
«A todo esto, ¿por qué es mala la competencia? ¿Debemos rechazar, por ejemplo, que se instale en Asturias una nueva cadena de supermercados con el argumento de que va a hacer la competencia a las ya existentes? ¿Se dan cuenta del despropósito?»

Queridos lectores: A los que tuvieron la gentileza de leer mi anterior columna (y los que no, pueden hacerlo clicando aquí) les hablé de la importancia, no solo a nivel competitivo, de traer a Gijón eventos de primera magnitud, que son palanca para atraer turismo en todo el año. Hoy quiero referirme a la voluntad de la Universidad Europea de tener, próximamente, una sede en Gijón. Parecía que, por fin, contar con una nueva Academia, tenía el respaldo de todos nuestros políticos. Pues no.
Guillermo Peláez, consejero de Hacienda y Fondos Europeos del Principado de Asturias, ha comentado estos días que el Gobierno regional está pendiente del informe de la Conferencia General de Política Universitaria. Lo que pasa es que los técnicos del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades ya han emitido varios informes sobre la implantación de centros universitarios en otras comunidades autónomas: concretamente 25, de los que 21 fueron desfavorables y solo cinco a favor. ¿Qué han hecho las comunidades? Dar preferencia al interés público frente a los argumentos técnicos, que rechazaban esa opción por la competencia que las universidades privadas iban a hacer a las públicas. A todo esto, ¿por qué es mala la competencia? ¿Debemos rechazar, por ejemplo, que se instale en Asturias una nueva cadena de supermercados con el argumento de que va a hacer la competencia a las ya existentes? ¿Se dan cuenta del despropósito?
Pero el Ejecutivo que preside Adrián Barbón es más papista que el de Pedro Sánchez: Sin aportar argumentos, convierte por su cuenta en vinculante el informe del ministerio. Aún más; hace cinco meses, PSOE y Sumar llevaron una proposición no de ley a la comisión de Ciencia para que el informe sea vinculante, pero entre los partidos, incluyendo algunos socios de gobierno, lo tumbaron.
¿Qué tiene Adrián Barbón contra la libre competencia en los mercados? ¿Volverá a nacionalizar las gasolineras o los transportes? Se atreverán a hacerlo con los hospitales o las consultas de los médicos? ¿Y por qué no con los bufetes de abogados? ¿Retornaremos a la autarquía de los primeros años de la dictadura franquista, donde para poder comprar un Mercedes o un Peugeot había que pedir permiso al ministerio, con todo el nepotismo y la corrupción que eso generaba?
Sin ser experto en Derecho Comunitario, estoy convencido de que la Unión Europea tumbará esos argumentos por el principio de libertad de competencia que rige en toda la Unión Europea (sí, también en España y en Asturias). El problema es que todo eso lleva años de trámites hasta que salgan las resoluciones de Bruselas. Y claro, ni la Universidad Europea, ni la Nebrija, ni la Clínica Quirón van a querer tener sede en Asturias. Una patada en toda regla al Ejecutivo asturiano… Que nos va a dar en el culo de los ciudadanos. Y va a doler. Va a doler mucho: fuera puestos de trabajo, fuera mejoras en las infraestructuras, fuera más servicios a los ciudadanos…
Tiene razón Ángela Pumariega en decir que Adrián Barbón está poniendo todas las trabas posibles a un proyecto que (nos) ilusiona a una inmensa mayoría de los gijoneses. Y —añado—, a los que iban a venir y, como salga una resolución negativa, no lo harán. Eso, señoras y señores, se llama lucro cesante; es decir; según Legálitas, “la pérdida del incremento patrimonial dejado de obtener debido a un incumplimiento contractual, un acto ilícito o un perjuicio ocasionado por un tercero”. Cae de cajón que este último supuesto entra en juego si el Principado decide prohibir que la Universidad Europea se instale en Gijón. Y añade: “El derecho a indemnización nace cuando existe una frustración ostensible y un hecho desencadenante, entre los cuales hay relación de causalidad”. Vamos, que la Universidad Europea podrá, en función de los compromisos ya contraídos, reclamar una indemnización de muchos miles de euros. Si la Justicia le diera la razón, ¿quién los va a pagar? ¿El presidente, los consejeros? No: USTEDES Y YO.
