«El verdadero motor de esas horas en donde la luna convive con el arte son las galerías de Gijón. Son ellas las grandes protagonistas de una noche en donde abren sus casas para hacernos partícipes de su profesionalidad y buen hacer»
La Noche Blanca gijonesa es una noche especial, única, quizás poco valorada por los vecinos y vecinas, quizás poco valorada incluso por el Ayuntamiento, quizás el amor y la emoción solo se valora cuando se va. El corazón impulsor de la pasión de la Noche Blanca son instituciones privadas que difunden una manera de entender el arte con tal fuerza que el consistorio se agarra a ellas sabedor de que sus velas le arrastrarán a la comodidad del protagonismo adquirido, que no trabajado. Es verdad que después aparecen otros y otras luchadoras de la cultura, directores y directoras de museos, personal laboral de la fundación municipal de cultura, educación y universidad popular, ilusionados del arte y de la ciudad que saben que el éxito está en la cotidianidad, no en la foto. En la sombra, hacen lo que llevan haciendo años, irrigar, llenar de cultura la ciudad desde lo público.
El verdadero motor de esas horas en donde la luna convive con el arte son las galerías de Gijón. Son ellas las grandes protagonistas de una noche en donde abren sus casas para hacernos partícipes a todos y a todas de su profesionalidad y buen hacer. Nuestra ciudad tiene la gran fortuna de poder disfrutar de pequeños museos con continuas exposiciones temporales en la cercanía, dentro de una población que siempre creció con la cultura. Diana Llamazares (y jamás olvidar a Gema Llamazares) Aurora Vigil (y Alberto y Ángeles), Beatriz Villamarín, Diego Suárez, Nuria Fernández, Mariana Nieddu, Carlota Pinto son la parte activa de una noche que debía ser capitaneada por el ayuntamiento y no acaba de atreverse, bien por dejarse llevar por la comodidad de la inercia, bien por la dejadez de funciones, bien por la no capacidad de adaptación a los cambios. No se debe dejar tanto peso de trabajo a las galerías, a las empresas que bastante hacen cada año para ser referentes nacionales dentro de un mundo complejo, complicado, difícil, maravilloso.
Debemos darnos cuenta, como gijoneses y gijonesas, de la enorme calidad que atesoran estos espacios llenos de creatividad. Son verdaderos impulsores de artistas asturianos y difusores del arte con mayúsculas. Algunas personas pueden mirarlas con recelo, pudiendo decir que marcan el caminar del mercado, cómo si el mercado solo metiera sus manos en la creatividad. Tienen razón, pero también las galerías arriesgan por y para el artista, por y para la artista. Cuando montan una exposición, cuando ceden el espacio al arte, lo hacen sin saber el retorno que les reportará, sin saber las ventas que tendrán, sin saber cómo responderá el público, pero el alquiler, las nóminas y los gastos fijos seguirán llegando. Ellas, y digo ellas por la práctica totalidad de mujeres, arriesgan porque es su profesión, pero también por el amor y la pasión a la creatividad, por el amor y la pasión a la accesibilidad de la cultura, por el amor y la pasión a su ciudad. Es más fácil ser galerista en grandes urbes mundiales que en una pequeña población norteña. Cuando alguna vez, y ocurre, las ventas no son acordes a la apuesta, puedes acercarte de igual modo a su casa, atravesar la puerta y te mostrarán las obras expuestas con la pasión de la amante que no comprende como su palpitar no es compartido, como no se ve en esa pincelada, en ese trazo, la misma mirada crítica de quien habla con el arte y el sentimiento. Cuando alguna vez, y ocurre, el mercado no respalda la apuesta, los gijoneses y gijonesas seguimos teniendo la suerte de, en un lugar para poder pasar, para poder estar, entrar a disfrutar de la creatividad sin arriesgar nada más que el tiempo de la estancia. Podemos ver colgadas en las paredes obras que, quién sabe, dentro de unos años el mercado vuelva a posar sus ojos hacia ellas, pues el gusto es caprichoso, llevándolas a museos y colecciones de todo el mundo. Cuando alguna vez, y ocurre, pasa eso, los y las gijonesas podremos decir con orgullo: yo pude ver a esa artista al lado de mi casa.
