La fotógrafa estadounidense, reconocida con el Premio Princesa de Asturias en 2013, firma los dos últimos retratos de los monarcas para el Banco de España, en los que la espectacularidad hollywoodiense prima sobre la solemnidad de sus predecesores
Ni coronas, ni cetros, ni tampoco tronos. Ninguna referencia a esa imagen prototípica que el ciudadano medio tiene de un monarca. Sólo el uniforme de gran etiqueta del Ejército de Tierra, similar al que portó el día de su coronación, en el caso de él, y un vestido magenta y negro confeccionado por Cristóbal Balenciaga, en el de ella. Dos efigies elegantes en el Salón de Gasparini del Palacio Real, en actitudes más casuales que regias, y en cuyas respectivas poses es posible detectar matices de aquel ‘Las meninas’ con el Diego Velázquez firmó una de la obras culmen del arte hispano. Así es como Felipe VI y Letizia Ortiz lucen en los retratos oficiales que la reputada fotógrafa estadounidense Annie Leibovitz ha tomado a petición del Banco de España, las dos piezas capitales de su exposición ‘La tiranía de Cronos’, y precisamente una expresión tangible del efecto del paso del tiempo, incluso, en los estilos con los que los jefes del Estado español han sido inmortalizados a lo largo de los siglos. Atrás han quedado las poses solemnes, incluso rígidas, de obras anteriores. El trabajo de Leibovitz – que, cómo no, ha dividido a la opinión pública en detractores y defensores por igual – apuesta por el dinamismo y la espectacularidad, como si la pareja, más que la representación última de la nación, fuese un tándem de estrellas de Hollywood.
Conocer cualquier creación artística requiere, en primer lugar, acercarse a su autor… Y, en el caso concreto de Leibovitz, su reputación la precede sobradamente. Nacida en la ciudad de Waterbury, en Connecticut, en 1949, su talento no tardó en llamar la atención del sector de la cultura, aunque no fue hasta los años 70, momento de su fichaje por la revista Rolling Stone, cuando ese mar de posibles se abrió ante ella. Tanto, que en el ecuador de esa década saltó a la fama por su cobertura de la gira del grupo homónimo ‘Tour of the Americas ’75’. Sería el trampolín de una carrera que la ha llevado a servir a las órdenes de titanes como Vanity Fair o Vogue, a ser la primera mujer en exponer en la Galería Nacional de Retratos de Washington DC, y a acumular multitud de reconocimientos y galardones. Entre ellos, el Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades, que recogió en 2013. En fin, un conjunto de datos que ha convertido a la estadounidense en la profesional de su gremio más prestigiosa y, todo debe ser dicho, mejor pagada del mundo.
¿Obras de arte o trabajos equiparables a los hechos con generadores de IA?
Con semejante currículum sobre sí, no sorprende que el Banco de España apostase por Leibovitz para actualizar los retratos de la pareja real. Para ello, la entidad pública desembolsó nada menos que 137.000 euros, y otorgó a la artista completa libertad en la elección de espacios, poses y atuendos. Tras un largo proceso de estudio y planificación, las instantáneas se tomaron el 7 de febrero, y vieron la luz este martes. Dos originales que, como el conjunto de la exposición, podrán disfrutarse hasta el próximo 29 de marzo, reforzados por una vasta colección de relojes de alto valor histórico, vinculados tanto al propio Banco de España, como a la Casa Real. Ahora bien, como es habitual en estos casos, las opiniones están divididas. Las redes sociales bullen de comentarios elogiosos y críticos, con estos últimos cimentados en la supuesta artificialidad de las imágenes y las poses – las siglas ‘IA’ se encuentran entre las más repetidas -, en lo inapropiado de haber roto tan radicalmente con las estelas trazadas por los retratos anteriores – el último, de 2020, lo firmó la madrileña Estela García de Castro -, en el hecho de haber recurrido a una extranjera o, incluso, en lo abultado del precio, extraído del erario público. Incluso no han faltado aquellos que han calificado el trabajo de Leibovitz como «sacado de una película de terror».
Ahora bien, por el momento parece que las opiniones favorables van ganando el pulso. La originalidad de las poses, la calidad de las fotografías y la cercanía que ambas piezas transmiten se encuentran entre lo más valorado… Argumentos todos desplazados por uno que despunta por derecho propio: la elegancia exhibida por Letizia, que ha ensombrecido a su marido en las conversaciones y en los artículos publicados en la prensa especializada. Comparada, y no sin razón, con un astro femenino del Hollywood dorado, la reina mira al espectado en una pose digna de los salones del siglo XIX, con sus orejas decoradas con pendientes de brillantes que pertenecieron a la reina Victoria Eugenia de Borbón, y su cuello rodeado por un collar de la misma procedencia. En ese sentido, fuentes del Banco de España han confirmado que a la sesión, que se prolongó durante la mañana y la tarde del 7 de febrero, con una breve pausa para comer, Letizia llevó una tiara; sin embargo, finalmente fue una instantánea sin ella la escogida por la estadounidense.