Entrevista a Iván Armesto, director de casting y exconcursante de ‘Gran Hermano’
Antes ha mencionado la gimnasia. Hay algo que seguramente muchos lectores no conocerán y es que era un gran gimnasta como su hermano. Esto no lo digo yo, lo dice alguien como Benjamín Bango, entrenador del medallista Ray Zapata.
Era un buen gimnasta, lo que pasa que mis hermanos, sobre todo Eliseo que falleció, era mucho mejor que yo, fue campeón de España. Hacía gimnasia con Benjamín y un campeonato de Asturias lo ganaba él y otro yo. Sin embargo, lo que me gustaba era el fútbol. Fui un gimnasta que lo hacía muy bien y entrenaba cada día, pero me hubiera gustado jugar al fútbol y lo intenté, pero no conseguí nada. Fui gimnasta en una época en la que te formaba como persona, te preparaba para el futuro y muchas de las cosas que hice en mi vida e incluso decisiones que ahora tomo, vienen de los años de la gimnasia. Cuando te enfrentabas a una carrera de salto, tenías que correr hacia el potro y saltar y hacer una paloma mortal, sabías que te la estabas jugando y muchas veces he tomado decisiones así. Cuando era pequeño me enseñó asomarme al precipicio y saber que me podía tirar y caer de pie y lo hacía. Benjamín Bango, es el padrino de mi hija, mi mejor amigo y ese tipo de personas que ha trabajado tanto y ha llegado al top de España de su profesión. Trabajé con él en un bar de copas que se llamaba ‘Utopía’ de diez de la noche a dos de la mañana, a las ocho se iba a estudiar a la Universidad de Oviedo y por las tardes entrenaba a los críos. Ahora veo cosas del fútbol como las normas de Xavi en el Barça. En los años 70, con 8-9 años no me dejaban ir a la piscina a tomar el sol porque era malo para la gimnasia. Eso te marca y te enseña a buscarte la vida para tomar el sol, es decir, todo tiene su pro y su contra. Nos enseñaban bien y tenías que ser formal, fuerte, firme, sincero contigo mismo… Es un deporte que marca.
“Me interesa poco el tema de la oficialidad desde un punto de vista político, patriótico; me interesa la cuestión pragmática”
Hablando de fútbol. ¿Quién le da más dolores de cabeza, el Sporting o el Barça?
Los dos. Lo que pasa que lo del Barça lo llevo bien porque, como antes que nada, soy del Sporting estoy acostumbrado a la ilusión y a la decepción. Veo a los amigos que tengo del Barça sufrir tanto que les digo: ‘No sufráis tanto. Soy del Sporting de toda la vida, no pasa nada’. Hay que estar con el equipo y entender que hace muchos años se convirtió en un negocio que es muy complicado, pero que tiene una cosa muy importante: a la mínima de cambio el Alcoyano le gana el Madrid y lo elimina de la Copa. Nunca te mata la ilusión de que tu equipo un día se imponga. Además, a veces tiene karma y no puedo olvidar cuando Preciado le ganó Mourinho en Madrid. Fíjate, hemos estado en finales de Copa que viví, victorias del Sporting, recuerdo un 5-5 de un Sporting-Real Madrid, el día que ganó la Real la Liga en El Molinón, pero aquel triunfo después de los líos de las ruedas de prensa con Preciado, un tío al que había que hacerle una estatua porque su discurso era maravilloso y que levantó la ilusión del Sporting, fue como cuando salí de Gran Hermano. Ahora veo mucho fútbol femenino porque es un poco la esencia del fútbol que había vivido y me gusta mucho. En Barcelona, por suerte, hay dos canales -uno del Barça TV y otro territorial de fútbol formativo- y cuando tengo algo de tiempo me gusta ver a los críos o a las chicas. Es una maravilla. Lo que pasa que con el Sporting, el Barça y la selección me pongo nervioso.
Precisamente es fiel defensor de Luis Enrique…
Mucho. A veces los asturianos, y pasa con la gente de Gijón, hablamos de una manera que damos por sentadas las cosas. Nosotros entendemos lo que decimos, pero la gente no, lo interpreta y a veces nos interpretan mal y a Luis Enrique le pasa eso. Es un tipo muy sincero, que dice lo que piensa, que no tiene por qué regalar los oídos a nadie. Antes hablábamos del periodismo y de la política, lo del deporte es exagerado. Luis Enrique es un tipo muy pragmático, como somos los asturianos en muchas cosas; se dedica a hacer su trabajo y a hacerlo bien, como deportista y como entrenador ha conseguido muchísimas cosas y no tiene porqué regalarle los oídos a nadie. ¿Sabes qué pasa? Que eso a mucha gente le molesta y lo defenderé siempre porque además un tipo que habla de Asturias donde esté, que habla de Gijón como habla, que defiende a su Sporting, está en el mismo camino que yo ¿cómo no lo voy a defender? En el Barça lo hizo muy bien, más no se le puede pedir y en la Selección Española lo está demostrando. Abelardo es un tipo que también me cae excepcionalmente bien. Hay una cosa del Sporting que no dije antes. Siempre me dio mucha rabia que cuando un entrenador es de aquí, de la casa como fue ‘Pitu’, si te vas a segunda te vas con ‘Pitu’, no contratas a otro que venga de donde sea y te bajas a Segunda. Estas cosas que han hecho con entrenadores de aquí, no. Sigue con el de casa y morimos con él, si es que no vamos a ganar la Champions, ya lo sabemos. A veces somos un poco como aquello de Caín y Abel. Asturias es el paraíso natural, pero matamos al nuestro y viéndolo desde fuera, aunque me sienta dentro, a veces me da mucha rabia. Luis Enrique y ‘Pitu’ son cinco años más jóvenes que yo, pero han vivido las mismas cosas y entiendo muchas cosas de ellos.
