Es una salvajada, una barbarie y es la tortura de un animal que se lleva a cabo delante de gente (niños incluidos). Gente que acaba festejando y celebrando que un señor mate con una espada a un animal herido, acosado y agotado
En apenas unos días dará comienzo la Feria Taurina de Begoña, y con ella se da también inicio a unos de esos debates que generan interminables discusiones entre los distintos enfoques sobre las corridas de toros. Vaya por delante mi forma de verlas.
Es una salvajada, una barbarie y es la tortura de un animal que se lleva a cabo delante de gente (niños incluidos). Gente que acaba festejando y celebrando que un señor mate con una espada a un animal herido, acosado y agotado. Es la máxima exposición de la desinhibición por los ritos ancestrales bañados con sangre. Es violencia y muerte exaltada.
Con esto dicho es difícil que muchas de las personas que han comenzado a leer estas líneas y que, o bien sean taurinas, o bien sean personas a las que no les gustan los toros pero que “respetan” su celebración, continúen con la lectura. Lo entiendo.
Y en parte tendrán razón, como por ejemplo por la parte administrativa del asunto. Es legal realizar corridas de toros en nuestro país, bueno, excepto en Canarias y aún y todo hasta sería discutible, pero no ha lugar, porque, con muy buen criterio, allí lo de matar toros como que no le va a nadie. Pero continuemos: sí, son legales las corridas de toros. Y como defienden las personas a las que le gusta que se maten toros: no sólo son legales, sino que existen leyes de carácter nacional que incentivan que las administraciones publicas promuevan, defiendan e incluso protejan la tauromaquia, que es mucho más que las propias corridas de toros, afirman. Son las ganaderías, los toreros, el diseño de la ropa, el diseño de los carteles, las dehesas…En resumen, todo lo que tiene que ver con que los toros acaben sus días en una plaza.
Hay otra parte que empieza a ser mucho más discutible que la legal, que es la cultural. Efectivamente, esas mismas leyes que –aún– existen en nuestro país, hablan de las corridas de toros como un bien cultural y esgrimen la numerosa poesía, literatura o pintura que ha tomado como inspiración la tauromaquia. Y digo discutible porque existe otra mucha poesía, literatura, pintura o expresiones artísticas que señalan que la tauromaquia es una salvajada. Esta última tendencia cultural es la que surge en las últimas décadas (pero no solo). Décadas en las que la sociedad española ha ido cambiando, acorde con los tiempos de respeto y humanidad en la que la mayor parte de nosotros queremos vivir.
Podríamos hablar también de otros argumentos que se esgrimen desde el mundo de la tauromaquia, como la preservación de un subtipo de paisaje gracias al toro de lidia. Un territorio, en todo caso, antropizado y más que discutible científicamente que cuente con algún beneficio significativo para el ecosistema donde se ha implantado, así como para la biodiversidad. Por no hablar también de la falaz argumentación al respecto de la “raza” del toro de lidia y de su necesaria supervivencia. Que es como si defendemos que para la supervivencia el oso pardo cantábrico tenemos que encerrarlo y luego ajusticiarlo. Comparación injusta sí, precisamente, porque el toro de lidia no es una especie silvestre, sino simplemente el macho de la vaca.
Existe otra línea argumental y es la de que la gente come carne y eso implica que existan mataderos, que son mucho peores que lo que les pasa a los toros. Que se sacrifiquen animales en unas instalaciones habilitadas para ellos y cumpliendo una normativa, cada año más exigente, en cuanto al bienestar animal (aunque suene a broma, lo sé) nada tiene que ver con festejar que un señor a caballo clave una lanza en el lomo a un toro, entre aplausos y vítores.
Y así podríamos continuar durante horas y palabras, ¿y saben qué?, los defensores de la tauromaquia seguirían teniendo razón, pueden celebrar corridas de toros en Gijón, pueden verlas, aplaudirlas; hasta podrían defender que se subvencionase con dinero público la “fiesta” (si no es poco con mantener y poner a su disposición un edifico de propiedad municipal como es la plaza de Toros de El Bibio)
Y tendrían razón.
Porque, que no se celebren corridas de toros en las ciudades de España hoy depende de que la mayoría de la población -y por extensión la clase política- perciba que en su casa les gusta jugar con el perrete, que es uno más de la familia, o con el gatín, o salir y dar una vuelta y ver les vaques en el prau. Y si esta concepción de los animales prevalece, los toros en Gijón dejarían de ser un debate político y dejarían también de celebrarse, como en otras decenas de ciudades donde hace décadas que ya ni se menciona el asunto.
Y para darse cuenta de todas esas diferencias y de esos matices, como en todo en la sociedad, no deberíamos necesitar leyes, deberíamos necesitar “la razón” y algo que no tienen los animales, pero nosotros sí, humanidad.
Aunque sea legal celebrar corridas de toros, no justifica que existan.