Los más cercanos a él no han dejado de pensar de qué manera Floro podría permanecer perpetuo en esta ciudad
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El 10 de octubre del año pasado, Gijón dejó de moverse y no por el estado de Alarma debido a la pandemia, no. Floro Gordillo, personaje imprescindible en todos los saraos y acontecimientos relevantes de la ciudad, nos dejaba, se paraba en seco, fallecía.
Y es que Floro tenía el corazón grande, generoso y tan lleno de amistad que se desbordó, reventó de tanta bondad. Por eso es y será inolvidable para todos los que lo conocimos. No se olvidan las imágenes en televisión y prensa, del grandioso homenaje que alrededor de dos mil personas hicieron de manera espontánea al paso del féretro de este pequeño gran hombre.
Entre aplausos y entonando de manera entrecortada esa canción que siempre acompañaba el final de cada fiesta de Gordillo, «Mi limón, mi limonero» de Henry Stephen, Gijón despedía al impulsor del «tardeo» o de la famosa frase: «Gijón se mueve».
Los más cercanos a él, no han dejado de pensar de qué manera Floro podría permanecer perpetuo en esta ciudad. Así que ahí va la idea de sus íntimos: con financiación de muchos de sus amigos hosteleros y con diferentes donaciones, se hará un documental donde se podrán ver todas las épocas de este célebre y queridísimo personaje, además de la edición de un libro donde se recogerán cientos de fotografías y en el que ya se está trabajando con gran ilusión.
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Porque muchos conocieron a Floro en el «Baypass» y sobre todo sus deliciosas tortillas de patata, merecedoras de infinidades premios. Ahí tuvo como socios a Chano Suárez y Javier Sarmiento, aunque Alejo Caso fue su compañero de negocio en los últimos años de dicho local, poniendo de moda el chateo con cava. Pero uno de sus grandes convocatorias era, sin duda, la fiesta de fin de feria en la desaparecida discoteca «El Jardín». Ahí podía verse a un Floro impoluto con traje, camisa todo menos discreta, corbata, perfumado… y micro en mano, se subía al escenario de la inmensa terraza de la «disco» y gritaba: «Gijón se mueve». Era el ser más feliz del mundo y se le notaba.
Sus últimos jefes fueron los miembros del grupo Gavia y en concreto un hombre, su compañero de barra Elías «Bambara». Pero hay que recordar que siempre fue un gran trabajador y tuvo oficios dispares. Pescadero, frutero en la conocida frutería de sus padres en Pumarín. Fue segundo entrenador del Marino de Luanco con el mítico Robles… Floro indestructible, envuelto en mil y una batallas. Hasta puso en marcha la organización de un torneo de futbol sala el «Pasaje». Y ya no digamos los encuentros con la Peña «El buen rollo». Ahí organizaba a los más cercanos para «liarlos» en el buen sentido de la palabra, y disfrutar de tres comidas al año imposibles de evitar. La de Navidad, el hípico y la de la Feria de Muestras.
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Ahora que el restallón del verano, con mayúsculas, era el descenso del Sella. Ahí menos en canoa se bajaba el Sella a nado. Eso el que podía, porque eran tal las «perrerías» del bueno de Floro, que el asunto duraba hasta que caía el sol. Por todo ello, su más íntimos han decidido unirse para darle el homenaje que se merece.Los impulsores de esa idea son, entre muchos otros, David Pellitero, su amigo el alma, Gelu Rodríguez, César Telenti, que hará el guión tanto del libro como del documental; Vicente Fernández, su empresa Nortegráfico se encargará de editar el libro; y Julián Henao que producirá el documental. La banda sonora correrá a cargo del compositor Sigfrido Cecchini, en la que habrá dos canciones, una con letra de José Varela y otra de Edgar Oliveiro. El caricaturista Suso Mortiner se encargará del grafismo del trabajo, que no tiene aún fecha de presentación, pero que se espera sea en un lugar y situación tan especial como lo era el gran Floro.