Entrevista a la directora de ‘Maixabel’ y Premio Mujer de Cine del FICX | Por Josu Alonso y Gabriel Cuesta
Icíar Bollaín (Madrid, 1967) recibió este sábado el reconocimiento del FICX con la entrega del Premio Mujer de Cine. Galardón en mano, presentó en el Teatro Jovellanos de Gijón su última película, ‘Maixabel’, una historia sobre ETA que habla del perdón y las segundas oportunidades, la que la propia Maixabel Lasa le brinda a Ibon Etxezarreta, condenado por el asesinato de su marido Juan Mari Jáuregui.
¿Cree en las segundas oportunidades más ahora que antes de rodar la película?
Quizás no me había parado tanto a reflexionar en las segundas oportunidades como a acercarme a Maixabel. Es una mujer impresionante que tiene la capacidad de dar una segunda oportunidad a la gente que le ha hecho más daño. ¿Sería yo capaz de dar esa segunda oportunidad? ¿Damos segundas oportunidades o no las damos? Desde luego, me he acercado muchísimo más al tema.
Lo paradójico de todo esto es que Maixabel donde no encuentra comprensión es en su entorno.
Me parece comprensible. Es muy difícil acercarse a las personas que te han hecho daño. Solo planteártelo y escuchar lo que tengan que decir… Me parece que lo más fácil es no querer hacerlo.
¿Cuesta aún entender en España lo que era convivir en Euskadi con el terrorismo?
Sí. Era una cosa… Haciendo la película la mayor parte del equipo era de allí y me acuerdo de algún compañero que decía ‘cómo es posible que hayamos convivido con esto y lo viviéramos así, sin más’. Es difícil de comprender para cualquiera y, si es de fuera, aún más. Te das cuenta de que todo se percibe diferente allí. Al final, es un sitio muy pequeño donde la gente está muy cerca. En las familias puede haber de todo. Lo vives al lado. Tu cuñado puede ser de ETA y tu sobrino un ertzaina. Entonces hay otra percepción.
¿Hablar de sitios pequeños hace que el espectador en algún momento pueda empatizar con Etxezarreta?
Creo que se puede empatizar con alguien que ha hecho algo en un momento dado movido por el idealismo y pensando que era lo correcto. Con lo que te acercas es al verle un ejercicio de autocrítica que es terrible. Porque es darte cuenta de que lo que has hecho es un horror, una monstruosidad. Que no debías haberlo hecho y solo has generado dolor y muerte. Y ahora vives con eso. Ves a un ser humano haciendo un ejercicio terrorífico: quitarse el halo de héroe que le puso su grupo, salirse de ese mismo grupo y enfrentarse con lo que ha hecho a cara descubierta.
«Es difícil comprender cómo era convivir con el terrorismo en Euskadi para cualquiera, sobre todo si es de fuera del País Vasco»
¿Alguna víctima más del terrorismo se ha puesto en contacto con usted tras estrenarse la película?
No. He leído opiniones. He hablado con alguna que no estaba de acuerdo con los encuentros ni los harían nunca, pero sí que le había gustado la película. También he leído algún comentario de víctimas que no comparten lo que ha hecho Maixabel, pero no es que se metan con la película. Van a los hechos.
¿Y la izquierda abertzale?
Antes de que la película saliese en el Festival de San Sebastián, el productor Koldo Zuazua invitó a todo el espectro político a ver la película. Fueron desde EH Bildu y Sortu hasta el PP. En una misma proyección todos juntos en Tabakalera. Fue muy impresionante. Se quedaron todos hasta el final y hablando después. Unos con otros. Tuvo esa respuesta. Hay una cosa de la película que me parece magia. Ha conseguido, salvo excepciones, aunar una respuesta positiva. Desde La Razón, que uno de sus artículos decía que era ‘una obra maestra’, hasta Gara, que le hizo a Maixabel la primera entrevista a una víctima que publicaba. Ha habido una unanimidad que no esperaba. Luego pensándolo me he dado cuenta de que es difícil criticar a alguien que ha querido dar una segunda oportunidad. Y es difícil criticar a alguien que haya hecho ese ejercicio de autocrítica y responsabilizarse de lo que ha hecho.
Cuando estaba rodando, ¿llegó a dudar? Decir ‘vamos a seguir hasta el final con esto’.
