¿Han tenido, ustedes o sus familiares o amigos, problemas mentales? ¿Cómo se los han tratado? ¿Qué se podría hacer para mejorar la atención?
A los que tuvieron la gentileza de leer mi anterior artículo me planteé y les planteé una pregunta : ¿qué opinión tienen de la gestión de Ángeles Fernández-Ahúja en el Ayuntamiento de Gijón? Hoy también les voy a pedir su opinión acerca de una noticia que acabo de leer en miGijón que me ha reconfortado. A cambio compartiré con ustedes un poquitín de mi “yo” más íntimo. Es más, voy a “salir del armario” para aportar mi pequeño grano de arena a dar visibilidad sobre uno de los grandes males que acechan a nuestra sociedad. Este diario, en su edición del 8 de diciembre, hablaba sobre un joven médico, el doctor Andrés Román Jarrín, exalumno del MIR en Asturias y con investigaciones en la Universidad de Oviedo, y daba la noticia de que ha sido galardonado como el mejor psiquiatra joven en el Congreso Mundial de Psiquiatría, celebrado en Ciudad de México el pasado mes de noviembre de 2024.
Es para mí una doble buena noticia: que muchos de los mejores alumnos de Medicina elijan la Psiquiatría como especialidad. Y, además, es reconfortante, porque yo padezco un Trastorno de Ansiedad Generalizado, que fue diagnosticado unos 10 años después de que se iniciara, y pasaron otros 5 en ser adecuadamente tratado por el Dr. Juan Ignacio Franch Valverde, muy vinculado a Gijón. ¿Consecuencia de ese retraso? Que probablemente tenga que estar medicado de por vida. Pero eso no es tan terrible como puedan pensar. Unas líneas más abajo se lo explicaré. Pensar que muchos de los mejores médicos serán psiquiatras es una garantía de que nuestra salud mental estará en manos expertas. Otro asunto es que en la sanidad pública española haya un gran déficit de médicos y de psicólogos clínicos, pero eso da para otro artículo, si ustedes quieren.
Una de las expresiones que más me repatea como paciente es la de “Salud Mental”, cuando se emplea de forma genérica. Si ya estas enfermedades son difíciles de comprender, para que nos entiendan es necesario ponerles nombres y apellidos a nuestros padecimientos; Es tan absurdo como hablar de “problemas traumatológicos”. Vamos a ver: ¿tiene usted una escoliosis? ¿Una rotura de ligamentos? ¿Dolores en uno o varios huesos de la mano o el pie? Son todas ellas enfermedades muy distintas, y a nadie con dos dedos de frente se le ocurre decir: “¡Ay, cómo me duele mi enfermedad traumatológica!”
Pues lo mismo sucede con las enfermedades mentales: primero, nada tienen que ver un trastorno obsesivo-compulsivo (TOC), una depresión endógena o una bipolaridad, por poner algún ejemplo. La buena noticia es que hay tratamientos muy eficaces que a veces curan y otras ayudan, tanto que los que las padecen (las padecemos) pueden (podemos) hacer una vida absolutamente normal. En mi caso, debido a que el diagnóstico y el tratamiento llegaron tarde, es más que probable que necesite de medicación y psicoterapia el resto de la vida que Dios me quiera dar. Por cierto: he oído a no pocos sanitarios que los psicofármacos son unas “muletas” que nos permiten andar a duras penas.
Mentira: la comparación que más me gusta es la de las plantillas ortopédicas, porque en ocasiones se pueden usar durante un tiempo determinado y se retiran una vez que el defecto se ha resuelto (normalmente en la infancia o la juventud), y otras veces nos acompañan durante toda la vida. Pero gracias a ellas las personas pueden andar, correr, jugar en la élite del deporte mundial y hasta subir el Everest. Yo, desde hace años, estoy bien controlado (con medicación y psicoterapia) en la consulta de salud mental de Guadalajara y me encuentro muy bien. Lo que no han conseguido ni los psiquiatras ni los psicólogos es que juegue en el Sporting de Gijón, porque antes de tener la enfermedad ya era un consumado tuercebotas, cuya especialidad era salir en los últimos minutos para perder tiempo cuando ganábamos (si íbamos perdiendo, me mandaban a la ducha después de calentar 40 minutos).
El problema de los trastornos mentales es que es muy difícil de explicar el sufrimiento que nos hace padecer la enfermedad. Por eso tanto psiquiatras como psicólogos tienen que empatizar con el paciente, compadecerse de él, sin perder la necesaria objetividad para escoger los mejores tratamientos.
