estado de alarma. Este año ha sido un vaciamiento de nuestras vidas. También ha sido un vaciamiento de la política. Lo observo en Gijón, en el poder articulado alrededor de una sola persona, en los concejales convertidos en un adorno, un aggiornamiento de la figura de Ana González, en los partidos políticos incapaces de determinar una orientación política de la ciudad. Leo proyectos que parecen sacados de una chistera. Todo parece extraido de una chistera, en la que nunca hay conejo ni naipes ni rosas, solo esta nada que nos devora.
«Pienso en mi buen amigo Xandru Fernández que con Las horas bajas encuentra un sentido a la narratividad de nuestro tiempo«
Llega la tarde y trato de repasar qué han dicho los filósofos a lo largo de este año. La pandemia ha puesto a prueba la filosofía. Los grandes nombres se han echado a la cuneta en cuanto han querido dar sentido a esta vida absurda. Los ha habido como Agamben que vieron en el virus la aceleración del capitalismo autoritario y otros como Zizek que celebraron su llegada porque en el virus estaría el germen de la caída del capital. Al final, han visto en el virus un espejo de todos sus libros, un intento de confirmación de sus sistemas. Han fracasado. Los que no han fracasado son esos otros filósofos que lejos de la escritura urgente se han detenido a pensar, a medir las contradicciones de nuestro tiempo, sin pretender la confirmación de prejuicios, al contrario, con la vocación de encontrar un átomo de verdad entre tanto ruido. Pienso en mi buen amigo Xandru Fernández que con Las horas bajas encuentra un sentido a la narratividad de nuestro tiempo, hace una cosmética de nuestros avatares, busca un orden en el universo que de claridad a los grandes acontecimientos políticos y a las pequeñas bombas nucleares de nuestras vidas particulares. Xandru lee las noticias con el mismo gesto que leía Joyce. Y solo por eso yo le quiero.
all the time i used to read smaller articles or reviews which also clear their motive, and that is also happening with this article which I am reading at this time.