«Tanto Ana González como yo somos ateos, pero Dios y yo tenemos unas cuantas cuentas pendientes y, hasta que me llegue la hora, no está mal que Ana lo vaya entreteniendo con esta consulta sobre la laicidad que nos trae a todos en un sinvivir»
A pocas semanas de que llegue el ansiado 9 de mayo, en el que todos podremos salir corriendo de donde sea para ir a ninguna parte, el Ayuntamiento ha sacado a consulta la laicidad en Gijón. Podemos escapar de Adrián Barbón, socialista, católico y sentimental, pero no podemos escaparnos de la sombra de Dios.
En toda esta pandemia Dios ha estado en silencio. También ha estado en silencio el Papa Francisco. Sin embargo, el párroco de San Pedro, Javier Gómez Cuesta, que afila el dardo de la ironía en cuanto escucha hablar de laicidad, ha lanzado un exabrupto, no sabemos si en nombre del Papa o en nombre de Dios, a propósito de la bendición de las aguas en el día de San Pedro, patrón de la ciudad, y con motivo del reglamento que regulará los actos civiles y religiosos de Gijón Ha dicho el párroco que si la alcaldesa no quiere ir, pues que no vaya, pero que se deje de reglamentos.
Después del asedio a la ciudadanía, después del asedio a sus propios concejales, a Ana González solo le queda plantarle cara a Dios. A mí me parece muy bien que lo haga. Tanto Ana como yo somos ateos, pero Dios y yo tenemos unas cuantas cuentas pendientes y hasta que me llegue la hora, no está mal que Ana lo vaya entreteniendo con esta consulta sobre la laicidad que nos trae a todos en un sinvivir. La verdad es que nadie se acuerda de Dios en la vida pública hasta que bendecimos las aguas en San Pedro. En realidad, sólo nos acordamos de él en la soledad de los funerales. Así andamos.
Gómez Cuesta ha sido entre los curas de la ciudad el más culto y también el más institucional y beligerante contra el laicismo. Pero no todos los sacerdotes de Gijón fueron así. De alguna manera, los religiosos se repartieron los papeles hace 50 años y, ciertamente, ya no se encuentran tipos con el mismo carisma de los de entonces. Entre los titulares siempre estará José María Bardales, que tenía vocación misionera en el barrio de La Calzada. Bardales habría estado de acuerdo con la laicidad porque tenía más de laico que de cura. Nunca entendió el celibato ni tampoco la casilla de la iglesia en la declaración de la renta. Para Bardales, Hacienda éramos todos, incluido Dios. A Bardales siempre me lo encontraba tomando vinos con José Luís Martinez, el cura de San José, que acogió a muchos obreros en su iglesia, en la tradición de Tarancón y Merchán y tantos otros curas obreros. Martínez tenía el perfil de un Sancho Panza paciente y taciturno, con toda la sabiduría política y popular de la clase obrera, con más fe en la hogaza de pan que en el cuerpo de Cristo. Finalmente Fueyo, envuelto en la mitra sportinguista, derivó toda su vocación hacia el futbol, que ha sido la manera en que la iglesia ha ejercido el populismo en Gijón, expresado a través de una fe amable, deportiva y campechana, que dura lo que dura un partido, 90 minutos en El Molinón o en el Estadio de Carranza. Para Fueyo, la epifanía de Dios es un gol de bolea lanzado al aire por Quini en toda la escuadra.
Estoy convencido de que el cura movilizará a todos sus feligreses en la consulta que está organizando la alcaldesa
De todos ellos,ya digo, Gómez Cuesta ha sido y es el religioso más racional e intelectual, un guerrillero de Dios de ademanes diplomáticos y jesuíticos y un baluarte de la Santa Madre Iglesia como pocos que escondieron siempre su ambición por el Arzobispado. Uno, que cubrió unas cuantas homilías suyas para La Nueva España, iba detectando en aquellos días de meritorio cómo la idea de Dios era en el párroco de San Pedro una ciencia de las partículas elementales impregnadas por la fe antes que una metafísica. Gómez Cuesta ha driblado a la ciencia armado de teología y, sobre todo, ha sido un acicate contra los laicos y los relativistas. Por ahí ha ejercido su pastoral a lo largo de los años, mientras examinaba la lista de novios que deseaban casarse en su parroquia y contaba el dinero. El amor es un negocio, incluso para Dios. Estoy convencido de que el cura movilizará a todos sus feligreses en la consulta que está organizando la alcaldesa. Dios lo ha llamado para afrontar esta última batalla. Aún no tengo muy claro quién ganará, si los que van con el programa de Dios en la mano o lo que van con su programa electoral. Veremos.
Estoy ansioso por la encuesta sobre la relación entre los ciudadanos y la alcaldesa !!! el reglamento que debemos de seguir para dirigirnos a nuestra amada líder «Ana» y las relaciones que debemos de establecer el populacho con la deidad de la alcaldesa y sus allegados.