«En sus cristaleras se ponían, en una pizarra, los resultados de los partidos, especialmente del Sporting, y se agolpaban los curiosos para ver cómo iban: ‘Celta 0 Sporting 0, acaba de rematar al palo Dindurra, minuto 30’»
En 1930 se instaló en la plaza de El Parchís el bar Casa Marcelo, propiedad de Marcelo Martínez Quintana, aficionado a los deportes en general, al fútbol en particular, y acérrimo sportinguista. Su local hostelero se convierte en el hogar de todo aficionado al Sporting, con sus paredes decoradas. Abrió sus puertas el 1 de marzo del referido 1930 y cerró el 1 de marzo de 1967, y en sus cristaleras se ponían, en una pizarra, los resultados de los partidos, especialmente del Sporting, y se agolpaban los curiosos para ver cómo iban: ‘Celta 0 Sporting 0, acaba de rematar al palo Dindurra, minuto 30’. Luego se colgaban en las cristaleras del bar los resultados y las clasificaciones en una hoja que era visible para los viandantes que se agolpaban interesados en las últimas noticias sobre la jornada futbolística.
En sportinguismo rivalizaba con el local del ex futbolista Corsino Menéndez Solar. Era el restaurante El Retiro, sito en la calle Begoña, que tenía fonda donde se alojaban (también lo hacían en la pensión, hoy hotel, Castilla) los futbolistas foráneos que venían a jugar a Gijón. En El Retiro encontró la muerte la gran estrella rojiblanca Ramón Herrera, al que el periodista madrileño Rienzi bautizó como ‘El Sabio’. Fue el 4 de octubre de 1960 y tras pedir una botella de vino de Rioja y dejar mil pesetas de propina a la sorprendida camarera porque “ya no volverían a verse”, ingirió numerosas pastillas que acabaron con su vida.
Otro de los lugares casi sagrados de la tribu rojiblanca gijonesa fue La Caperucita, una fábrica de bombones y caramelos que también tenía tienda para la venta al por menor de sus productos. Estaba situada en la calle Menéndez Valdés, 8, justo al lado del centenario negocio Cafés Caso y muy cerca de la conocida tienda de ultramarinos de Carmen Riera. Allí, tras el retorno del fútbol después de la Guerra Civil, su propietario colgaba en los escaparates los resultados de los partidos y las clasificaciones, debidamente mecanografiadas y al detalle, de Primera, Segunda y el grupo de Tercera donde jugaban equipos asturianos. A la espera de tal información, cada domingo, se agolpaban a sus puertas decenas de aficionados, cortando por completo el tráfico rodado y dificultando el paso de tranvías.
No fue el único establecimiento ajeno a la hostelería que se convirtió en centro de peregrinaje de los aficionados sportinguistas. Electrodomésticos Berne fue una tienda que funcionó en la misma calle Menéndez Valdés, en el número 13. Los propietarios del establecimiento, los hermanos González, acudían a todos los partidos que el Sporting jugaba fuera y los grababan en películas de Super 8 que luego proyectaban en sus escaparates. La hora de la proyección —se hacían un par de ellas por semana— era anunciada debidamente en la prensa. Allí se agolpaban decenas de sportinguistas para ver el encuentro del Sporting. El sobrino e hijo de los propietarios, Enrique González Garamendi, además de ser un conocido y reconocido sportinguista, fue presidente de la Comisión de Fútbol-Sala de la Federación Asturiana de Fútbol.