No. Dudé al principio. La historia de Maixabel Lasa vale muchísimo. Merece la pena contarse por un montón de razones, pero es que al conocerla nos dimos cuenta que es una mujer sencilla, directa y con las ideas superclaras. Me reafirmó. Mi miedo era que la película no contase con la comprensión de todo el mundo. Y lo que es peor: que se le atacase antes de verse. Cuando ya estábamos rondando pensé: ‘no es criticable lo que hacen estas personas’. No representan a nadie, ni en nombre de nada. De manera voluntaria y por decisión propia hacen un ejercicio de humanidad. Tampoco pretenden que nadie más lo haga. Ha pasado otras veces con temas difíciles. Se juzgan. Todos hemos aprendido a no prejuzgar las cosas. La gente que no estaba de acuerdo con Maixabel lo ha dicho, pero no ha opinado de la película antes de verla.
Blanca Portillo y Luis Tosar han hecho un trabajo de inmersión total con Maixabel y Etxezarreta. ¿Qué personaje le daba más respeto abordar como directora?
Todos (risas). Me daba también respeto María Jaúregui, la hija de Maixabel. Estamos hablando de cosas dolorosísimas. Maixabel tiene esa entereza y es una mujer que ya ha elaborado su duelo. Pero estás hablando de su vida, de su historia. Son personas vivas, no estás inventando. Tienes que hacerlo con mucho respeto. También por el resto de víctimas. Pienso que cualquier víctima no se va a sentir representada con la conversación con terroristas, pero sí con el dolor de Maixabel. Y sí quiero que su dolor esté bien contado. Y el de su hija. Estamos hablando de cosas terribles que le han pasado a mucha gente. Y vas con mucho respeto.
Últimamente han salido a la luz muchas producciones sobre ETA. ¿Es una forma de hacer memoria?
Claro. El cine tiene muchas capacidades. Una de ellas es la de ser testigo de lo que pasa y dejarlas reflejadas.
¿Y el cine puede revertir una situación como la de que muchos jóvenes no sepan quién era Miguel Ángel Blanco?
Sí. El cine puede ayudar mucho a la difusión. Cuando empezamos a hacer la película, no era consciente de hasta qué punto los jóvenes desconocían lo que era ETA. Me pareció alucinante. Pero es que hablamos de que no sabe de ETA la gente joven del País Vasco, no solo la de fuera. El cine es un instrumento. ‘Patria’, ‘Maixabel’… Cualquier película es una herramienta para que el pasado no se olvide.
¿Es bueno o malo que los jóvenes no conozcan ETA? Me refiero al hecho de haber nacido en una época democrática donde no se mataba, donde no había asesinatos, donde no había escoltas…
Tenemos que conocer nuestra historia absolutamente. Sobre todo, para que no se repita. Puede venir alguien a decirte que matar en nombre de una causa o una ideología es una buena idea. Y darle un aura y una mística. Y puede volver a pasar. No es tan difícil.
«Si todo el mundo fuera consciente de lo que ha pasado por ETA, a lo mejor los ongi etorris morían por sí mismos»
Ha calificado de «espanto» los ongi etorris.
Completamente. Le he oído decir a Maixabel: ‘la familia se alegrará de que salga de la cárcel, pero pueden hacerlo en privado’. Hacerlo en público es reírse de las víctimas.
Al final, depende de la clase política. ¿Sería necesario que se cortara de raíz?
No sé cómo se puede aplicar la ley. Lo desconozco, pero me parece de sentido común. Una celebración pública de algo así… Si la gente joven supiera lo que ha pasado y todo el mundo fuera consciente de lo que ha pasado, a lo mejor los ongi etorris morían por sí mismos porque no iríamos a celebrar eso.
¿Le ha emocionado el premio del FICX?
Estuve aquí hace millones de años. Ya debo de ser muy mayor. Ni me acuerdo de cuándo vine… Me ha emocionado el premio. Es muy bonito y me emociona formar parte de esas once mujeres a las que admiro. Es como formar parte de una familia de mujeres valiosas.
La película está triunfando en las salas. Contar historias como la de Maixabel, ¿puede tener continuidad la apuesta por estos relatos en torno a ETA?
Queda muchísimo que contar. No sé si lo contaré yo. Puede que sí, me gustaría. Ahora mismo los proyectos que tengo van por otro lado. Hay muchas cosas de las que hablar, pero sí que me gustaría que saliesen más a la luz. Hay muchas otras que contar.