
«Un elegante futbolista con sonrisa de galán que regaló generosamente esa fugaz y grandiosa (a la vez) felicidad, que en el fútbol se llama gol»

Nando es un buen amigo que tiene por ídolo a un portugués sin demasiada suerte en el club de sus amores. Vivió Nando los mejores años de un equipo huracanado que enamoraba a la grada de El Molinón a finales de los 70 y principios de los 80. Este aficionado, que ya peina canas, sostiene que el Sporting no tuvo paciencia con uno de los mejores arietes del fútbol europeo. «Mi tocayo, ese sí que era un crack, genio ausente el primer año, pero dos temporadas más aquí y tendríamos uno o dos títulos, seguro».
Fernando Mendes Soares Gomes llegó al Sporting en el verano de 1980 para cubrir esa larga sombra de un Quini que estrenaba uniforme blaugrana. Enrique Casas, mago de los fichajes, convenció primero a Américo Gomes de Sá, presidente del Oporto, y después a Vega-Arango. Y Gomes fue traspasado al club rojiblanco por 30 millones de las antiguas pesetas. Empezó con buen pie y acierto goleador la pretemporada, endosando cinco goles al Oviedo en el Carlos Tartiere en la final del Trofeo Bankunión, el 22 de agosto de 1980: R. Oviedo 1, Sporting 5. Obra los 5 del luso.

Con esa manita al equipo azul se ganó la ilusión y el respeto de la afición sportinguista y el amor eterno de mi amigo Nando. Un nueve de relumbrón que se pasó lesionado su primera campaña en Gijón debido a una tendinitis en el talón de Aquiles del pie derecho, que le provocaba un intenso dolor cada vez que golpeaba el balón. «Non podo míster» y con ‘Non podo’ se quedó para la torcida rojiblanca que demostró ser torcida y ‘jodida’ a la hora de regalar chistes al delantero portugués. Se contaba mucho uno con Vega-Arango y un madreñero: «Compró brillantina un par de madreñes y no pisaba bien, y el artesano le dijo: eso va a ser que fallen les gomes».
Se operó en Gijón y no sirvió de nada. Visitó la consulta de un curandero en Madrid, probó suerte con un recuperador en Ferrol, conoció en Toulouse a un experto en acupuntura y sus problemas físicos comenzaron a remitir después de una intervención en Colonia a la desesperada… En su segunda temporada jugó más y mejor, reencontrándose con el gol. Y sus dos ‘chicharros’ frente a Las Palmas, en el último partido de Liga, salvaron al Sporting del descenso.

En dos temporadas jugó 37 partidos y marcó 15 goles; 10 tantos en 27 encuentros de Liga y en 10 de Copa logró vencer defensas y porteros en 3 ocasiones. Gomes regresó a su casa, a Oporto, tras su corto periplo en Gijón, pero todos los que conocieron al astro luso en Asturias, hablaron y hablan bien de un virtuoso con la pelota y la vida. Un tipo afable, sosegado. Con los dragões volvió a ser genio en el área, ‘centroavante’ hermanado con los goles. Cinco ligas ganadas, tres copas, tres supercopas, la Copa de Europa de 1987, subcampeón de la Recopa, máximo goleador de la Liga en seis ocasiones, 47 veces internacional con Portugal. Carta de presentación de crack absoluto, sin duda alguna.
Regresó a Gijón en 1990 con otro Sporting, el de Portugal, para disputar el Trofeo Costa Verde, y una vez retirado ejerció como directivo y responsable de fútbol base del Oporto. Murió un frío mes de noviembre, cuatro días después de cumplir 66 años. Noviembre pues, vio nacer y morir a un elegante futbolista con sonrisa de galán que regaló generosamente esa fugaz y grandiosa (a la vez) felicidad, que en el fútbol se llama gol.