
«El hecho de que hasta el momento ya hayan decidido por nosotros que el asturiano no debe ser lengua oficial condiciona todo lo demás y condiciona su propia existencia»

Uno de los debates a los que pudimos asistir este miércoles en el Pleno municipal de Gijón fue acerca de una propuesta planteada por ese partido de la ultraderecha que apoya y hace la pelota a Donald Trump, ese señor que impone aranceles a los productos muy españoles. Los mismos subalternos que secundan en España a este señor, llevaron al epicentro del debate municipal una propuesta en la que los grupos municipales debían pronunciarse sobre la propuesta debatida en el Parlamento Regional acerca de la oficialidad del asturiano. Vaya por delante que el Pleno no tiene capacidad ninguna a ese respecto, pero, sin duda, lo que los señores representantes del partido del medievo querían hacer es lo de siempre, pregonar su intolerancia y atacar a los que piensan distinto.
Básicamente era una propuesta para pronunciarse en contra de la oficialidad de la llingua asturiana, o de la oficialidad del asturiano, lo mismo da. Los argumentos que pusieron sobre la mesa son directamente mentira o, en el mejor de los casos, trampantojos, pero al menos les reconozco que le dejan a uno claro dónde ubicarse siempre. En contra de lo que dicen. Y este es, precisamente, el motivo por el que esta semana quiero escribir sobre el asunto. Tengo la mala suerte de no poder hablar la llingua asturiana como a mí me gustaría, ni tampoco tengo la capacidad de escribir en ella como quisiera. No tuve la opción dentro del sistema educativo de que eso no fuera así, más allá de algunas clases más simbólicas que efectivas. Y es justamente por eso mismo por lo que creo que todos deberíamos tener la opción de hablarla y conocerla, o no hacerlo, o escribir con ella, o no. Pero el hecho de que hasta el momento ya hayan decidido por nosotros que el asturiano no debe ser lengua oficial condiciona todo lo demás y condiciona su propia existencia.
El debate de la oficialidad de nuestra llingua astur más allá aún; tiene que ver con la convivencia, con la cultura, con entender nuestra tierra, nuestras costumbres, nuestra comida, nuestro paisaje, nuestro folklore y nuestra esencia. Tiene que ver con respetarnos y respetar lo que nos une. Con ser asturiano, en resumen. Y siéndolo, pensar que la llingua asturiana no deba ser lengua oficial ye muy difícil de entender, y más aun de explicar. Podemos leer o escribir en asturianu, o podemos no hacerlo; eso es la libertad. Pero debemos asumir que es nuestra llingua, la de todos, y que para que nuestra lengua y nosotros mismos como pueblo tengamos reconocidos todos nuestros derechos, la oficialidad del asturiano es un paso irrenunciable. Es evidente que, cuando esto llegue a suceder, que llegará, llevará tras de sí ajustes, seguramente incluso molestias o letargos burocráticos, pero serán los mismos que derivan de la aplicación de cualquier otra disposición legal que tenga que ver con nuestro día a día. No más.
Resulta asombroso ver cómo el odio que le tiene la extrema derecha a cualquier principio que no sean dios y el rey, como si España y Asturias fueran ese escenario de Netflix en donde solo está bien vista la fe católica y los comportamientos de la época feudal; y representar el sentimiento español consiste en llevar pulseritas en la muñeca, en el retrovisor del coche y en la parte de atrás del chaleco acolchado. Es tan absurdo toda esta ideología de postureo, ‘brilli brilli’ rancio, como ver que la misma extrema derecha que defiende la pervivencia de la salvajada de los toros en Asturias luego niega que, por ejemplo, la preciosa palabra «babayaes» – que define muy bien su programa político- sea propia de una lengua que existe y persiste como es el asturiano. Gracias a muchos que han escrito y escriben, hablan, recitan, estudian, cantan, se comunican, trabajan, usan y, en resumen, viven en asturiano, el debate ha permanecido abierto y candente todas estas décadas. Y quizá vaya siendo hora de que el resto de los astures que, desgraciadamente, no tenemos esa capacidad, nos sumemos de manera constante, continua y pública a defender lo nuestro. Y no hay nada más nuestro que nuestra tierra azul, verde y gris y nuestra forma de comunicarnos, de expresarnos, de hablar y de vivir, nuestra llingua asturiana.
Oficialidá ya.
Grande!
«… defender lo nuestro. Y no hay nada más nuestro que …» EL CASTELLANO.
La lengua del padre Feijoo (el primer ensayo feminista en castellano) de Jovellanos (tan manoseado por el asturianismo, pero que no escribió ni un solo texto en este idioma que el llamo dialecto) de Ayala, de Clarín, de Menéndez Pidal, de Dámaso Alonso, en la que escribió sus cartas a su hermano Pedro de Avilés; en la que publica Agustín de Pedrayes (uno de los mayores matemático de la historia de España)
En fin. Toda la cultura de calidad escrita en Asturias.
La lengua en la que se expresaron mis padres y sus padres conmigo.
No se de que «nuestro» habla el articulista