
«Entre tanta y tanta actividad está la gente, el gijonés, poco a poco apartado a codazos por el foriatu que llega; personas que hacinan al playu, que le hacen, incluso, abandonar la ciudad porque todavía no nos hemos atrevido a pensar la manera de congeniar el mantenimiento de lo que somos con la marabunta de lo que llega»

No nos damos cuenta cuánto de primitivos somos los seres humanos, nosotros tan snob, tan inteligencia artificial, tan conectividad permanente y seguimos, por suerte, siendo impulsos nerviosos que se desparraman por nuestro cuerpo. El sol, ese astro que nos ilumina, originó, con su movimiento, la fiesta que celebramos cada solsticio veraniego. El cristianismo, estupendo gestor de marketing, asumió muchas de las celebraciones paganas incluyéndolas dentro de su merchandising, y así estuvimos, esta noche, bailando al rodio de una hoguera, arrojando nuestras malas experiencias del año.
Xixón se prepara para el verano. Se prepara con la primera gran fiesta, con ese San Xuan que, al iniciar el ocaso, abarrotó playas repletas de ilusión para, en un alarde de primitivismo feroz, dejar los entornos naturales como verdaderos estercoleros con el beneplácito de Ayuntamientos, observadores de gafas tupidas, olvidadizos de sus obligaciones como responsables públicos: garantizar el cumplimiento de las normas. Pero la folixia ye la folixia, y no vamos a entorpecer con sanciones a los visitantes de la arena, seamos generadores de diversión sin cuidados, que para eso están después los y las trabajadoras de EMULSA, para limpiar lo que otros ensucian con descaro (el trabajo de EMULSA, empresa pública, en esta ciudad durante años es digno de elogio, labor que va desde la limpieza en colegios durante el invierno hasta su imparable movimiento en verano. Gracias). El año pasado, en el arenal gijonés se recogieron diez toneladas de basura. Diez toneladas de residuos, botellas, latas, plásticos, envases… En un arenal donde, después, un menor estará tomando el sol, una madre jugará al vóley o un hombre leerá bajo la sombrilla; veremos qué nos dice EMULSA mañana. En este caso no se debe echar la culpa a los Consistorios; se debe echar la culpa a quien ensucia. Pero al igual que a un visitante de nuestra ciudad, por desconocimiento, que no exime de culpa, creyendo que en la playa pueden estar los perros, porque así lo ha leído en las redes antisociales, le cae la del pulpo si pasea su cánido por la arena en verano, lo mismo debe ser en una de las noches más mágicas del año. Divertirse no significa deteriorar el entorno, divertirse no significa degradar donde vivimos, divertirse no significa ensuciar. Quizás con estos comentarios izquierdosos estoy en contra de la libertad defendida por algunos. Pues sí, lo estoy. Estoy en contra de esa libertad que elimina la de otros, estoy en contra de la libertad que mira para otro lado al tirar mierda a la arena de Poniente, estoy en contra de la libertad que va en contra de las normas de convivencia comunes garantes de la vida en sociedad. La libertad de uno termina cuando condiciona, merma, elimina, la libertad de los demás. La libertad social es una libertad compartida que garantiza la propia libertad individual.
Siguiendo con estas fechas donde el verano saca la patita, que de momento no el sol, ha terminado la FeLiX en Begoña. Una verdadera delicia poder disfrutar de una feria dinámica, activa, cercana, potente, realizada gracias al esfuerzo de mucha gente que propicia en nuestro paseo emblemático y en El Parchís un ambiente literario maravilloso. Las ferias no solo son de venta de ejemplares, de firma de autoras, es también aproximar las letras al paseante, acercar la creatividad al lector y al que no lo es, sacar el perfume de las palabras a la calle, crear lectores. Debemos recordar, y lo hacemos, que la Feria fue recuperada hace unos años de la mano de FORO, retomando una actividad tremendamente necesaria para una ciudad cuya red de bibliotecas públicas tiene una potencia descomunal, desde hace años desaprovechada y sin visos, con el nuevo gobierno, de dar un buen paso hacia adelante. Si el despertar ‘felixeano’ fue forista, el salto de calidad se produjo de la mano del Partido Socialista, incorporando una dirección de feria para darle coherencia, línea propia y visión de presente y futuro, dejando a las librerías exentas de responsabilidad para utilizar todo su esfuerzo en la verdadera función durante estos días: vender. En 2019 se tenía claro que la FeLiX debía continuar, pero también considerábamos que necesitaba un rearme con el fin de una mayor pujanza con sentido y línea “literaria”. Eso debe ser la política, mirar aquello que realmente es adecuado para la ciudad, del hoy y del mañana, y mejorarlo, si es posible, para seguir creciendo. El Arco Atlántico, que también es recuperado por Foro en una tozudez sin precedentes, no lo es. No lo es porque no tiene coherencia, es un cúmulo de actuaciones, que está muy bien para pagar cachés y llenar de actuaciones la ciudad, pero no tiene una línea de acción racional, ni un objetivo claro. Es un festival artificial, creado con otro fin, no conseguido, y que se arrastra por la ciudad a base de meras actividades en espacios que ni el público identifica, ni la ciudad mira con un propósito claro. Tal es así que hasta los espacios van cambiando con los años, no sabiendo muy bien si lo que se ve está dentro de una romería, de una actividad de museos o de arte en la calle.

