«Aún noto el intercambio de lágrimas: las de Tito, de risa, las mías…pueden suponerlo»
«Éramos jóvenes y felices, en una casa en la que yo siempre me consideré un hijo más porque así me hicieron sentirlo»
Todavía le recuerdo mirando por encima de las gafas con su mirada siempre socarrona y una sonrisa que le costaba muy poco. Para mí, Jesús Martín Cantero siempre fue “Tito”, un hombre de aspecto despistado que nunca escatimó tiempo para ofrecer su casa, sus aficiones y su conversación. De la mano de su inseparable Rosa, ambos pasaron hace muchos años de ser los padres de mi querido amigo “Jesusón” a sentirlos como parte de mi familia.
En su casa de la calle Cirujeda, compartí con ellos muchas horas de salón y, sobre todo, de cocina, el espacio que Tito presidía y en el que el café se convertía en una ceremonia compartida. Recuerdo largas conversaciones en torno a un café que llegó a unirnos mucho, sobre todo el día en el que descubrí cómo le gustaba tomarlo. Ajeno entonces a sus costumbres, me dejé guiar por el sorbo rápido y profundo con el que aquella tarde Tito se tomó el café. No podía suponer que al imitarle mi boca se iba a convertir en un volcán, ignorante yo de que don Jesús tomaba el café casi frío y el mío, servido amablemente por Rosa, tenía la suficiente temperatura como para tomarlo con calma. Aún noto el intercambio de lágrimas: las de Tito, de risa, las mías…pueden suponerlo.
Recordaba esta anécdota hace unos días con Carlos, el segundo hijo de un matrimonio que siempre tuvo a la familia por encima de todas las cosas. Tito y Rosa no sólo se llevaban a su casa de Navales a Jesús, a Carlos y a Antonio, el “pequeño” de la familia, sino que disfrutaban aumentando la familia conmigo, con Ricardo… No se me olvidarán las calurosas y felices tardes del verano salmantino sentados sobre muros de adobe que poco a poco fuimos echando abajo en un ejercicio que cualquier adolescente le habría gustado compartir. Éramos jóvenes y felices, en una casa en la que yo siempre me consideré un hijo más porque así me hicieron sentirlo.
«Tito seguirá vivo en ese café de media tarde«
El pasado 8 de octubre mi amigo Jesús me comunicaba que su padre había muerto tras una inexplicable complicación sanitaria con el coronavirus por el medio. No pude remediar las lágrimas al recordar tantas horas compartidas.
Hacía bastante tiempo que no le veía, al igual que a Rosa y a sus hijos Carlos y Antonio. Nos reencontramos la tarde del pasado viernes en el Tanatorio de Cabueñes y volví a tener el sentimiento que generan algunas relaciones que dejan para siempre un vínculo indisoluble. Lo volví a notar al abrazar a Rosa y a sus hijos; al ver a sus primos Fernando y Roberto.
Jesús Martín Cantero, el perito industrial, murió a los 83 años. Para mí, Tito seguirá vivo en ese café de media tarde, en los patios de Navales o los salones parroquiales del Buen Pastor. Descansa en paz con el recuerdo inolvidable de los que te conocimos.
Nacho Poncela es periodista y colaborador de miGijón