Joaquín Villa García, genio y figura, futbolista, entrenador y comentarista sin gana alguna de regalar frases de almibarada diplomacia. El velocista de La Camocha nunca defrauda, fuera de la radio y dentro de la vida
Se mueve por Gijón en bici. Demostrando que todavía sigue teniendo «chasis» de velocista, con la pelota en los pies, a campo abierto o moviendo pedales, pegado al asfalto. Veo a Joaquín Villa casi todas las semanas mientras ejerzo de peatón, camino del trabajo. Sigue en forma «La bala de La Camocha» pasados los sesenta; pedaleando a buen ritmo por La Carretera de la Costa, en la Avda del Llano o esprintando en Cabrales. Hace veinte años la Asociación Cultural Mar de Niebla organizó unas jornadas festivas y solidarias en el oeste gijonés.
En un triangular de fútbol sala en El Natahoyo se citaron veteranos del Sporting, conocidos y celebres gijonudos y algunos periodistas con ínfulas futbolísticas. Sufrí en un par de lances la habilidad de Villa que me hizo dos caños seguidos, intentó un tercero y tuve que placar a la bala de mala manera. Años después nos volvimos a encontrar en la radio, recordamos aquella pachanga y otros de los partidos importantes que marcaron la trayectoria de un gran jugador. Repasamos, con la ayuda de Alejandro Fonseca y Ángel Galicia en RPA, sus inviernos en Llaranes, en el Ensidesa. El debut con el Sporting de Boskov frente al Atlético de Madrid el 16 de octubre de 1983: pisaba Villa el césped de El Molinón durante 65 minutos en su primera titularidad, fue sustituido por Abel y el Sporting ganó por 2-0. Con dos chicharros de Laurie Cunningham, uno de los cuales se fabricó en las botas de Joaquín Villa. Nos dijo que Novoa no contaba con él y se marchó cedido al Sabadell en 1985. Viviendo ese mismo año el ascenso del equipo vallesano.
Regresó al Sporting y levantó a la grada gracias a sus escapadas de guepardo hambriento por la banda, en pos del gol. Se le daba bien el Athletic Club, sus primeros dos tantos en primera se los endosó al club bilbaíno. Biurrun sudaba la gota gorda cada vez que veía a la bala sorteando rivales, con la feroz intención de pisar área y batir al cancerbero paulista. En 1990 fichó el delantero por el Deportivo de La Coruña. Con una campaña en segunda y dos en primera en su haber llegó a Elche para retirarse en Castellón una temporada más tarde, sin enfundarse la albinegra en partido oficial. Una carrera jalonada por 459 partidos y 101 goles en su libreta de contable. Pasaron los minutos, desatando remembranzas, en el estudio de La buena tarde. Visitó nuestra memoria un partido televisado en El Molinón: Sporting-Español. De repente pelota en el área, llegaba Villa para empujar con un N´Kono vencido y ese caprichoso esférico decidió dejar de besar las mallas ante el asombro general.
El protagonista rojiblanco, entrevistado a pie de campo, comentó con cierta tristeza: «Ese gol lo metía hasta mi güela»
Joaquín Villa García, genio y figura, futbolista, entrenador y comentarista sin gana alguna de regalar frases de almibarada diplomacia. El velocista de La Camocha nunca defrauda, fuera de la radio y dentro de la vida.
Un saludo, a Joaquín, coincidí con el , en el Veriña,, mi último año de juvenil y el primero suyo, ganamos el entonces prestigioso torneo de los barrios.
Desde entonces no nos volvimos a ver y ya llovió.