Algo ha fallado a lo largo del caminar económico y social de nuestro país para que la vivienda no sea un derecho sino el mayor patrimonio material de los y las españolas
Friends, una de las más conocidas series de la historia de la televisión, recordemos que no había plataformas, reflejaba la situación de varios no tan jóvenes neoyorquinos durante doscientos treinta y seis capítulos que no envejecen tan mal, técnicamente, como muchas personas comentan. La mirada que se apoya hoy en la televisión no es la misma que las que miraba ayer. Los ojos no son iguales, la piel que los rodea tampoco, mucho menos la conciencia que nos adentra en los papeles de Rachel, Ross o Joey. Por suerte, el ahora difiere en valores del pasado. Quienes veíamos Friends hace unos años hacíamos pocas reflexiones sobre el machismo de la serie, la gordofobia o el racismo. Friends era un reflejo del patriarcado y los estereotipos que empapaban la sociedad y la televisión. Una serie que perseveraba el mantenimiento del poder del hombre, heterosexual, blanco con cánones de belleza mercantilizada. Por suerte, nuestra conciencia ha cambiado, nuestra evolución como personas ha mejorado, nuestra capacidad de crítica también. Sin embargo, hay una cosa que podría seguir trasladándose desde esos últimos años del siglo XX y principios del XXI hasta hoy: la imposibilidad del acceso a la vivienda por parte de la juventud.
Parece mentira como lo que nos parecía lejano en el espacio y en el tiempo, estamos hablando de principios de los noventa en donde el acceso a la vivienda no era tan difícil como ahora, lo vemos tan sumamente cercano en el hoy. La sociedad hace verdaderos esfuerzos para la compra o el alquiler de un lugar donde vivir. No estoy hablando solo de la juventud, estoy reflejando un problema social. En Gijón, un alquiler llega a los 800 euros si tiene poco más de 50 metros en el centro. Los barrios se sostienen con precios menores, nunca baratos. Así es imposible que no se genere la famosa gentrificación en espacios populosos reconstruidos por el capital, o que incluso la población vamos a decir “autóctona” se sienta condicionada por una presión economicista que será imposible mantener en el tiempo. Ya vamos tarde, pero debemos cambiar esta tendencia si no queremos tener pisos con seis jóvenes viviendo juntos, familias en los barrios más alejados y el turismo copando las calles principales de nuestra ciudad.
El edificio en donde se desarrolla Friends no creo que haya sido de vivienda pública, uno de los elementos claves para reducir o contener los precios del alquiler. Si en Europa la cifra de vivienda social respecto al parque total es cercano al 9,5%, en España es tan solo un 2,5%. Siete puntos por debajo de la media de nuestro entorno. Debemos recordar que el artículo 47 de la Constitución establece como derecho de la ciudadanía una “vivienda digna y adecuada” y que para ello “los poderes públicos promoverán las condiciones necesarias”. Algo ha fallado a lo largo del caminar económico y social de nuestro país para que la vivienda no sea un derecho sino el mayor patrimonio material de los y las españolas. Así se ve, así tributa, así se mercantiliza. España lleva una economía de crecimiento paulatino durante los últimos 60 u 70 años. Eso ha repercutido en nuestra manera de vivir. Sin embargo, no se ha reflejado en el ámbito del acceso a la vivienda, o si lo ha hecho ha sido para mal, sobre todo en los últimos años. Llevar a cabo, por parte de las diferentes administraciones públicas, nacional, autonómica y local, una apuesta decidida por la inversión en vivienda pública permitiría, con toda probabilidad, una contención de los precios, pero, sobre todo, la posibilidad de compra o alquiler de un hogar por parte de familias que ahora mismo no pueden hacerlo. Es verdad que en esta sociedad del ahora y del voto por emociones, la rentabilidad electoral de estas medidas es muy pequeña. Quizás al contrario, se puede ver como una intromisión en el mercado, y al mercado no se le toca. Sin embargo, es fundamental la inversión a largo plazo. El aumento de la vivienda para fomentar el alquiler social puede ayudar a aliviar la actual situación de la vivienda en general y se debe hacer una apuesta decidida en este caminar. Existe poco rédito político, pero ¿qué es la política sino cambiar la realidad para mejorar, a corto, medio, largo plazo, la vida de las personas? La apuesta decidida por un parque de vivienda social en barrios y también en el centro de la ciudad, es una política efectiva a largo plazo, no es cortoplacista. Una medida cuyos objetivos no se verán cumplidos hasta que se estabilice el parque de vivienda, pudiendo darse incluso la situación que el gobierno que marque esa mirada no se encuentre en el momento de finalización de estabilización de los precios y la mejora al acceso, pero es básica para caminar en una dirección que repercute en la juventud y en la sociedad del mañana.