Nuestra siguiente cita es la Semana Negra, un clásico del verano gijonés que durante muchos años quisieron echar abajo aquellos que en julio cortarán sonrientes la cinta y pasearán por sus caóticas calles repletas de cultura. Días que unen cultura y diversión, cuándo no estuvieron unidas, en un alarde histórico de presencia de escritores y escritoras en nuestra ciudad. Grandísimo trabajo de Ángel de la Calle y su equipo durante todos estos once años, salvando incontables zancadillas de los que piensan que las norias no encajan con el giro de las palabras escritas. A la Semana Negra le toca encontrar un sitio, un lugar para ubicarse. De momento, parece que la Asociación se ha contagiado de la parálisis del Consistorio a la hora de buscar o proponer espacio de futuro, evitando, de esa forma, la imagen de una cita ineludible con la maleta debajo del brazo, cual regreso de Williams B. Arrensberg. Deben ponerse las pilas ambas entidades porque vivir de recuerdos es morir de pasados.
Sin darnos cuenta, estaremos en la Semana Grande, la ‘Semanona’. Esta vez con una pátina ovetense de casetas en Begoña. No voy a definir claramente mi opinión hasta que no sepa con certeza a qué se refieren, pero si uno de los objetivos era descentralizar con esa medida las actividades durante la semana, han hecho todo lo contrario. Refuerzan el centro, dan la espalda a los barrios y veremos si no la dan también a la hostelería de Begoña. De momento, a falta de datos, puedo decir que no me gusta, cada ciudad tiene su impronta y su manera de vivir su momento álgido del año, los chiringuitos son de Oviedo y los fuegos de Xixón, el antiguo es de la capital y la fuerza de los barrios es idiosincrasia de nuestra ciudad. No perdamos nuestra impronta por copiar lo de otros, no perdamos lo que somos buscando referencias ajenas a nuestra manera ser y de vivir.
Una de esas maneras de confraternizar con nuestros vecinos y vecinas es la jira de L’Atalaya. Para mí uno de los momentos más bonitos del verano por vivir en el hoy de Xixón cualquier romería de Piñole o de Valle. Los trajes típicos sobre una gran tela en el verde, las gaitas, la tortilla y el chorizo, la sidra y la empanada, conforman un verdadero cuadro de principios del siglo XX disfrutado en el primer cuarto del siglo XXI. Parece mentira, retomando mi primer punto, como una fiesta popular de tradiciones deja el espacio de manera diferente a la playa de Poniente, y me acabo de preguntar mientras escribo si la conservación de tradiciones no está unida a una manera de entender lo que somos diferente a aquellos que bailan la hoguera sin saber el origen de la fiesta.
Y entre tanta y tanta actividad, está la gente, el gijonés y la gijonesa, poco a poco apartada a codazos por el foriatu que llega. Personas que hacinan al playu, que le hace incluso abandonar la ciudad porque todavía no nos hemos atrevido a pensar la manera de congeniar el mantenimiento de lo que somos con la marabunta de lo que llega. ¿Qué es preferible: el turismo abocado repleto de dineros, o la ciudad receptora llena de calidad? Recordemos los edificios del Muro en el boom turístico de mediados de siglo; apostar por un tipo de turismo nos abocó a la sombra de nuestro arenal. ¿Repetiremos los errores? Parece que, de momento, ya vamos tarde. Se ven las sombras…