«Después de aquel taxi y aquel Sporting-Real Madrid, Manuel Jiménez Abalo disputó 420 partidos en doce temporadas. Se hizo con el cariño de la afición convirtiéndose en un seguro de vida para los suyos, para los nuestros»
Siempre es un placer charlar con Claudio Silva y Frichu Yustas del mejor Sporting de la historia, de esos buenos tiempos que van ganando en lejanía mientras masticamos este presente tan triste. La historia de Manolo Jiménez, del barbudo impasible, está ligada a la vida de Claudio, el felino portero de Carril. Los dos jugaron en la selección juvenil de su tierra y en el Arosa, los dos compartían piso cuando estudiaban económicas en Santiago, los dos gallegos, los dos barbados y los dos firmaron por el Sporting gracias al ojo sabio de José Luis Viesca. El entrenador mierense decía convencido que un tal Manolo Jiménez era la versión setentera del legendario Marcelo Campanal.
A Jiménez se le apreciaban buenas maneras en la zaga del filial pero Miera no terminaba de ver al joven barbudo en el primer equipo. Buscaron su cesión en el Logroñés y disputó cuatro partidos en la pretemporada de 1978. El defensa no quiso quedarse en Logroño y los riojanos no mostraron demasiado interés. La suerte cambiaría para el barbudo impasible con la ayuda de Novoa y un equipo lastrado por las lesiones. Equipo que debía comparecer ante el Real Madrid en el Teresa Herrera. Me lo contaba Frichu Yustas (sabio sportinguista) con todo lujo de detalles: «Doria, único central disponible, también estaba tocado y en principio una promesa, Maribona, tenía todas las papeletas para acompañar al argentino, el elegido del filial se lesionó para no eludir la mala racha. Convocaron con carácter de urgencia a Jiménez. Desde Gijón a La Coruña en Taxi, unas 75.000 pesetas de la época que abonó Manuel Vega-Arango a las puertas de Riazor. Hizo un partidazo, se convirtió en la sombra de Santillana y el ariete cántabro no tocó un balón. Después de aquel taxi y aquel Sporting-R. Madrid, Manuel Jiménez Abalo disputó 420 partidos en doce temporadas. Se hizo con el cariño de la afición convirtiéndose en un seguro de vida para los suyos, para los nuestros. Jugó de lateral derecho y en el centro del campo cumpliendo sobradamente».
Y de central nunca bajó del notable haciendo buenos o muy buenos a Maceda, Mino, Abelardo… Jiménez iba a la cabeza de cualquier carrera en los entrenamientos, no se perdía ni un encuentro por lesión, sus piernas o su espalda no probaban la camilla del masajista, no malgastaba tiempo ni energía en «gestos vistosos», esos que aportan entre poco y nada para cualquier defensa. Corría el mes de junio de 1991 y el Sporting no quería renovar al barbudo impasible. El Molinón puesto en pie despidió al jugador coreando su apellido en el encuentro de copa ante el Logroñés, ese club que perdió una oportunidad única, no supo ver al magnifico futbolista. Fichó Manolo por el Burgos de Novoa en un destierro obligado, disputando los 38 partidos de liga con 36 años. Y en su tarjeta de presentación todavía se podía leer: sereno, intuitivo y eficaz.