“El triunfo de Preciado a Mourinho fue como cuando salí de Gran Hermano, una pasada”
¿El confinamiento fue una especie de Gran Hermano?
Nada que ver. Sí es verdad que Gran Hermano era una casa, cerrada, pero realmente era más un campamento de verano. En el confinamiento veías que morían cada día más de 2.000 personas. Viví bien, pero con preocupación y con mucho disgusto porque parecía que mucha gente no era consciente de que en España se morían miles de personas diariamente. Me dio un descanso porque yo trabajo con mucha presión, pero a la vez vi cosas que me entristecían y que me disgustaban. La pandemia también toco gente a la que conocía. Contrato a 24.000 personas al año y algunos a los que llegas a conocer, cayeron. Era otro tipo de guerra. Fue algo duro, pero también una experiencia para aprender todos.
El asturiano se ha convertido en tema de debate. ¿Hacía falta abrir ese melón?
Sí, y hace muchísimos años. Lo primero es que los asturianos, para poder aprender a hablar castellano, deberían saber hablar asturiano. El problema es que vivimos en un mundo, en una medianía, estamos en medio de nada. Tengo varios ejemplos, el primero mi hija. Con seis años nos fuimos a vivir a Cataluña y en el colegio, al no hablar catalán, le pusieron un refuerzo. En un mes hablaba catalán y en dos meses y medio, ganó un concurso de poesía en catalán. Fíjate que fácil, no fue ningún drama. Mi hija habla mucho mejor castellano que cualquiera de mi familia porque estudió en catalán y en castellano y diferencia ambos. Además habla inglés, va a estudiar italiano porque tiene facilidad para los idiomas, por ejemplo, como Benjamín Bango, que habla también varios idiomas. El problema es que donde hay una mezcla de idiomas no hay idioma. Si tú desde pequeño sabes pensar en dos idiomas, es más fácil que aprendas un tercero. Me interesa poco el tema de la oficialidad desde un punto de vista político, patriótico; me interesa la cuestión pragmática. Si un niño sabe hablar asturiano, ya no tiene que coger el castellano para decir cosas medio en castellano, medio en asturiano. Creo que es necesario, pero no puedes obligar a una persona de 30 años a que tenga que aprenderlo. Como decía antes con el cine, las cosas no se empiezan por el tejado, se empiezan por la base. Si quieres hacer esto empecemos desde la primera etapa y a partir de ahí la defensa del idioma que vaya hacia adelante y que se diferencien los dos idiomas porque creo que existen. Te pongo otro ejemplo, más mediático. Había una chica llamada Sandra que estuvo en Gran Hermano. Cuando entró me llevaba las manos a la cabeza y pensaba que cómo podía hablar así. Luego conocí su historia. Fue una cría que con dos años emigró con sus padres y su abuela a París y se crio con la abuela. Ella estudió en francés y lo habla perfectamente, pero el español que habla es el que le enseñó su abuela que era de un pueblo de Asturias. A cualquier persona que le preguntes, te dirá que Sandra no habla castellano porque no la entiende. ¿Sabes por qué? Porque ella no ha aprendido a hablar de otra manera. Si hubiera ido a clases de castellano, hablaría castellano y lo que hablaba la abuela, que era asturiano. Lo que pasa es que cuando un idioma como el asturiano no ha tenido una reglamentación porque no interesó en su momento, pero existir, existe. La política lo desvirtúa todo. Si tú quieres ayudar al castellano en Asturias, yo invito a cualquiera a que llame a mi madre o que llame a la pescadera de Cimadevilla. No hablan en castellano, pero tampoco en asturiano y eso es un problema para los críos porque cuando salen de aquí y se van a Madrid a trabajar en la empresa y dicen: ‘Calla, ho!’, los de allí piensan: ‘¿Qué está diciendo este tío?’ Voy más allá. Para defender el castellano en Asturias hay que defender también el asturiano porque la mezcla nos hace ser de pueblo.
“La gimnasia te forma como persona, te prepara para el futuro y muchas decisiones que tomo ahora vienen de ahí”
Su hija, Raquel. Esta sí que fue precoz en el cine, con dos años en la película de Javier Cámara, ‘La torre de Suso’. ¿Quién pasa más nervioso, el padre o la hija?
El padre, por supuesto. De hecho, ella hizo eso de pequeña y luego nunca quiso. Ahora no sé si estudiara cine o no. El padre lo pasaba fatal, más que nada porque era tu trabajo y era un poco complicado (risas). El padre lo sigue pasando mal, creo que todos lo pasamos mal. Es una lección que nos enseñaron nuestros padres, pero eso son los nervios benditos. Elegí tener una hija y la verdad que es la mejor decisión que tomé en mi vida, una maravilla porque es un amor incondicional. A pesar de que mucha gente piense que yo tuve mucho éxito con las mujeres, fue todo lo contrario. Yo creo que éxito con las mujeres lo tuvo mi hermano que lleva desde los 16 años con la misma y son una pareja maravillosa, eso es tener éxito. Fracasé en todas mis aventuras, incluso con mi mujer, aunque no fracasé en la amistad. Antes de que llegara Raquel, pensaba que el amor verdadero era el que yo tenía por mi tierra, mi amor era Asturias y cuando nació mi hija dije: ‘Tengo dos amores’ y es incondicional, una maravilla. Aparte absorbo mucho de ella, aprendo mucho. La gente joven es muy interesante porque tienen una energía que no tenemos nosotros. Con la edad siempre nos vamos haciendo más conservadores en muchas cosas. Hay que enseñarles, mostrarles cosas, pero también puedes aprender de ellos.
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