Nos ha dejado Gomes, una gran persona y un jugador que, aún sin haber logrado los éxitos deportivos esperados, dejó huella indeleble en Gijón


Tuve el privilegio de conocer a Fernando Gomes, todo un delantero de prestigio internacional, en Oporto, muchos años después de que hubiera dejado la práctica del fútbol. Fue en una fiesta de un pequeño club local, el Passarinhos da Ribeira, a la que el exdelantero acudía como representante del fútbol base del Oporto. Fue a principios de este siglo, hace ya casi una veintena de años, y tuve la oportunidad de charlar un poco con él de su paso por Gijón y de su frustración al no haber podido dar todo lo que se esperaba del nueve portugués. Las lesiones y, un poco, la incomprensión tuvieron la culpa.
De esto algo ya sabía, trabajé durante un par de años con José Manuel Muñiz, quien fuera jugador del filial sportinguista y que compartió vivienda con el portugués en Gijón durante unos meses, lo que le sirvió para entablar una relación de amistad. Él me había contado la frustración del luso y sus llantos al no poder superar unas molestias que los médicos en Gijón no le detectaban. Incluso, en su desesperación, llegó a recurrir a un curandero pontevedrés que, como se esperaba, de nada sirvió para la recuperación del jugador. Ahí nació el conflicto con el club y la incomprensión de parte de un sector de la afición. Y el popular “non podo”, claro.
Lo cierto es que Fernando Gomes no lo tuvo nunca fácil en Asturias. Fue fichado por unos 180.000 euros, una cifra considerable en la época, para sustituir a la más grande de las leyendas rojiblancas, Quini, y eso pesaba mucho. Entró con buen pie, endosándole cinco tantos al Oviedo en un partido de un torneo de verano que finalizó con victoria rojiblanca por 1 a 5 en el Tartiere. Pero casi fue un espejismo. La maldita lesión apareció enseguida y Gomes no pudo rendir como se esperaba.
El futbolista, ante la incapacidad para detectarle el problema por parte de los médicos gijoneses, pidió ser tratado por el doctor del Oporto, algo a lo que el club rojiblanco se opuso. Un tira y afloja entre ambas partes, con una afición que se impacientaba, derivó en una tercera vía. Un prestigioso galeno alemán, acompañado por el médico del club asturiano, el doctor González, detectó el problema y le operó con éxito. El futbolista tenía razón y presentaba una grave lesión que le causaba fuertes dolores al golpear el balón.
Pero, una vez recuperado, había perdido el sitio en el once rojiblanco, que por entonces dirigía Novoa. Así que, tras dos años en Gijón. retornó a su club de origen, el Oporto, donde volvió a ser el que era y consiguió incluso la Bota de Oro al máximo goleador europeo.
Nos ha dejado Gomes, un gran delantero centro, todo un campeón de Europa y Bota de Oro, una gran persona y un jugador que, aún sin haber logrado los éxitos deportivos esperados, dejó huella indeleble en Gijón.