«Estaba muy mal, pero ojalá lo hubiesen conservado…», lamentan los transeúntes, que contemplan con una mezcla de sorpresa y dolor el derribo de una de la que fue una de las piezas clave del urbanismo gijonés; su exterior, no obstante, será replicado

Como los colmillos de un depredador imbatible hundiéndose en la carne de su presa moribunda. Así es como, desde este mismo lunes, un buen puñado de gijoneses, y algunos visitantes, están viviendo las tareas de demolición del veterano edificio El Jazmín, una presencia tan familiar como longeva en la intersección de la calle Covadonga con la plaza de Europa. Y es que, con cada ‘dentellada’ que la excavadora da al conjunto, parece que a ese cuerpo que es la historia urbanística de Gijón se le arranca un nuevo pedazo. Por el momento, ya casi un tercio del total ha sido convertido en escombros, un destino inevitable desde que, tras varios derrumbes, se decretase la imposibilidad de salvar la estructura de la ruina. Cierto es que, una vez concluyan los trabajos, la construcción que ocupará el solar resultante, y que dará cabida a unas sesenta viviendas, replicará el aspecto de la histórica fachada. Claro, que, confirman los testigos de la obra, no será lo mismo…
«A mí, personalmente, me da mucha pena«, comentaba esta mañana Dolores Parra, de camino a su trabajo como dependienta de una tienda de moda. Aunque residente en Candás desde hace casi una década, esta gijonesa de pro, nacida y criada en el barrio de Laviada, ha pasado «a diario» por delante de El Jazmín desde que era una niña; es más, incluso «mis padres compraban en alguna de esas tiendas«, recordaba, señalando el letrero del desaparecido Herbolario Robis, uno de los pocos, como el del también extinto Hospedaje Piñole, que aún sobreviven anclados en la pared. De ahí que, aunque se confiese ignorante en cuestiones arquitectónicas, opine, movida por la emoción más que por la lógica, que «ojalá lo hubiesen conservado de alguna manera. ¿Tú, si tuvieras que elegir, comprarías un bolso de marca, o una imitación? Pues eso… La imitación que hagan en el hueco no será igual, aunque se parezca…«.
«Esperemos que no haya que llorar más ‘jazmines’ en Gijón…»
Judith Márquez-Castro, vecina de la ciudad
Parra no es la única con ese pensar. Son muchas las personas que, en el tránsito hacia sus oficios, se están deteniendo para contemplar el avance de las labores de demolición, que ya han dejado al descubierto estancias del bloque anexo, igualmente pendiente de ser derribado. Incluso, un retrete estratégicamente situado sobre el mar de escombros, y difícilmente accesible… Para cómica indignación de Pedro Hidalgo. «¡Que lo bajen de ahí, que me lo llevo para el aseo de casa!», se carcajeaba hoy este vecino de Tremañes, camuflando con humor un cierto poso de tristeza ante el progresivo desmembramiento de El Jazmín. «Es parte de esta ciudad; lo llevo viendo toda la vida, y leí en la prensa lo que iban a hacerle, pero hasta que no lo ves…«, apuntaba. Ahora bien, en su caso hay un poso de molestia en el testimonio; al fin y al cabo, opina, «si ha acabado así es porque no se cuidó como debería haberse cuidado cuando tocada«.
Pero no sólo a los peatones les está sorprendiendo la operación destructiva, acometida por operarios de la empresa Posada, asistidos por una excavadora facilitada por Excavaciones Bernardo y Ovalle. No pocos de los conductores que esta mañana ascendían por Covadonga, que se incorporaban a esta última desde la calle Pelayo, o que la abandonaban por Padilla, detenían sus coches y furgonetas unos segundos para volverse y, desde la ventanilla, contemplar el espectáculo. Ello, mientras en las aceras había quienes lo inmortalizaban con sus smartphones… A ese último grupo pertenece la muy joven Judith Márquez-Castro. Sus poco más de veinte años no le permiten atesorar demasiados recuerdos de El Jazmín, aunque también acusa la inminente pérdida. «Creo que todos los que somos de aquí hemos pasado por delante mil veces, y nos hemos fijado en él«, reflexionaba, tomando la última fotografía antes de continuar su camino. Y también, como casi todos, cree, tirando de idealismo, que lo mejor, en un mundo perfecto, habría sido apostar por la historia, en vez de decantarse por la réplica. «Lo que le ha pasado a El Jazmín debería servirnos, como sociedad, para entender lo que vale invertir en el mantenimiento del patrimonio«, sentenciaba, alejándose del escenario del despiece. Lo hacía, eso sí, lanzando al aire un deseo postrero… «Esperemos que no haya que llorar más ‘jazmines’ en Gijón…«.