A sus 46 años, este profesor de Lengua Castellana y Literatura en el IES Candás ha estado presente desde 2013 en las grandes citas maratonianas internacionales: Nueva York, Berlín, Chicago, Boston, Tokio y, hace dos semanas, Londres
Hay una mezcla equilibrada de felicidad, satisfacción y orgullo en el rostro de Javier Olea Coomonte cuando sopesa en la mano y observa su ‘Six Stars Plan‘. Para el neófito en todo cuanto concierne al atletismo, esta pieza puede parecer una medalla deportiva más… Un poco más grande de lo habitual, quizá, formada por seis amplios discos soldados en círculo y cerrados por un séptimo, más pequeño, en el que puede leerse la leyenda ‘Abbot World Marathon Majors‘. Y es precisamente esa inscripción la que explica el por qué de la expresión de Olea. Porque hace apenas dos semanas que este gijonés de 46 años, docente de Secundaria de profesión, completó en Londres la sexta de las ‘Marathon Majors’, las más importantes maratones que se disputan por todo el globo. Un colofón inolvidable para un periplo que comenzó hace ya once años, en Nueva York, y que, esquivando lesiones y superando sus propias marcas, le ha llevado a competir también en Berlín, Chicago, Boston y Tokio.
A este profesor de Lengua Castellana y Literatura, destinado desde hace una década en el IES Candás, la pasión por correr le surgió casi 2.000 kilómetros al suroeste de su Asturias natal, en el paradisiaco archipiélago canario. Tras licenciarse en esa disciplina en Oviedo «porque aquí no había carreras relacionadas con el deporte, y Periodismo también exigía que marchase fuera», con veinticuatro años, y con la oposición recién aprobada bajo el brazo, fue destinado a Tenerife y, doce meses más tarde, a Lanzarote. En aquella isla pasó los siguientes seis años de su vida; y, aunque su principal interés era la natación, herencia de sus días en el Club Santa Olaya, «allí es típico el ironman, el triatlón de larga distancia, así que empecé a correr, seguí corriendo… Y acabé haciendo la Maratón de Lanzarote«.
El gusanillo por correr continuó creciendo en el interior de Olea, al mismo tiempo que lo hacían su entrenamiento, su calidad física… Y su deseo de materializar cierto sueño de infancia: visitar Nueva York. Por fin, en 2008 se decidió a cumplir con ese deseo, por medio del deporte, y comenzó a enviar solicitudes para ser aceptado en la ‘Marathon Major’ de la ciudad estadounidense. Ahí surgió el primer obstáculo: superar el sistema de selección de corredores entonces existente, una lothery en la que cada año se sorteaban los nombres de los participantes entre aquellos que hubiesen enviado la solicitud. «La cuestión es que, si durante cuatro años no te elegían, al quinto entrabas seguro, así que sabía que para 2013 me tocaría», recuerda. Y así fue. En un acontecimiento imborrable, «muy de película y muy americano«, y con el ‘New York, New York’ de Frank Sinatra sonando por megafonía, Olea completó el recorrido urbano en dos horas y 57 minutos, y cruzó la meta en Central Park el 507 de 40.000 corredores, un resultado «muy bueno».
Con su sueño cumplido, la idea original de Olea era terminar ahí. Pero la cabra tira al monte, como suele decirse, y con un ‘Marathon Major’ en su haber, muy pronto se desató en él el deseo de completarlos todos. Ese afán le llevó al año siguiente a Berlín, cuyo trazado, «muy plano», acabó en dos horas, 55 minutos y 33 segundos, «mi mejor marca personal hasta la fecha«… E inició en él una inquietante tradición: «llegué al hotel con los dedos ensangrentados y, desde entonces, cada vez que corro muchos kilómetros, se me caen las uñas de los pies». Tras unos años en dique seco, retomando la natación en el Santa Olaya y cursando dos másteres, en 2019 participó en la Maratón de Chicago, marcada por la pérdida de su equipaje en el aeropuerto, y a la que llegó con miedo por una reciente lesión en el tendón de Aquiles derecho… Que no le impidió terminar en tres horas y cinco minutos.
Después de una nueva pausa, esta vez obligatoria e impuesta por la pandemia, en 2022 fue el turno de Boston. Una cita muy emotiva, para siempre ligada al atentado terrorista de 2013, y la única de las seis con un trazado fuertemente rural, que le ha valido el apodo de ‘Rompecorazones’, y que completó en tres horas, doce minutos y 47 segundos. «El haber entrenado subiendo a la Providencia y a la Campa Torres me ayudó«, ríe Olea, que atesora como anécdota el momento en que un grupo de estudiantes de un instituto bostoniano se lanzó a abrazar a los corredores. Ya en 2023 tocó viajar a la lejana Asia, a Japón, para sumarse a la Maratón de Tokio. «Es uno de los países más bonitos y diferentes del mundo; fueron muy educados, pero me sorprendió lo presente que tenían todavía la pandemia», relata. Además, fue la única de las maratones que «corrí con un teléfono, para recibir avisos en caso de terremoto». El de Japón fue, no obstante, su peor tiempo: tres horas y quince minutos. Nada que ver con las tres horas, dos minutos y diez segundos logrados este 21 de abril en Londres, su última parada, «la más cómoda de las seis» por recorrido y por cercanía a Asturias, y que acabó en el puesto 3.991 de 40.000. Al acabarla, recibió su anhelada ‘Six Stars Plan’… Y las felicitaciones de no pocos espontáneos que le vieron con ella por las calles de la capital británica.
«Ha sido duro, pero es cuestión de sacar tiempo y ganas; he acabado el ciclo muy satisfecho, con mucha alegría«, admite Olea, en cuyo recuerdo prima el orgullo en los ojos de sus padres, fallecidos en 2020, cada vez que llegaba a casa de una maratón. No obstante, a su lado ha estado siempre Noelia Martínez, su mujer, «que me ha acompañado, apoyado y aguantado mis momentos de mala leche». Con ella ha compartido la inquietud por esa pregunta que sobreviene tras acabar cualquier proyecto: y, ahora… ¿Qué? En el caso concreto de Olea… Frenar. «Últimamente me he dado cuenta de que el deporte competitivo me acarrea muchos problemas de salud, porque soy muy metódico», reflexiona. Por eso, su intención es seguir disfrutando de correr, pero «sin entrenamientos tan largos, ni pruebas bestiales». Eso, y retornar a su querido Santa Olaya. «No voy a colgar las zapatillas; seguiré haciendo pruebas como la Media Maratón de Gijón. Pero ya no me llamaría volver a hacer lo que he hecho. Ese círculo está cerrado«.