Que Vinícius haya señalado un problema presente en la sociedad ha sido tremendamente positivo. España no es racista conscientemente, pero en España hay racismo
Hace unos años, en 2016, pude escuchar en la tribunona de El Molinón los cánticos racistas a Iñaki Williams. Unos gritos onomatopéyicos mantenidos por nuestra sociedad siete años después, como hemos visto con Vinícius. Más de un lustro y siguen apareciendo los payasos con gestos absurdos provocando una condena social, pero, siete años después, regresan las protestas por una sanción excesiva, no toquemos al fútbol. Siete años después, algunos ponen el foco en el comportamiento del jugador, poniendo peros. Siete años después, seguimos igual.
Vinícius no me cae bien, es más, me cae tan mal como Cristiano Ronaldo. Son jugadores que manchan los valores del deporte, denigran la competición con su comportamiento y ofenden a propios y extraños por su prepotencia. Pero debo agradecerle un gesto, difícil, complicado, valiente: señalar con el dedo al racismo, mirándolo de frente, pidiendo la colaboración para su identificación y detención. Delante de toda España, un negro luchando, apuntando, hacia la permisiva supremacía blanca. No es tan sencillo, no es tan fácil, parar un partido y señalar ante cincuenta mil personas a los payasos. En un mundo de gestos, se debe tener valor para ponerse de frente ante personajes y, mirándole a los ojos, decirles: tú me has llamado mono, tú. ¿Por qué no hicieron lo mismo los y las que estaban en la grada? ¿Por qué no señalaron a los indeseables? ¿Por qué no avisaron a los cuerpos de seguridad, como hizo el jugador? ¿Por qué se permite la pasividad grupal ante un delito y lo vemos normal? ¿Por qué el Valencia, como hizo el Sporting, protesta ante una sanción ejemplarizante?
El dedo de Vinícius señalando, como El Molinón siendo el primer campo donde se detuvo en España un partido de fútbol por gritos racistas, nos llevó al gran interrogante de estos días: ¿Es España racista? Lo primero que deberíamos preguntarnos es por qué ha sido necesario que un jugador de fútbol provoque la pregunta de forma tan masiva. ¿No ha habido más entrevistas, acusaciones, gestos de protestas antes de Vinícius? ¿No ha habido previamente a esta semana informes mostrando resultados en donde se constataba racismo en nuestro país? Claro que los hubo, pero, por desgracia, hemos generado referentes en el espectáculo, deportistas constructores de opinión, tanto que, un dedo apagó el cristo de Río de Janeiro, una estatua impoluta al llegar al poder Bolsonaro. Bienvenido sea el gesto para la reflexión común, pues debemos acabar con los indeseables.
El mero interrogante sobre nuestra convivencia debería ofender a todas las personas que consideramos la igualdad como principio básico de la sociedad, sin embargo, cuando nos lo preguntamos, cuando se genera la duda y la reflexión, cuando no hay una respuesta clara, pues no la hay, quizás sea porque no estemos tan seguros de que España, o El Molinón, en el caso pasado de Iñaki Williams, no sea racista. Mi pensamiento es que nuestro país, y por tanto el estadio gijonés, es una nación tolerante, acogedora, pero donde la discriminación, por motivos raciales, sigue estando presente en nuestro día a día. No la vemos, pero está. Está con el mantenimiento de estereotipos negativos, con el prejuicio por el aspecto o, directamente, por ser víctimas de ataques racistas, verbales o físicos. Unido a ello se encuentra el lenguaje, ese aspecto fundamental para definir nuestra realidad, en donde el negro, el chino, el moro, copan siempre el lugar menos favorable dentro de nuestra riqueza coloquial. “No hay moros en la costa”, “trabajas como un negro”, “vas como un gitano”, “voy a comprar al chino”, están presentes en nuestro día a día, usando habitualmente expresiones lingüísticas racistas sin darnos cuenta, o incluso ahora, mientras lees esto, quizás estés negando con la cabeza, pero no nos engañemos, es así, el lenguaje sigue discriminando, y por tanto perpetuando la estigmatización.
El porqué de no considerarnos racistas puede ser debido a aspectos culturales y sociales, estableciendo la percepción que se tiene como sociedad sobre la forma de relacionarnos, consciente o inconsciente, con las personas migrantes. Además de lo reflejado, también es debido a la manera en que se camufla el racismo en la actualidad. Este ya no se manifiesta de manera explícita, tradicional, frontal, sino que, de manera sibilina, está encubierto, latente, oculto bajo manto, como no, blanco. Ahora mismo el racismo de antaño se sanciona, no obstante, si lo hacemos en un estadio rodeado de la masa permisiva, probablemente nadie me llamará la atención, si lo hacemos amoldando los mensajes para generar opiniones contrarias a los y las extranjeras, puedo generar preconceptos ayudando a mantener estigmatizaciones, si nos alejamos de los postulados del racismo tradicional, pero mantenemos, a través de mecanismos más sutiles y difíciles de identificar, posturas discriminatorias, ¿eso no es racismo?
Estudios españoles decían, en 2017, que la mayoría del país consideraba que había muchas personas extranjeras en España, cuando tan solo llegaban al 10%. En ese mismo año, los españoles y españolas creían mayoritariamente que los extranjeros recibían más ayuda que los españoles, cuando el parco 9,7% de los y las extranjeras fueron beneficiarios de subsidios. Las expresiones de “nos quitan el trabajo” choca frontalmente con el informe del Defensor del Pueblo donde habla de los beneficios de la migración a nivel económico y social. Solo el 18,9% de los españoles creían que los inmigrantes debían obtener beneficios sociales nada más llegar a nuestro país, más de un 50% después de trabajar y pagar impuestos. Es decir, existe un racismo diferente, distinto, transformándose camaleónicamente para pasar inadvertido, acrecentándose en los últimos años por mensajes de la ultraderecha, algunos comprados por la derecha, basados en expresiones legítimas y correctas que, en el fondo, encubren y acrecientan los prejuicios raciales.
Que Vinícius haya señalado un problema presente en la sociedad ha sido tremendamente positivo para hacernos pensar, poner encima de la mesa la discriminación, desenmascarar las nuevas formas de racismo. España no es racista conscientemente, pero en España hay racismo. Si no lo decimos, si no lo verbalizamos, si no nos damos cuenta que, aunque aupados en el fantasioso mundo de la igualdad, hay personas que sufren en nuestro país por su color de piel etnia o religión, será imposible combatirlo.
En su momento, no me hubiera importado el cierre de la grada sur de El Molinón, hoy vería necesaria la clausura del fondo de Mestalla para propiciar un cambio de guion, para hacer ver que todas las personas presentes en un campo de fútbol podemos ser ese dedo de Vinícius. Se debe denunciar en un estadio y en nuestro día a día, si no lo hacemos, seguiremos invisibilizando el racismo, seguiremos, en cierta forma, tolerándolo, seremos, en cierta forma, cómplices de su permanencia.