España siempre ha sido un país comprador de vivienda, con incentivos fiscales a la misma y con un gran porcentaje de españoles y españolas con propiedad o propiedades buscando una casa donde vivir o una inversión. Esta manera de entender el parque de vivienda, fomento de la propiedad sobre el alquiler, es distinta a la que ocurre en otros países de Europa, construyendo, nunca mejor dicho, la imagen que tenemos sobre la vivienda como un privilegio o un elemento económico, no un derecho. Si uno de los derechos de la Constitución es un privilegio, podemos con él mercantilizar. Claro que se puede hacer. El tener una propiedad conlleva poder hacer con ella lo que quiera. La economía de libre mercado es eso y nadie debe pensar ni hacer lo contrario. La Administración no puede, no debe, condicionar de tal forma el mercado que pueda llevar a la eliminación de la posibilidad de uso de un bien, pero si puede, si debe, si tiene que regularlo para que ese uso no condicione al conjunto de la sociedad. Se deben buscar fórmulas para que sea más atractivo el alquiler a largo plazo que el vacacional, para que un propietario quiera tener inquilinos que hacen ciudad que no otros que vienen a la ciudad, para impulsar la visión de la vivienda como derecho. Esto viene a colación de los pisos turísticos, un mercado no regularizado convenientemente, no gestionado de manera adecuada, que ha conllevado, junto a la ausencia de vivienda pública, un incremento bestial de los precios en los últimos años. Ahora ya es tarde, pero se debe hacer. La cuestión es cómo.
Las medidas no pueden venir aisladas, debe ser una lucha por parte de varios frentes de manera coordinada hacía un único fin. Tiene que haber un planteamiento urbanístico por parte de los ayuntamientos para que exista la convivencia de los usos turísticos y la vivienda, teniendo en cuenta que uno son vacaciones y otro un derecho, pues, de no ser así, podría llevar a un conflicto mayor por parte de propietarios y vecinos. A un mayor conflicto entre la ciudad que queremos y la que tenemos. Tiene que haber una regulación de la propiedad, y no solo me refiero de la licencia de actividad, sino fomentar una serie de características y servicios que pueda conllevar una mejora de la calidad de los espacios y un crecimiento de las empresas locales. Y, por último, reforzar la potestad que tienen los vecinos del bloque para eliminar la posibilidad del uso de los inmuebles para el alquiler vacacional con carácter retroactivo, con una limitación temporal, es decir que una decisión no sea para siempre, pero tampoco infinitamente cambiante, sino que pueda modificarse en un plazo temporal que aúne el interés colectivo y el interés particular, dando un tiempo prudencial para los y las propietarias para adecuarse a las decisiones. ¿Son necesarios los pisos de uso turístico? sí. ¿Están convenientemente regulados? creo que todavía no.
Por último, quiero mostrar otro de los puntos vinculados a la vivienda y a los miedos de los y las propietarias que conllevan decisiones. Hay que dejar claro que los datos no avalan la idea de que la ocupación en España es un problema. No llega al 0,06% de denuncias presentadas por posibles viviendas ocupadas. Aunque no sea un problema como país, sí lo es para cada uno de los propietarios y propietarias cuya vivienda ha sido ocupada. Por los derechos y deberes existentes en la Constitución debe ser complicado de blindar garantizando ambos aspectos, ninguno de los gobiernos ha podido hacerlo, pero debería buscarse una solución ya mismo para aquellos propietarios, propietarias que batallan contra personas que ven su propiedad ocupada. Reitero, no es un problema de país, pero se deben buscar soluciones que no permitan los bulos exagerados de personas que quieren que el temor se instale en las viviendas.
Ver o volver a Friends abrazado en un sofá es recordar que se debe mejorar el pasado, eliminar estereotipos, adecuar los mensajes, además de reflexionar sobre un problema que no es solo de la juventud, es de toda la ciudadanía española. No vivamos del abrazo y los recuerdos, miremos al mañana. Un mañana en donde la vivienda sea como es un derecho. Yo quiero vivir ese mañana.
«Quienes veíamos Friends hace unos años hacíamos pocas reflexiones sobre el machismo de la serie, la gordofobia o el racismo. Friends era un reflejo del patriarcado y los estereotipos que empapaban la sociedad y la televisión. Una serie que perseveraba el mantenimiento del poder del hombre, heterosexual, blanco con cánones de belleza mercantilizada». ¿Tu eres de los que mea sentado y ya no come carne verdad?