El que fuese vicepresidente de la Familia Olímpica del Principado, e introductor de la halterofilia en el Grupo Covadonga, desarrolló una intensa labor de divulgación, y fue especialmente activo clamando por la plena inclusión de la mujer

Gijón ha abierto sus brazos con tristeza a esta jornada de viernes, y no sólo por el color plomizo de su cielo. Agustín Antuña (Gijón, 1939), una de las figuras clave del olimpismo español en general, y gijonés en particular, ha perdido hoy su última competición, y ha fallecido tras una larga vida dedicado en cuerpo y alma a la práctica, fomento y divulgación deportivas. Su muerte, eso sí, deja un recuerdo colectivo imborrable, fruto de las muchas décadas en las que se esmeró por compartir con la sociedad mil y un detalles de la que fue su pasión absoluta e incuestionable: el deporte.
Nacido en los estertores de la Guerra Civil, en una España marcada por la herida que causó dicho conflicto, Antuña no tardó en descubrir su amor incondicional por la actividad deportiva, especialmente en sus vertientes más físicas y de contacto. La gimnasia, el boxeo e, incluso, la lucha grecorromana formaron parte de sus intereses atléticos, y su dedicación le granjeó pronto una reputación de profesional dedicado, sereno y competente. No obstante, fue en la halterofilia donde, finalmente, encontró su lugar. Tanto es así, que fue el mismísimo Antuña quien la introdujo en el Real Grupo Covadonga, del que ostentó hasta su muerte el carnet con el número de socio 88. Más aún, llegó a participar en hasta seis Juegos Olímpicos, campeonatos mundiales y europeos, y en 1992, el gran año de las Olimpiadas de Barcelona, fue el encargado de encender la antorcha olímpica a su paso por Gijón.
Una enciclopedia deportiva viviente
Con todo, mucho antes de finalizar su labor atlética en los campos y canchas, Antuña ya había iniciado la actividad por la que es hoy más reconocido: la divulgación de todo el conocimiento olímpico que, durante décadas, acumuló y atesoró con mimo paternofilial. En 2001 se convirtió, por méritos sobrados, en miembro del Comité Olímpico Español y de la Academia Olímpica, y no tardó en alcanzar la vicepresidencia de la Familia Olímpica del Principado, que se esforzó en revitalizar para ver consumado el que fue, hasta sus últimos instantes, su gran sueño: la apertura en Asturias de un Museo Olímpico que acerque a vecinos y foráneos el papel del Principado en los Juegos a lo largo de la historia. Buena parte de su contenido habría partido de la que fue su propia oficina, un valioso fondo histórico repleto de fotografías, documentos, medallas, trofeos e, incluso, la antorcha que prendió en 1992.
La reacciones a la muerte de Antuña no se han demorado. De todos los rincones de la geografía deportiva nacional están llegando aún ahora mensajes de condolencia y apoyos a sus familiares. Joaquín Miranda, presidente del Grupo Covadonga, al que el difunto siempre estuvo estrechamente vinculado, ha calificado lo ocurrido como una «tremenda pérdida para el Grupo y para Gijón; el Grupo está hoy de luto», y ha declarado a miGijón que Antuña «fue todo como deportista, como cargos relacionados con el deporte y como persona inmejorable. Fue una de las personas que me incitó a presentarme a las elecciones y, por supuesto, que me influyó. Descanse en paz».
Por su parte, la vicealcaldesa de Gijón y olímpica Ángela Pumariega también ha expresado sus condolencias: «La noticia me ha dejado profundamente consternada y siento una gran pérdida. Agustín fue un apasionado del deporte olímpico y un verdadero pilar para los deportistas asturianos. Su dedicación y compromiso con el deporte no solo inspiraron a muchos, sino que también brindaron un apoyo invaluable a quienes tuvimos la fortuna de conocerlo y trabajar a su lado. Su legado en el mundo del deporte asturiano perdurará por siempre, y su memoria será recordada con cariño y gratitud».
El velatorio está instalado en la sala 2 del Tanatorio de Cabueñes. El funeral de cuerpo presente se realizará en la iglesia de San Pedro, a las cinco de la tarde del sábado 8 (consulta esquela completa).
Conocí a Agustín al incorporarme como miembro de la Academia Olímpica Española. Pronto se convirtió en un amigo entrañable y cariñoso que real y sinceramente compartía el deseo de vivir y transmitir los valores que suponen el ideario olímpico. Siempre percibí que era una buena persona, en el sentido machadiano de la palabra «bueno». Pacífico, tranquilo, cariñoso, entrañable: una persona de una calidad humana poco frecuente, con una memoria digna de admiración que me ayudó en múltiples ocasiones. Personificando y practicando siempre esos valores tan necesarios de la filosofía olímpica: solidaridad, juego limpio, altruismo; nos ha dejado esa otra estela que ha marcado su trayectoria y que menciona también la Carta Olímpica: el valor educativo de su buen ejemplo. DESCANSA EN PAZ COMPAÑERO Y AMIGO.
Dra. Mª Eugenia Martínez Gorroño
Directora del Centro de Estudios Olímpicos
de la Universidad Autónoma de Madrid