Peor aún es la postura de otras formaciones: Borja Llorente, secretario general de CCOO Enseñanza, piensa que la Universidad Europea solo quiere sacar beneficios, lo cual sin duda es así, como en cualquier otro centro educativo privado. Pero eso no merma la calidad de la enseñanza, como no lo hace el que el Sanatorio Covadonga o el Hospital Begoña den asistencia sanitaria junto al Hospital de Cabueñes o al de Jove, por ejemplo. Por su parte, Covadonga Tomé, diputada del Grupo Mixto en la Junta General del Principado (antes en Podemos), opina que el nuevo centro solamente va a servir para comprar títulos. Eso es mentira. Así como suena: MENTIRA. Y añade otra: los títulos oficiales están homologados por el Ministerio de Educación.
Verán, por imposición de mis padres tuve que estudiar —y acabar— la carrera de Derecho, que estudié casi en su totalidad en la Universidad de Oviedo. Y sin duda puedo asegurar su excelencia universitaria. Al terminar el grado, exigí a mis padres que cumplieran su compromiso (que conseguí con sangre, sudor y lágrimas, pero esa es otra historia). Así que me matricularon en Periodismo en… ¡Adivinen! En la Universidad Europea, concretamente en el campus madrileño de Villaviciosa de Odón. Y le aseguro, doña Covadonga, que no me regalaron ni un aprobado. ¡Ni uno! En todas y cada una de las asignaturas tuve que preparar los exámenes. En varias tuve que hacer, además, trabajos obligatorios: elaborar y locutar un informativo en radio, maquetar y redactar de mi puño y letra una revista de 15 páginas… Como curiosidad les contaré que en la asignatura de Publicidad el examen final era doble: uno teórico y una práctica que teníamos que defender ante el catedrático, que además grababa la prueba con una cámara. Allí me subí yo con un grueso bloc de notas y empecé a explicar —como fue mi caso— por qué el pan es más saludable que la Cocacola. Encontré un informe que decía que una barra grande tenía —tiene— menos calorías que los refrescos azucarados, así que es más sano comerse una hogaza entera que beber una lata de ya saben qué bebida.
Acabada mi exposición, el profesor me sometió a un tercer grado, que alcanzó niveles de tortura cuando me preguntó: “¿Cree que en España es admisible hacer comparaciones entre marcas comerciales? ¿No piensa que eso es una publicidad irresponsable?”. En ese momento yo quería meterme debajo de la mesa, pero no fui capaz y contesté como Dios me dio a entender, reconociendo mi error (no estaba maquillado, así que el color me iba y venía de la cara). Pero al docente le debí convencer, porque días después me encontré con mi primer sobresaliente —y último— en las dos carreras.
No quiero terminar sin una reflexión: además de los puestos que generará, el contar con más docentes de primera fila, etc., ahora estamos celebrando el aniversario de la Milla del Conocimiento, que en su día fue una brillante idea para atraer a las tecnológicas a Gijón, y hoy es una esplendorosa realidad que animó y sigue animando a empresas de todo el mundo a instalarse en nuestra ciudad. Y digo yo: si conseguimos —espero que sí— que la Universidad Europea se instale, ¿no sería una gran oportunidad de buscar sinergias entre la Academia y las empresas de la que no por casualidad se llama ‘Milla del Conocimiento’? Así que espero que el deseo se haga realidad y juntos cantemos el himno de todas las universidades: El ‘Gaudeamus Igitiur’.
A todos ustedes, si me han leído hasta aquí, muchas gracias. Les espero.