Este nuevo concepto de dirigente tiene ventajas innumerables con respecto al antiguo, pero no es fácilmente aplicable en la práctica
Existen cantidad de corrientes, tipos y características y reflexiones sobre el liderazgo. No vamos a realizar una evaluación o análisis exhaustivo sobre cada una de ellas o a debatir sobre su validez. Simplemente creo acertado redactar unas líneas y poner algunas ideas sobre el papel acerca de las diferencias existentes entre “jefe” y “líder”.
Está claro que ocupar puestos de responsabilidad por la consecución de ciertos objetivos colectivos no es fácil. Existen muchas aristas y factores en la ecuación que complican y dificultan gestionar exitosamente las diferentes situaciones que pueden acontecer. El “jefe” o “líder” suele estar metido “en todos los fregados”. Su comportamiento está condicionado por:
- Los múltiples agentes internos y externos y los distintos canales de comunicación
- Las diferentes exigencias, opiniones y demandas
- Las tareas y actividades a distribuir
- La presión por cumplir los objetivos
- Los posibles conflictos internos
- Las diferentes características de su equipo de trabajo
Todos estos elementos y algunos más son a los que se enfrenta un dirigente cada día.
La tarea no es fácil y a durante las últimas décadas la sociedad moderna demanda un cambio de paradigma en los comportamientos de los dirigentes. Podemos afirmar que está habiendo una evolución de “jefe” a “líder”. El primero estaba orientado a: procedimientos, normas, impone comportamientos, planificar y controlar y resolver conflictos de forma autoritaria. El segundo está más enfocado a: empoderar y alinear a los miembros de los grupos de trabajo, inspirar y transmitir valores, tener visiones y establecer un rumbo y camino a seguir, gestionar eficazmente los cambios, correr riesgos y tener pasión e integridad.
Como comentábamos hace unas líneas, dirigir no es fácil. Un responsable debe ser equilibrado emocionalmente y desarrollar ambición y perspicacia. Tener paciencia, perseverancia y tolerancia a la frustración. Ser buen comunicador. Tener capacidad de priorizar lo urgente y lo importante. Atesorar integridad moral e intelectual y tener la capacidad de ser crítico consigo mismo y con los demás.
Este nuevo concepto de dirigente tiene ventajas innumerables con respecto al antiguo, pero no es fácilmente aplicable en la práctica. Al descender a la realidad, nos encontramos situaciones muy dispares en los grupos de trabajo. Debido a múltiples motivos, es muy complicado poner en práctica de ciertas iniciativas de cambio de liderazgo hacia uno más integrador y menos autoritario.
El modelo anterior asumía que un “jefe” era un mero gerente, alguien que vigilaba y controlaba a los miembros de su equipo sin permitir ningún tipo de autonomía. Jugaba un rol completamente autoritario con objetivos rígidos e impuestos y dirigía con normas estrictas y reglamentos escrupulosos. Exhibía constantemente su poder y exigía obediencia. Se centraba únicamente en cifras y tareas, y alimentaba el enfrentamiento.
El concepto de “líder” actual y de futuro tiene otras características. Fomenta el debate y el intercambio de opiniones entre los miembros. Se interesa por ser un facilitador y por formar y desarrollar a su grupo de trabajo. Valora la autonomía e independencia de los miembros. Está centrado en la mejora continua, el aprendizaje y la innovación. Está abierto a cambios y nuevas propuestas y tiene un enfoque amplio. Dirige con valores comunes y compartidos, y desarrolla el poder de las relaciones en su equipo. Fomenta el compromiso y el esfuerzo dando ejemplo, y reserva tiempo para reunirse con su equipo y valorar aspectos de mejora individuales y comunes. También tiene capacidad de autocrítica.
Teniendo en cuenta estas premisas, merece la pena detenerse y reflexionar hacia dónde queremos avanzar. Dentro de las circunstancias que rodean nuestra situación individual dentro de los colectivos a los que pertenecemos, es importante analizar y evaluar cómo podemos ayudar a nuestros líderes, y/o cómo podemos progresar para lograr llegar a ser mejores líderes.
Plantearse cuestiones acerca de estos posibles cambios en nuestros flujos de trabajo puede ser un desafío difícil y complicado de aceptar. Si somos capaces de asumirlo y afrontarlo con predisposición y ganas de cambiar y mejorar la situación, tendrá muchas más probabilidades de éxito.