Porque esa es otra: la leyenda de que los psiquiatras medican demasiado. Incluso hay pacientes que nada más llegar a la consulta dicen: “Doctor, no me dé pastillas, que a fulanito o fulanita se las dieron y se quedaron atontados”. Eso es MENTIRA, así, con todas sus letras. El buen médico es el que medica no poco ni mucho, sino lo necesario. Afortunadamente, en la actualidad hay una amplia gama de fármacos a disposición de los especialistas, con lo que es importante estudiar bien al paciente antes de someterlo a cualquier tratamiento. Es cierto que el ojo clínico del psiquiatra, como el del oftalmólogo o el del especialista en Digestivo, puede hacer que, antes de cualquier prueba, le faciliten una ayuda que les alivie el dolor, pero luego le estudiarán a conciencia.
Así me sucedió a mí con el Dr. Franch: Llegué a él en una situación crítica, porque me habían dado todo tipo de pastillas, inyecciones, perfusiones… Que al principio me ayudaron, pero luego me atrevo a decir casi que experimentaban conmigo. Así que abandoné de golpe los tratamientos. Eso, que pudo acabar muy mal, hizo que él se hiciera rápidamente una idea de lo que estaba sufriendo. Recuerdo muy bien sus palabras: “Bernardo, te garantizo que con esta medicación te encontrarás mucho mejor en tres días”. Ni más ni menos; en esa fecha me desapareció esa opresión en el pecho que sufría y, de repente, noté como que me quitaban esa coraza que me ahogaba y podía respirar mejor, comer con ganas, salir a dar un paseo… Naturalmente, luego me hizo una serie de pruebas con las que afinó el diagnóstico y me puso un tratamiento específico, gracias al cual tuve fuerzas para estudiar la carrera de Ciencias de la Información. Y aquí me tienen ustedes, a su disposición. (Como saben, también hice a trancas y barrancas Derecho, pero en este caso lo peor que les puede pasar es que yo sea su abogado. Estén tranquilos; he tomado medidas para protegerles).
Por cierto; cuando estudiaba Periodismo había una norma que seguir a rajatabla: prohibido hablar del suicidio y de los suicidas, por si eso podía contagiar a otros. Ahora hay consenso en los profesionales sanitarios: no solo se puede, sino que se debe hablar de ello. Y se debe hacer con responsabilidad, sin sensacionalismo. Muchas veces el explicar el motivo del suicidio puede alertar de que en nuestro entorno hay familiares o amigos que están sufriendo, con lo que hay posibilidad de consultar a un profesional. Actualmente los médicos de familia tienen una gran formación en este tipo de enfermedades y nos pueden orientar sobre qué hacer y qué no hacer. Y una intervención a tiempo puede SALVAR UNA VIDA.
Volviendo por un momento al tema de la medicación, quiero comentarles una curiosa anécdota: Una tarde en Gijón de hace muchos años llegó a mis oídos una conversación entre dos madres, que era más o menos así: “¿Y a qué pediatra llevas a tus hijos?” “Al doctor Nosequé. Es un fenómeno; le llaman el ‘Pluma de Oro’”. Cuando llegué a casa le comenté a mi padre, el Dr. Bernardo Solís, lo que había oído, y me contó: “Lo de ‘Pluma de oro’ viene porque se sabe los nombres de todos los medicamentos, así que atiborra al niño de jarabes, supositorios, pastillas… Y sus madres tan felices”. Esto ya no suele pasar. Repito; tan mal médico es el que te da un par de gominolas como el que te receta media farmacia. No haría falta decirlo, pero los psiquiatras son médicos que, acabada la carrera, tienen que aprobar el MIR y hacer 5 años de especialidad.
Así que termino donde lo dejé al principio: Muchas gracias, Dr. Román Jarrín, por haber elegido una especialidad tan compleja como necesaria. Y gracias por seguir formándose al máximo nivel; estoy SEGURO de que va a aliviar y curar el dolor del alma de muchas personas.
Aquí va la pregunta: ¿han tenido, ustedes o sus familiares o amigos, problemas mentales? ¿Cómo se los han tratado? ¿Qué se podría hacer para mejorar la atención? En esta ocasión sin duda el tema da para más, para mucho más. Hablaremos de ello cuando ustedes quieran. Si me han leído hasta aquí, muchas gracias. Les espero.