El colectivo, encabezado por tres jóvenes de Gijón, da sus primeros pasos en el escenario de la música urbana sin renunciar a nada, a la vez que reclama oportunidades para los géneros y artistas menos conocidos: «Ojalá vivir de esto en algún momento»
El «mainstream» (corriente o tendencia mayoritaria), ese aliado de la cultura de masas, acaba por encumbrar a unos pocos que ocupan gran parte de la parrilla informativa y televisiva. Las caras de los artistas más populares del panorama musical se ven a diario en plataformas y redes sociales. Como si fuera una suerte de contracultura, en medio de cierta marabunta de sonidos diferentes y novedosos, grupos «underground» que comienzan a dar sus primeros pasos, artistas que cantan, otros que producen y algunos que mezclan, surge FTR (en inglés, «Fuck the rest»), un colectivo del género urbano integrado por jóvenes de Gijón y Santander nacidos en la década de los 2000. Unidos por sus ganas de hacer música, navegan entre beats de trap y hip-hop. Reflexionan sobre la particular visión de su generación. Comparten un «entendimiento similar» de las cosas, aunque cada uno posee su propio sello. Y también fantasean: se imaginan un futuro idílico en el que puedan cumplir su deseo de vivir de la música al tiempo que disfrutan de un presente que pone a su disposición numerosos medios para hacer lo que les gusta.
Isak Sarriá («Travieso») y Pablo García («Wabo») son de Gijón. El primero estudia el Bachillerato de Artes y lo compagina con el contrabajo en el Conservatorio, mientras que el segundo cursa un módulo de Imagen para el Diagnóstico. Se conocieron haciendo skate. «La posibilidad de hacer música juntos surgió porque subí un tema a Soundcloud», avanza Isak. «Pablín me pilló por banda y me dijo… ‘no es mi estilo, pero podemos hacer algo guay'», continúa. Con el móvil, un simple micro o cualquier herramienta a disposición es suficiente. Más tarde, se sumó Gianni Paciolla, que también estudia Artes en Secundaria. «Me encanta crear y compartir momentos con personas que te inspiran y contribuyen a sacar tu potencial o enseñarte algo nuevo», comenta Gianni.
Su recorrido como artistas comienza hace poco, pero explota el abanico de posibilidades que les ofrece, sobre todo, el dominio de las tecnologías: Internet, sintetizadores, softwares de producción, micros… Eso sí: visitaron por primera vez un estudio unos meses atrás. Fue en Cantabria, donde residen Ayman Halloumi («Takeda»), estudiante de Gestión Administrativa, y Víctor Cayón («doggy’s key»), estudiante del Bachiller Social. Cada uno de ellos está presente en Youtube y otras plataformas en las que suben contenido propio. Aun así, la idea de hacer música en conjunto está todo el tiempo presente en sus cabezas. «Más que un grupo, somos un colectivo, ya que no estamos obligados a formar parte de todos los temas que hacemos entre nosotros», explica Víctor. «Aunque pudiera ser contraproducente, lo guapo es que seamos distintos», confiesa Pablo.
El primer concierto
Hace unos días, los jóvenes dieron un concierto por primera vez bajo las siglas de FTR. Lo hicieron en una sala de la calle Capua, «Dilema Indie Club», que acostumbra a contar con artistas que están comenzando en el mundillo. Según los protagonistas, acudió «más gente» de la que esperaban. «Vinieron personas que no conocíamos«, mencionan ilusionados. «Fueron familiares que no tenían idea de lo que hacíamos o que no nos habían visto antes y quedaron flipando», completa Isak. En Cantabria, Ayman se refiere al momento de ver cómo el público cantaba las letras de las canciones: «Coger un ALSA, ir a Asturias, dar un concierto y que haya gente que conozca lo que haces y cante tus temas es muy emocionante«.
Desde la sala en la que los jóvenes hicieron su debut como grupo, declaran estar «muy satisfechos» con el ambiente que generaron. Para Lucía Costa y Nico L’Abbate, dueños del local, es importante ser un soporte para aquellas bandas o artistas que están naciendo. «En ‘Dilema Indie Club’ apostamos por ofrecer un espacio para que los artistas emergentes locales puedan tocar», expresan. Más en concreto, se refieren al espectáculo que ofreció el colectivo FTR y comentan que estuvo repleto de «energía e ilusión». Lucía y Nico consideran que es «importante» poner en valor «el tiempo» que los chicos dedican a «escribir, producir y promocionar» sus temas.
Precisamente, una de las reivindicaciones de los artistas tiene que ver con la atención y el reconocimiento o, más bien, con las voces que reniegan de lo diferente. «En Asturias no hay oportunidades para un género como el nuestro, sino para otro tipo de bandas y grupos», lamenta Pablo. No pretenden ser los más escuchados, pero sí que haya quien les brinde la ocasión de actuar en directo o no tenga reparos en aproximarse a su estilo. «No todo es Quevedo», resume el gijonés. «Hay mucha gente que mola y que no es conocida», continúa en la misma línea. Ayman, por su parte, apunta que es una suerte vivir un momento en el que la existencia de medios, sobre todo a nivel digital, haga posible que «cualquiera pueda hacer música«. Todos ellos expresan su deseo de que, cada día, haya más personas dispuestas a sumarse a su carro. Y es que, tal y como afirma Víctor: «Es muy fácil conectar con nosotros«. «A quienes desmerecen lo que hacemos les diría que se fijaran en las sensaciones, en la estética, en el sonido… Igual después de eso, cambian de opinión», concluye Ayman.
«Ser influyentes» o poder enfocarse «solo en la música» es un objetivo vital para algunos de los componentes de FTR. Otros se conforman con «sacar muchos temas» y disfrutar del proceso. «Sería un sueño vivir de esto, pero también somos realistas y nos enfocamos en lo que estudiamos», avisa Isak. Al fin y al cabo, «esto es como cuando en clase te mandan hacer un trabajo con la gente que te cae bien», tal y como describe Ayman. En la práctica, «Fuck the rest» se traduce como «grabar mucha música, hacer lo que te inspira y que el resto te dé igual». Ajenos a todo y siguiendo cada uno su camino, en FTR están en ello.