«Es evidente el pueblo cubano lo está pasando mal, y es lógico que se proteste», cuenta el fotógrafo gijonés
Abogado, activista, fotógrafo y enamorado de Cuba. El conocido gijonés Fernando de Silva sigue con preocupación la situación de la isla, aunque, como él mismo reconoce, tiene «muchas dudas sobre lo que está pasando realmente, y se están dando muchas vueltas sobre un tema que ensombrece otros que están pasando ahora». Fernando habla claro, no se fía de los medios, aunque eso viene de largo: «Durante la revolución de Jomeini, me estaba tomando el café en una plaza iraní totalmente tranquila mientras leía en un periódico español que aquel mismo lugar era completamente inaccesible».
No está ciego: «Es evidente el pueblo cubano lo está pasando mal, y es lógico que se proteste». Como otras personas estos días, pone el acento en el bloqueo norteamericano a la isla como punto clave de la situación que se está viviendo: «El bloqueo es una corbata que les asfixia. Por eso, no puedo decir que haya dictadura. Lo que hace Cuba es resistir. Hasta que no se levante el bloqueo, no podrán desarrollarse en libertad. A partir de ese momento sabremos lo que quiere el pueblo».
Para él, el balón está en el tejado de la Casa Blanca de Joe Biden: «Biden tiene que recuperar el terreno perdido con la anterior administración Trump. Fue una pena porque con Obama se había avanzado mucho. Cuando EEUU dé pasos, Cuba los dará. El país tiene unas posibilidades de desarrollo económico enormes y un material humano increíble».
El país que Fernando visitó en profundidad en sus dos viajes, reúne un «sentido exquisito de la hospitalidad por parte de los cubanos»; una educación de «gran nivel»; una sanidad «ejemplar»; y una solidaridad «con todos los países».
«Cuando viajé a Etiopía -cuenta-, el guía local hablaba perfecto español. Me contó que el gobierno de Cuba acogió y dio formación a unos 10.000 etíopes como él durante la guerra de Eritrea (1998-2000)».
Como metáfora de la Cuba actual, Fernando asegura no olvidar una conversación con una familia que le acogió en la isla: «Me dieron alojamiento y hasta puros. El padre era castrista, el hijo quería la apertura del país. Los dos hablaron tranquilamente, sin discusiones. Un buen ejemplo de cómo son los cubanos».
No se que tiene que ver el embargo con los derechos humanos. Pero cada cual tiene sus intereses en esta historia y la doble moral les permite relativizar los derechos humanos según su conveniencia.