Autodefinida como «mujer, gitana y feminista», la veterana activista ha recibido el elogio de la Corporación, encabezada por la alcaldesa, Carmen Moriyón, y ha llamado a erradicar todo prejuicio, recordando que «hay gitanos malos, pero vosotros dejáis que desear»

Temidos, despreciados, perseguidos, marginados… Histórica e injustamente, desde luego. No sería exagerado calificar de epopeya la historia del pueblo gitano en territorio español, un colectivo aún hoy marcado, en cierto modo, por la cicatriz del prejuicio y la lacra de la desigualdad. Afortunadamente, a lo largo de los años no han escaseado las figuras decididas a luchar por revertir esa realidad. Y este martes Gijón en pleno ha rendido el debido homenaje a una de ellas. En una ceremonia, tan sencilla como sentida, oficiada en el Salón de Actos de la Casa Consistorial, la Corporación local, con la alcaldesa, Carmen Moriyón, a la cabeza, a honrado la vida y obra de Adela Gabarri, presidenta de la Asociación Gitana de la ciudad y todo un exponente de la cruzada por la plena igualdad entre gitanos y payos, sin importar razas, sexos o extracciones sociales.
«Lo que más amo y quiero es mi identidad», apuntó una emocionada Gabarri, quien no dudó en definirse, por encima de todo, como «mujer, gitana y feminista». Y es que, un cuarto de siglo después de comenzar a trabajar en Gijón, de la mano de la Fundación Secretariado Gitano, la homenajeada se ha convertido en un modelo de conducta para muchas otras mujeres gitanas, que han encontrado en ella un faro contra los estereotipos y los prejuicios. Una tarea titánica si se tiene en cuenta, como ella ha hecho, que ya desde el momento en que «el primer gitano llegó a España, en 1425, procedente de Egipto», su cultura le fue arrebatada. En ese sentido, ayer Gabarri recalcó, como lleva haciendo estos veinticinco años, que «si tú a mí no me conoces, no me debes juzgar», y fue expeditiva al poner de manifiesto que, si bien es cierto que «hay gitanos malos», también los integrantes del colectivo payo «dejáis mucho que desear». Y esgrimió como ejemplo las dificultades de acceso a la vivienda que su pueblo aún padece, y que ha llevado a muchos de sus miembros a «estar pasándolo muy mal».
El alegato de Gabarri pareció calar, y hondo, en el espíritu de Moriyón. En su turno de intervención, la regidora de Gijón concedió que «la sociedad actual no ha logrado dejar atrás los prejuicios, los rumores, los estereotipos que inducen a la persecución y a la discriminación, y con ello a la exclusión, a la opresión y a la marginación». No obstante, celebró la existencia de personas como la homenajeada, «una gitana de respeto y, sin duda, una gran matriarca», de quien elogió particularmente «su práctica pedagógica y su activismo ha permitido unir las fronteras que separan las diferencias culturales para encontrarnos en un espacio común de respeto y de convivencia». Y es que la de Gabarri, devolvió a la actualidad Moriyón, ha sido una cruzada constante «por los derechos de las mujeres, por erradicar el absentismo escolar, por promover la educación y la inserción laboral y por mejorar las condiciones de vivienda», todos ellos objetivos ambiciosos que, «desde luego, consiguió». Así, la alcaldesa dio por clausurado el acto entregando a su protagonista una réplica en miniatura de las ‘Letronas’, en reconocimiento a sus esfuerzos por transformar Gijón «en un espacio más igualitario».