Edgar Plans, Chechu Álava, Noemí Iglesias, Helena Toraño, Avelino Sala, Víctor Esther, Kela Coto, son algunos nombres de artistas de nuestra tierra por los que apostaron empresas sin saber cómo iba a salir su órdago y ahora están compartiendo paredes en el Thyssen o formando parte de la colección Masaveu. Es muy fácil arriesgar a ganador, muy valiente hacerlo por sentimiento. Las galeristas apuestan poniendo el corazón. Con conocimiento y experiencia, pero con pasión, logran acercar el buen arte a los escaparates de nuestra ciudad e impulsar la carrera de la calidad de creadores y creadoras que tienen en las calles de Gijón espacios en donde crecer, formarse, crear. Podemos quedarnos en la simplicidad del papel de las galerías en el mercado, en el negocio, que es verdad, a veces se nos olvida que la cultura además de transformar la sociedad, genera riqueza económica y puestos de trabajo, o podemos llevarlo a la complejidad de lo que realmente son, agentes culturales de primerísimo nivel que construyen y forman parte del gran entramado creativo de la ciudad.
Volviendo a la Noche Blanca. La pasada legislatura, con un pensamiento claro por parte de la Concejalía de Cultura de cuál era la labor que debían realizar las diferentes partes: ayuntamiento, librerías y editoriales, se avanzó en la Feria del Libro de Xixón. La FELIX, recuperada convenientemente por Foro, dio en 2020 un paso adelante en su organización y coordinación, asumiendo el ayuntamiento la capitanía del evento por medio de una dirección. Esto conllevó a una liberación a las librerías de la grandísima labor realizada hasta entonces, permitiéndoles poner su esfuerzo en lo prioritario para ellas: las ventas y la difusión de su trabajo. Es el momento de que ocurra lo mismo en la Noche Blanca, sin que por ello pierdan ni un ápice de protagonismo, recursos e independencia las galerías. No puede ser que la función municipal se limite a recopilar actuaciones sin buscar la generación de sinergias, sin abrir más la noche a la ciudad, sin pensamiento de crecimiento. Cada una de las galerías ha creado con los años una personalidad propia, jugando con la gran riqueza de lenguajes existentes en el arte. No la deben perder por una noche. Estoy hablando de coordinar y complementar acciones, no de encorsetar ni minimizar lo existente. Hay posibilidades de nuevos caminos sin perder los objetivos principales que son el acceso a la cultura, el disfrute del arte, de la creatividad, el impulso de las galerías y los y las artistas asturianas y la difusión de la creación en diferente horario al habitual. La cuestión es que hay que ser valiente y tener una visión más allá del continuismo. Y ahí es donde es fundamental el liderazgo político y no los miedos o los prejuicios.
En este punto voy a dar un guiño al Colegio Público Pumarín, espacio que lleva dos años participando en el evento, como ejemplo de posibilidades de apertura, sin perder jamás el protagonismo de las galerías, pero abriéndose a impulsar el arte asturiano a través de, ¿por qué no?, espacios educativos con proyectos culturales acordes a la importancia de esa noche. Podrían complementar los objetivos de la cita sin perjudicar al resto de agentes, no son empresas privadas que vayan a tener un retorno económico, no buscan nada más que la difusión de la cultura uniéndose a la educación ¿Por qué no explorar posibilidades para la población escolar? ¿Por qué no crear público para el mañana? ¿Por qué quedarnos en la cotidianidad? ¿por qué solo bailar en la inercia? El colegio Pumarín tuvo una noche hermosa, en donde decenas de niños y niñas con sus familias disfrutaron de una de las grandes artistas plásticas asturianas, María Peña Coto, mapecoo, la excelente voz de Lucía Alonso y la caricia de los dedos sobre las cuerdas de la guitarra de Rodrigo Sturm. Esos peques, esas peques, cambiaron durante un momento las atracciones de feria de las fiestas de San Miguel por el sonido del fado, conociendo un patrimonio inmaterial de la humanidad mientras mapecoo movía pinceles y manos al ritmo de la música portuguesa. Mañana puede que abran la puerta de Diana, de Aurora, de Bea, de Diego, de Nuria, de Marianna o de Carlota, o de otras que vendrán, y tendrán más recursos, más formación, más amor hacia el arte, más amor hacia una noche que ilumina la creatividad.
Gracias, galerías gijonesas, por acercarnos el arte, por hacer de vuestra casa nuestra casa, por ser agentes culturales. Gracias museos por vuestra labor cotidiana. Gracias a ambos por ser Noche Blanca.