Marcado por la muerte de su mujer, Joëlle Brupbacher en el Makalu y de su amigo, Iñaki Ochoa de Olza en el Annapurna, el atleta Jorge Egocheaga gestiona desde Oviedo esta asociación, dedicada a ayudar a la infancia de aquel paísen riesgo de exclusión
Las grandes cumbres del mundo son un rosario de historias impresionantes, de relatos de superación, de éxitos sobre la fuerza imparable de la Madre Naturaleza… Y también de tragedias inimaginables, de pérdidas irreparables, de golpes de los que muy pocos sería capaces de reponer. En 2011 el montañero ovetense Jorge Egocheaga sufrió en sus propias carnes aquel que le cambiaría la vida. Aquel mayo, el 22 para ser exactos, su mujer, la alpinista suiza Joëlle Brupbacher, moría de puro agotamiento al poco de haber hecho cumbre en el pico Makalu, en el Himalaya, la quinta montaña más alta de planeta, y uno de los catorce ‘ochomiles’ que ambos se habían propuesto coronar. Tres años antes, en el Annapurna, un edema pulmonar cercenaba la vida de su mejor amigo, el navarro Iñaki Ochoa de Olza. Marcado para siempre, herido, sí, pero no doblegado, Egocheaga se propuso entonces honrar la memoria de ambos difuntos consumando el proyecto común emprendido antes del doble suceso: establecer una vía de ayuda a aquellos niños del Nepal más necesitados, ya excluidos de aquella sociedad. El resultado de semejante empeño ha sido ‘Joëlle Ayuda‘, asociación solidaria nombrada así en honor a su mujer, basada en Asturias y que, desde el Principado, asiste en lo posible a quince de esos pequeños.
Con el valle del Makalu, lugar del último descanso de Brupbacher, como epicentro de su actividad, este colectivo relativamente joven, aunque ya operativo a pleno rendimiento, centra su labor en dos vertientes: por un lado, la provisión de medicamentos y útiles sanitarios; por otro, la escolarización de los menores en cuestión en centro ubicados en la capital nepalí, Katmandú. A todos ellos se les subvencionan los estudios y la manutención, algo hasta ahora logrado gracias a los beneficios conseguidos con la venta del libro de Egocheaga ‘Quizás vivir sea esto’, la narración de la muerte de sus allegados en el Himalaya, y a la comercialización de merchandising, como camisetas o sacos de dormir. No obstante, afirman desde la asociación, cada vez son más los que optan por apoyar su iniciativa mediante aportaciones sin contrapartida, bien particulares, bien emitidas por entidades, y siempre a través de su página web.
Hoy esta plataforma, surgida del sufrimiento y en franco crecimiento gracias a la conversión del dolor en esperanza, cuenta con ocho miembros sobre el terreno, liderados por el nepalí Mingma Dorji Sherpa, que ejerce como presidente, y con Egocheaga como puntal principal puntal en Europa. Su labor es completamente desinteresada, basada en el sencillo principio, según afirman sus responsables en Asturias, de que «el 100% del dinero recaudado» se invierte en esos quince niños. Es su garantía; la misma que aquella domadora de cumbre que le dio el nombre habría querido. «Ni Joëllen ni nosotros habríamos permitido que se destinase a otros menesteres», concluyen.