«Cerveza, tabacos, colchones, chocolates, camisas, loza, porcelanas, jabones, productos lácteos, fábrica de gas, motos… ‘Fabriques a barullu, talleres a petar’. Los mejores astilleros, la mejor siderurgia. Se producía energía para exportar. ¡Éramos de primera!»
Por Urbano Rubio Arconada
Era un día de los años setenta en Gijón. La actividad era frenética. Cerveza, sombreros, bienes de equipo, automáticos eléctricos, tabacos, colchones, chocolates, camisas, loza, porcelanas, jabones, productos lácteos, fábrica de gas, motos… “Fabriques a barullu, talleres a petar”. Los mejores astilleros, la mejor siderurgia. Se producía energía para exportar. ¡Éramos de primera! La gente venía de toda España y ocupaban las casas de obreros de Jove, de Pumarín, de la Camocha, de Roces, de Ceares, del Coto, de Nuevo Gijón o de La Calzada. Por la Carbonera circulaban camiones repletos de minerales soltando polvillo. Vagones cruzando la cordillera Cantábrica de perfiles metálicos a cuenta de una Asturias industrial que aportaba cerca del 50% de su PIB, lo que provocaba que la provincia ocupase una honrosa sexta posición en el país. Escuelas de aprendices, La Laboral y Universidad llenas de jóvenes inquietos convenían en prepararse para un futuro con ilusión en un mercado laboral dinámico de cero desempleados forzosos, y donde los mozos compaginaban los estudios con las movilizaciones callejeras.
Una España, aquella, que, por ejemplo, duplicaba la renta per cápita de Irlanda (hoy Irlanda triplica la renta a España) y que, con mucha producción y esfuerzo, consiguió auparse en la posición ocho del mundo gracias a la industria. Llegados los 80: la “reconversión industrial” y empieza el declive. Numerosos sectores industrias fueron cerrando transfiriendo su producción lejos de aquí. La situación actual es calamitosa para la manufactura asturiana: se perdieron más de la mitad de los empleos en medio siglo. La industria, considerada el motor de la economía asturiana, empleaba 115.000 trabajadores hace cincuenta años frente a unas 48.000 personas actualmente, menos aún si descontamos los empleados de “sociedades zombies”. Las sucesivas reconversiones políticas (la última la descarbonización) han llevado por delante miles de empresas de los polígonos locales. La cartera de pedidos del sector desciende año a año.
En la parte positiva, tenemos los parques tecnológicos que mantienen la sabia industrial, así como alguna empresa que se hace notar por su calidad en el producto como Media Madera. Las tasas portuarias más elevadas que la de otros puertos del norte de España de nuestra competencia, el alto precio de la energía y la alta fiscalidad hace que el peso del sector industrial de Asturias ya esté por debajo del 12,7% del PIB, a pesar de la ingente cantidad de recursos dinerarios que se inyectaron a la economía a través de los Fondos Mineros que se fueron por el sumidero. El declive industrial se debe a varios factores. La globalización ha contribuido a incrementar la deslocalización de la actividad empresarial a otros países por razones de competitividad: para un mismo producto, las empresas eligen localizaciones con bajos costes productivos.
El segundo factor, que incide en nuestro tejido industrial, se caracteriza por la pequeña dimensión de sus empresas, lo que se traduce en una escasa capacidad inversora y en la dificultad para acometer gastos en I+D+I. Las industrias de tecnología alta y muy alta solo representan una tercera parte del total mientras que la mayoría son empresas de media o baja tecnología. El análisis de los datos relativos a la balanza tecnológica muestra que todavía estamos muy por debajo de lo que correspondería al nivel de desarrollo. El tercer factor es la bajísima productividad. Con el tiempo el carro va más despacio, pues, cade vez son menos los que tiran y más los que van montados en el carro. Facilitar las cosas al empleo productivo es la clave del éxito aplicando una legislación laboral adaptada a las nuevas necesidades de competencia global y que favorezcan el emprendimiento.
Y el cuarto, son un cúmulo de agentes que influyen soberanamente, tales como la elevada conflictividad laboral y la nefasta gestión de proyectos públicos. La lista de proyectos fallidos es larga, por ejemplo, la ampliación de Puerto Marítimo del Musel, desaprovechado competitivamente, la Regasificadora, que va para museo, la Plataforma Logística de la Zalia, pasto de vacas, o la quimera que se ha convertido las conexiones ferroviarias del AVE hasta Gijón y la conexión del Corredor del Atlántico norte. Proyectos, que suponían la esperanza para reengancharse a la prosperidad y que encallaron en el fracaso. En definitiva, la industria tiene su mejor futuro en aquellos sectores y empresas cuya producción esté dotada de un alto componente innovador y un eficiente sistema de gestión integral. En la internacionalización de nuestras empresas y en la exportación de productos con valor diferencial. El remanente industrial de Asturias tiene potencial a cuidar y ampliar, y no con eslóganes ni con partidas de presupuesto ficticias, sino con medidas que favorezcan invertir y crear riqueza como opción vital para el desarrollo y crecimiento sostenible.
Pues volverán esos tiempos de la mano de la economía verde y sostenible.
Hay que luchar por ello.
Tu lo que no sabes es nada de nada y tocas de oído. Tu último trabajo serio!, fue subir el chupo a la boca.
De que cambio climático vendrán los desiertos actuales??????
De Gijón Industrial (hasta un equipo de futbol hay con ese nombre), creador de riqueza a un Gijón amiseriado, empobrecido y lleno de gastrochigres. Apostando por la psudoindustria como es la turística, que sólo gasta y no crea riqueza, el dinero simplemente cambia de manos y favorece la hosteleria canalla y la gente llenando calles, gastando agua y recursos a cambio de casi nada, y no, esta «industria» la del turismo no es ni verde ni sostenible. No son buenos tiempos para mi Gijón del alma.
Si esto vien ya de Nostradamus, si la culpa ye de los ecologistas, de la izquierda, de la derecha, Barbón, la alcaldesa, el papa…, ainss lo que podíamos haber sido… Etc etc. A ver si dejamos ya de buscar culpables y nos agarramos lo que se hay que agarrar (cada un@ lo suyo) y aportamos cada día un poco más y mejor, todos y cada uno de nosotros. Si no tenemos más ye porque no buscamos más. Ye muy fácil caer en lamentaciones, echar balones fuera y olvidar la cultura del esfuerzu. La gaita no ye un palote!
Antes todo esto era industria.