
«El recuerdo de los grandes hombres no nace del azar, ni los homenajes son simples formalidades para llenar agendas. Son gestos necesarios, reflejo de una sociedad sana que sabe reconocer a quienes deben ser ejemplo e inspiración para las generaciones futuras»

El concepto de ‘héroe’ se pierde en la noche de los tiempos, anclado en el inconsciente colectivo como una de esas palabras que todos creemos comprender, pero que pocos podrían definir con precisión si se les pidiera. Según la Real Academia Española, en su primera acepción, se trata de una «persona que realiza una acción muy abnegada en beneficio de una causa noble».
Pero… ¿Qué entendemos por una «causa noble»? Es en este tipo de conceptos donde el lenguaje comienza a flaquear, y donde los sentimientos -más que las definiciones- adquieren la fuerza necesaria para expresar, discernir y dar sentido.
El sábado 3 de junio de 2017 presenciamos una de esas dolorosas contradicciones que han jalonado nuestra historia: el conflicto entre el heroísmo y la tragedia, la lucha entre el bien y el mal. Un combate en el que los protagonistas parecen elegidos al azar por un destino caprichoso, aunque un buen observador reconocerá en ellos una serie de cualidades que no pasan desapercibidas. No es casual que el personaje central de esta historia encarne precisamente todas esas virtudes.
Ante la visión de una injusticia flagrante, muchos sabríamos identificarla, calificarla de aberrante e, incluso, reprocharla con indignación. Pero son pocos los que, dejando atrás la prudencia, se dejan guiar únicamente por el impulso de hacer lo correcto, por el amor al prójimo, por el valor sin cálculo. Estoy convencido de que eso fue lo que Ignacio reconoció en aquel instante decisivo. Con solo un monopatín en las manos, logró proteger a un indefenso y, con su acción, inspiró a otros a actuar con la misma valentía, aunque, lamentablemente, no fuera suficiente para evitar lo irreparable.
El recuerdo de los grandes hombres no nace del azar, ni los homenajes son simples formalidades para llenar agendas. Son gestos necesarios, reflejo de una sociedad sana que sabe reconocer a quienes deben ser ejemplo e inspiración para las generaciones futuras. Por ello, desde 2017 Nuevas Generaciones del Partido Popular de Gijón viene solicitando un sencillo, pero merecido, reconocimiento: que el skatepark de Cimadevilla lleve el nombre de Ignacio Echeverría. Solo ahora, ocho años después, se ha hecho justicia, con la colocación de una placa en un acto oficial que ha tenido la solemnidad que la ocasión merece.
«La medida de todas las cosas es el hombre» es una frase que suele utilizarse para subrayar la relatividad de las acciones humanas, a menudo esgrimida para cuestionar certezas y verdades absolutas. Sin embargo, siempre he preferido interpretarla de otro modo: quien cree firmemente en sus convicciones, está dispuesto a llevarlas hasta las últimas consecuencias. Y no encuentro mejor ejemplo de esta idea que el de Ignacio Echeverría.
Precioso articulo. Gracias!
Hay que ver como los PPeros os agarráis a las tragedias, si estás tienen un transfondo que podéis aprovechar (de lucha contra el terrorista, los valores «occidentales» y toda esa mierda que tapa la simple concatenación de circunstancias). Da bastante vergüenza ajena y demuestra un poco la catadura moral que os gastáis.