Luis Manuel Madiedo Hontañón, profesor y abogado
En general, cuando cualquier comunidad humana, desde la familia a las instituciones multinacionales, decidimos o deciden el destino de nuestro dinero nos planteamos la misma pregunta: ¿Estamos gastando o estamos invirtiendo?
Para la interpretación de la contabilidad clásica, en su lenguaje contable, el gasto se identifica con el activo corriente, lo que se consume, lo perecedero. Y la inversión con el activo fijo o inmovilizado, aquello que admite múltiples usos, lo que durará en el tiempo e incluso puede llegar a revalorarse. ¿Podemos seguir manteniendo ese análisis como real o políticamente defendible?
Vivimos desde hace años en la sociedad del conocimiento, vinculada a una sociedad líquida donde nada es perdurable como estructura, todo puede modificarse rápidamente en el entorno cercano o lejano. Pues estar preparado para interpretar esa realidad cambiante, obviamente, es fundamental para poder desenvolverse en ella con cierto sentido o para orientarte en ella sin más.
Vamos al grano: ¿el sueldo de una maestra es gasto y la compra de un ordenador portátil inversión? ¿El salario de un médico es gasto y adquirir un medidor de tensión inversión? Y desde ahí hacia el infinito.
En este mundo del postcapitalismo industrial o de un capitalismo evolucionado hasta el nivel híper del concepto, porque no le queda otra para sobrevivir, y donde ya la obsolescencia programada y/o tecnológica del activo fijo es parte estructural e irrenunciable del sistema, ¿podremos seguir manteniendo esa prehistórica diferenciación?
La Unión Europea emplea todos los años ingentes recursos en conseguir la igualdad educativa. La igualdad educativa no consiste en resolver reducidos problemas, importantes y limitados problemas de la sexualidad adolescente o de la identidad racial o nacional, no.
La igualdad educativa que busca la Unión Europea es la de invertir en los niños y jóvenes para conseguir su educación y formación para la vida, una educación y formación suficiente para garantizar su futura autonomía, independientemente de su origen social, económico, racial, nacional y demás etcéteras.
¿Por qué hace esto Europa? Pues aparte de por cuestiones éticas, siempre y justamente presentes, porque sabe que esos que hoy son niños y niñas, muchachos y muchachas, si llegan a la edad adulta sin una formación suficiente nos van a costar a todos y todas muchísimo más dinero del que hemos invertido en su educación y formación.
Es claro, hay gastos que son inversiones de futuro, la Inteligencia Artificial es ya parte de nuestras vidas y será necesario que los humanos la dominemos. No nos dejemos dominar por la cultura del ladrillo, aquí en Asturias de «la toneladona».
Y dicho esto, como gijonés de cuna y de corazón y desde Gijón, aprovecho para denunciar que las auténticas inversiones estructurales en activo fijo necesarias para esta ciudad y para Asturias en general, como la Estación Intermodal, el Plan de Vías o el Vial de Jove, siguen durmiendo el sueño de los justos mientras la Sede Española de la Inteligencia Artificial para la que nos postulamos como ciudad y como Región se va a La Coruña.